"No lo cojas en brazos, que se acostumbra"

"No lo cojas en brazos, que se acostumbra"
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La crianza de los niños está llena de consejos y sugerencias relacionados con el acostumbrarse o con el no acostumbrarse.

La mayoría de padres y madres escuchamos y leemos consejos que recomiendan no hacer según qué cosas para que no se acostumbren y otros que recomiendan hacer algunas otras para que sí se acostumbren.

El problema es quién o qué determina cuáles son las cosas a las que se tienen que acostumbrar y cuáles son las que no deberían hacerse rutinarias, para evitar acostumbrarse.

Para ejemplificar lo que quiero explicar me centraré en un “no hacer”, que se acostumbra: No lo cojas en brazos, que se acostumbra.

Estoy seguro que cualquier padre o madre puede decir sin mentir que en algún momento ha recibido este consejo de boca de algún familiar, amigo, conocido, pediatra, enfermera, psicólogo, cajera, señora mayor que se acerca a ver al bebé, señora de la limpieza de la escalera u otros.

Hay padres y madres a los que les molestan estas situaciones, y hay otros a los que ya nos da un poco igual. Según se tercie damos las gracias por el consejo o bien argumentamos nuestra posición al respecto.

Bien, la reacción de los padres no es el tema que quiero tratar hoy, aunque sí quiero decir que personalmente he llegado a la conclusión de que la gente lo hace (creo), con la mejor intención del mundo. Luego, como se dice habitualmente, cada uno que haga lo que quiera.

No lo cojas en brazos, que se acostumbra

Vuelvo al tema… Por alguna razón que desconozco (o que conozco y querría desconocer), en algún momento de la historia se nos empezó a decir a los padres que los niños tenían que vivir separados de nosotros, casi ajenos al calor humano y al contacto que suponen los brazos.

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Muchos padres hemos oído esta recomendación (a mí me dijeron “este niño está mucho en brazos, ¿no?”) y la hemos desechado, normalmente, porque pensamos que los niños son animales mamíferos que precisan de la cercanía de sus padres para desarrollarse adecuadamente.

Dicho de otro modo, si coges mucho a un niño en brazos se acostumbra, por supuesto, pero ¿no es eso lo que tiene que hacer un bebé, acostumbrarse a sentirse amado con sus padres?

Por mi profesión veo a diario padres con bebés recién nacidos y muchos me suelen preguntar si se acostumbran a los brazos, para saber si pueden cogerlos o no. No suelo decir “sí” o “no”, porque habrá niños que sí se acostumbren y habrá otros (pocos), que no. Mi respuesta suele ser: “la pregunta no es si se acostumbran o no a los brazos, sino si cogerlos en brazos es bueno o malo. Ante esta pregunta mi respuesta es sí, es bueno y sí, hay que cogerlos si lloran porque los bebés necesitan contacto, cariño y afecto”.

El tacto de los bebés está distribuido en todo el cuerpo y tocarles es un modo perfecto de proporcionarles estimulación. Se sabe que los bebés que son acariciados y que reciben masajes (por eso es tan conocido y recomendado el masaje infantil) aumentan más de peso y sufren menos enfermedades. Es evidente, entonces, que cogerlos en brazos es una práctica totalmente recomendada.

Pero si no los acostumbras, dejan de pedir que los cojas

Es cierto, muchos niños son dejados en sus cunas llorando un ratito, o en la hamaca, o en el cochecito, para que no se acostumbren a los brazos o para que no se acostumbren a recibir respuesta inmediata a sus demandas.

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En muchas ocasiones el resultado de estas prácticas es precisamente el que se busca, que el niño llore menos y solicite menos la presencia de sus padres. El objetivo se consigue, pero no porque el bebé haya aprendido a satisfacer sus propias necesidades, sino porque ha aprendido a no pedir lo que necesita.

Dicho de otro modo, los bebés aprenden a resignarse y dejan de llorar y de llamar porque “total, no me van a hacer caso”.

Creo que es un poco penoso (porque me apena) que un bebé de tres o cuatro meses decida dejar de llamar a sus padres en busca de cariño o contacto porque no recibe la respuesta que quiere. Ya tendrá tiempo en la vida cuando sea niño y adulto de darse cuenta de que no todo el mundo le va a dar el cariño que cree que merece.

Conclusiones

No siempre es malo que se acostumbren a algo y, en este caso, no puede ser malo acostumbrarse a que tus padres te lleven en brazos, porque no hay nada que ofrezca más protección, más cariño, más calor y más autoestima que el que tus padres cuenten contigo teniéndote cerca de ellos, de su corazón y de sus besos (estando ahí cerquita caen cientos cada día).

Los humanos venimos al mundo para ser felices, libres y para compartir nuestra felicidad y los buenos (y los malos) momentos con los demás.

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Hay personas que prefieren vivir solas, sin ninguna compañía, a las que les podría ir muy bien aprender de pequeños a vivir sin la necesidad de afecto ni contacto físico.

El problema es que es difícil saber qué niño será de adulto un llanero solitario y quizás sea más fácil pensar que este tipo de personas no nacen, sino que se hacen (que quieran vivir solos porque no se han sentido amados, no han aprendido a amar o no quieren amar por miedo a fracasar).

En fin, no puedo entender que alguien sugiera que para que un niño crezca feliz y autónomo deba sentir el desapego y la separación, a menudo forzada (nos lo hacen saber con sus llantos).

Bueno, miento, sí lo entiendo, pero esto es otro tema relacionado con las relaciones de poder y de obediencia que tienen como objetivo crear a niños inseguros y con baja autoestima, que acepten sin rechistar a las personas que “saben más”, que acepten las jerarquías y que acepten por lo tanto la sociedad tal y como es ahora mismo.

En definitiva, si lo que quieres es tener un hijo feliz, cógelo en brazos siempre que te lo pida e incluso cuando no te lo pida. Haz el método canguro si quieres, aunque no haya nacido prematuro, porque no hay nada que les relaje más que oír el corazón de mamá, tal y como lo escuchaban en el útero, encogidos en su pecho, tocando la piel de mamá con todo su cuerpo.

Dale muchos besos, muchas caricias y llévalo en tus brazos, en una mochilita o en un foulard por la calle y acostúmbralo a tenerte cerca. Cuando tenga 9 meses y empiece a gatear, o cuando cumpla un año y empiece a andar y se vaya por casa a explorar territorios inexplorados, serás tú la que eche de menos aquellos tiempos en que era un bebé chiquitín que quería un abrazo a todas horas.

Fotos | Flickr – geishaboy500, khrawlings, edenpictures, iandeth
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