Antes me rodeaba de personas que no eran verdaderos amigos. Cambiar estos comportamientos alejó las amistades falsas y fortaleció las verdaderas

Antes me rodeaba de personas que no eran verdaderos amigos. Cambiar estos comportamientos alejó las amistades falsas y fortaleció las verdaderas
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Las amistades son una parte esencial de la experiencia humana, no solo porque nos ayudan a sentirnos acompañados, sino porque además el convivir con personas con intereses afines es bueno para nuestra salud física y mental.

Sin embargo, al momento de estar buscando o construyendo amistades podemos caer en errores que nos hacen rodearnos de personas que, en el fondo, no son realmente nuestros amigos y a la larga pueden traernos malos ratos o experiencias.

Al identificar y corregir estos errores, no solo alejamos las amistades falsas, sino que también fortalecemos los lazos con aquellos que genuinamente nos apoyan. Estos son los comportamientos que cambié en mi manera de relacionarme con otros y que me ayudaron a filtrar las amistades falsas e identificar y valorar aún más a las verdaderas.

He aprendido a poner límites

La ausencia de límites saludables puede atraer a personas que quieran sacar provecho de nosotros o de nuestra amistad. Al aprender a poner límites de forma respetuosa, pude observar dos reacciones según el tipo de amistad:

1) Ofenderse o molestarse porque ya no estaba siempre a su disposición ni accedía a todo lo que ellos pedían o querían (los amigos falsos) o,

2) Escucharme y entender que yo también tengo mis propios tiempos, intereses y prioridades, y éstos deben ser respetados (los amigos verdaderos).

Observo si la reciprocidad es mutua

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Siempre debemos hacer las cosas sin esperar nada a cambio. Sin embargo, la reciprocidad en las relaciones es importante para construir vínculos fuertes, y ésta se demuestra con acciones como escuchar o estar presente cuando la otra persona lo necesita y viceversa.

Una característica de las amistades genuinas es que se apoyan mutuamente, mientras que en las amistades falsas o egoístas la otra persona quiere que estés para ella, pero cuando tú le necesitas, misteriosamente desaparece, no tiene tiempo o le resta importancia.

Siendo consciente de esto, pude notar que a pesar de siempre estar para algunas amistades, ellas rara vez estaban para mí. Cuando comencé a poner límites como lo comentaba en el punto anterior, eventualmente la amistad se fue terminando y quedaron solo aquellas donde el apoyo y la comprensión sí son mutuos.

Escucho a mi intuición

Si tienes la sensación de que alguien no es enteramente sincero en su amistad, no lo ignores. Nuestra intuición nos dice mucho sobre las personas que nos rodean, pero no siempre estamos dispuestos a escucharla (especialmente si, como yo, has pasado por momentos en los que deseabas tener más amigos).

Pero es importante confiar en ella, ya que es una gran aliada para ayudarnos a discernir entre amistades auténticas y superficiales. Aprender a escucharla me ha ayudado a ser más selectiva y ganar amistades genuinas y sinceras.

Presto más atención a mis emociones

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Recuerdo mucho una situación constante que me ocurría con una amiga: siempre que hablaba con ella terminaba agotada y desanimada. En principio esto era algo que adjudicaba a que ocasionalmente nuestras conversaciones abordaban esos momentos no tan agradables de la vida adulta, como desahogarse del peso de la crianza o hablar sobre alguna situación con otros que nos había molestado.

Hasta que me di cuenta que esto era algo que solo me pasaba con ella, a pesar de que hablaba de esos mismos temas con otras personas. No lo sabía entonces, pero mi amiga era un vampiro emocional: siempre lo criticaba todo y con su actitud pesimista minimizaba las cosas positivas que en ocasiones intentaba contarle, dejándome con una sensación de cansancio y vacío.

Ser consciente de esto, analizar cómo me sentía cada vez que la veía y reducir el contacto con ella me ayudó a darme cuenta que no era la clase de persona que necesitaba en mi vida.

No pretendo agradar, sino ser auténtica y fiel a mí misma

Finalmente, uno de los errores que puede hacer que nos rodeemos de amistades falsas es cambiar nuestra forma de ser por agradar o encajar. Admito que este es uno de los errores más grandes que he cometido y que solía hacer mucho, incluso hasta hace relativamente poco tiempo.

Esto solo hizo que tuviera cerca de mí a personas con las que realmente no tenía mucho en común y no me sentía con la libertad de ser yo misma. ¡Era una situación muy frustrante! Y, siendo totalmente honesta, me provocaba mucha ansiedad.

Por fortuna, con el tiempo he ido encontrado a esas amigas con las que realmente me muestro como soy -con todas mis rarezas y aficiones nerd- y que valoran mi personalidad, así como yo valoro la de ellas. Los amigos verdaderos siempre nos aceptarán y amarán como realmente somos.

Fotos | Mean Girls

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