¿Debería considerarse la leche artificial un medicamento? (II)

¿Debería considerarse la leche artificial un medicamento? (II)
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En el tema precedente he comenzado un repaso sobre la historia de la lactancia artificial, para fundamentar la opinión personal que defiendo: para la máxima seguridad en salubridad, para garantizar los derechos de las familias y los niños y para impulsar una real implicación del sistema sanitario en la mejora de la ayuda a las madres que desean dar el pecho, considerar la leche artificial como un medicamento es una opción defendible.

En el caso de rechazar esta consideración, si es preciso aumentar el control sanitario del producto, sus efectos y mejorar su distribución, siendo además deseable mejores estudios sobre sus efectos, algo que no se hizo antes de que se comenzara a usar de forma extensa.

La epidemia de hipolactia mundial

Con la publicidad contra la lactancia materna y a favor de la leche artificial comenzó una verdadera epidemia de hipolactia a nivel mundial, cimentada en razones sociales pero también en poderosos intereses económicos.

Incluso cuando se comenzó a trabajar para limitar la publicidad engañosa de la leche artificial con el Código de Sucedáneos de Leche Materna, el daño ya estaba hecho y era muy profundo. Las mujeres no sabían dan el pecho y el entorno tampoco estaba preparado para contrarestar la tendencia de forma inmediata.

Ya no eran minoría las mujeres que no conseguían amamantar, sino que el biberón se convirtió, casi, en la manera normal de alimentar a un bebé. La lactancia materna descendió y empezaron a introducirse costumbres e ideas absurdas, sin fundamento alguno, que la hacían casi imposible. Ya nadie era alentada a alimentar a demanda y parecía que nadie tenía eso que se viene a llamar “buena leche”. Las mujeres, incluso las que todavía confiaban en la lactancia, eran disuadidas y convencidas de seguir pautas que terminaban su producción en un breve tiempo. Los bebés de los 60 y 70 apenas fuimos amamantados.

El mayor experimento en salud y alimentación de la Historia

Sucedió entonces algo que considero el mayor “experimento” en alimentación humana de la Historia Humana. Nunca había sucedido algo semejante, nunca tantos niños fueron privados de la leche humana para ser criados con un producto procedente de otra especie sin necesidad real.

Millones de niños crecimos y crecen sin tomar, durante meses, ningún alimento natural verdadero, pues la leche artificial sufre muchos procesos para conseguir que sea asimilable por sus organismos ya que, de otro modo, sería seguramente mortal.

Para los niños que no toman leche materna es imprescindible la leche artificial y tampoco nadie se cuestiona el derecho de la mujer a decidir libremente no dar el pecho. Pero la realidad es que sigue sin haber una cultura social y sanitaria suficiente para que las madres superen problemas reales de lactancia.

Nos estamos ahora acercando, aunque solo acercando, a conocer los efectos reales de este experimento con la salud humana, aunque los datos son tan complejos y son tantas las variables, que es casi imposible extrapolar cuales son las verdaderas consecuencias en salud global de esta práctica. El experimento de no alimentar a la mayoría de los bebés de nuestra especie con leche modificada de otro animal nunca fue testado previamente a hacerse extensivo. Y me parece una irresponsabilidad enorme de las autoridades sanitarias de aquella época.

Ahora los datos son confusos, pero ya hay muchos datos que señalan que la leche artificial se relaciona con mayores posibilidades de enfermedades que van de la diarrea, la otitis, las infecciones intestinales, la enterocolitis necrotizante y hasta la leucemia infantil. No será la causa, pero si hay una relación entre su uso y mayores índices de estas dolencias.

Si hubiera sido formulada abiertamente sin los máximos controles sobre sus efectos nadie la habría apoyado, se habrían exigido mayores garantías, pero no se hizo y la extensión de la lactancia artificial fue un experimento con la salud humana sin control científico previo alguno. No existió y siguen sin aplicarse protocolos semejantes a los de un medicamento, que, aunque no sean perfectos, si garantizan análisis previos de todas sus consecuencias.

Hoy, aunque ya conocemos los mecanismos de producción de leche, su composición, las técnicas y la forma de detectar problemas y solucionarlos, algunas ideas siguen marcadas a fuego en el inconsciente colectivo y muchas razones personales y sociales siguen haciendo que muchas familas deban alimentar a sus hijos con leche artificial. Eso es incuestionable. Lo que hay que hacer ahora es cambiar los protocolos que se aplican a estos productos, para mejorar su calidad e informar a la sociedad de sus riesgos añadidos.

Los riesgos demostrados de la lactancia artificial

La Asociación Española de Pediatría señala claramente los riesgos que supone la leche artificial. Y son muchos. No son desdeñables y es injustificable que no se promueva que los conozcan mejor los padres. No “maten” al mensajero, simplemente lean y luego, piensen si estos efectos secundarios no son realmente serios. Y miren en el bote de leche artificial para confirmar que no vienen explicados.

Los riesgos a los que se somete el lactante que no es amamantado o que abandona la lactancia antes de lo recomendado son múltiples. Entre ellos un mayor riesgo de mortalidad postneonatal durante el primer año de vida, y un mayor riesgo de muerte súbita del lactante.

Además el lactante no amamantado presenta más riesgo de sufrir procesos infecciosos sobre todo gastrointestinales, respiratorios y urinarios, y éstos de ser más graves, aumentando el riesgo de hospitalización hasta veces, según los estudios.

Más a largo plazo, el haber sido alimentado con sucedáneos de leche materna (leches de fórmula para bebés) aumenta el riesgo de padecer dermatitis atópica, alergia y asma en niños con antecedentes familiares de alergia11, disminuye la eficacia de las vacunas, y aumenta el riesgo de padecer enfermedad celíaca, enfermedad inflamatoria intestinal, diabetes mellitus, esclerosis múltiple y cáncer en la edad adulta. Las niñas no amamantadas tienen más riesgo de presentar cáncer de mama en la edad adulta.

Varios de los riesgos de la no alimentación al pecho son dosis-dependientes como el riesgo de cáncer de mama, obesidad, enfermedades respiratorias y algunos cánceres. Es decir, cuanto más tiempo se mantiene la alimentación al pecho más disminuye el riesgo.

Los lactantes no amamantados presentan unas puntuaciones peores en los tests cognitivos y menor cociente intelectua y peor agudeza visual, años después de terminar la lactancia. Y se ha relacionado una menor duración de la lactancia materna con la aparición de problemas mentales en los adolescentes.

Los niños, jóvenes y adultos no amamantados son menos estables psicológicamente y tienen una mayor incidencia de algunos problemas de salud mental como déficit de atención e hiperactividad, ansiedad y depresión.

Esto y la disminución del riesgo de maltrato infantil se asocian al hecho de la alimentación al pecho y no sólo a la diferente composición de la lactancia materna, ya que se relacionan fundamentalmente con el contacto y la interacción que tiene el bebé con su madre durante el acto de amamantar. Por ello algunos de estos efectos beneficiosos no se presentan en los lactantes que sólo reciben leche de su madre en biberón.

Los perjuicios de no amamantar también afectan a la mujer que no amamanta, que presenta mayor riesgo de hemorragia postparto, mayor riesgo de fractura espinal y de cadera postmenopáusica, cáncer de ovario, cáncer de útero y artritis reumatoide. Así como aumento de riesgo de enfermedad cardiovascular, hipertensión, ansiedad y depresión”

Según la Organización Mundial de la salud, dar leche materna tiene enormes ventajas sobre la salud de los niños.

Además de los beneficios inmediatos para el niño, la lactancia materna contribuye a mantener una buena salud durante toda la vida. Los adultos que de pequeños tuvieron lactancia materna suelen tener una tensión arterial más baja, menos colesterol y menores tasas de sobrepeso, obesidad y diabetes de tipo 2. También hay datos que indican que las personas que tuvieron lactancia materna obtienen mejores resultados en las pruebas de inteligencia.

Los bebés merecen todas las garantías

Un bebé alimentado con leche artificial tiene derecho a que el alimento que se le brinda tenga las mayores garantías posibles. Esto no se exigió ni se realizó antes de la introducción de la leche artificial como alimento básico de millones de niños, pero estamos a tiempo de dar marcha atrás y comenzar a exigir mayores garantías, las mismas que pedimos con una aspirina o con un antibiótico. No creo que la alimentación exclusiva de millones de niños merezca menos consideración.

Cuando comenzó a usarse leche “adaptada” nunca se hicieron las pruebas de control previas completas que demostraran su inocuidad o sus efectos secundarios. Se ha avanzado por ensayo y error, su composición ha mejorado enormemente, y, aunque las investigaciones y los mecanismo de control han aumentado, sigue sin poder determinarse científicamente, con los mismos criterios durísimos que se aplican a la medicina, cual es el mejor procedimiento de producción y distribución y la mejor manera de controlar los efectos en la salud.

Cuando un medicamento sale al mercado, es obligatorio que demuestre ser adecuado para su función, se determinen estadísticamente sus efectos curativos, sus contraindicaciones y sus efectos secundarios. Hay organismos que velan para que todo se cumpla a rajatabla y no dan permiso para su comercialización si detectan el más mínimo fallo. De este modo se garantiza la salud de los consumidores.

Sin embargo, la leche artificial no es concebida como un medicamento, por lo que los controles son diferentes y las pruebas exigidas son menores. También, el control, aunque existe, es menor y hay demasiados casos de contaminación para lo que cualquier padre puede considerar deseable. Al aplicarse protocolos alimentarios la forma de investigar antes de la comercialización y de control posterior son diferentes y considero que mejorables.

Aunque la seguridad absoluta no existe, si se pueden habilitar mayores mecanismos de control que los que se aplican a la industra alimentaria de los bebés. Los mismos que con una medicina, que son los mayores controles posibles, mejorables quizá, pero claramente mayores que con la leche artificial.

¿Debería considerarse la leche artificial como un medicamento?

Mi pregunta sigue en el aire y espero que los apuntes añadidos hoy hagan entender mejor mi postura. No ha habido pruebas científicas previas suficientes, y hoy seguimos sin conocer si los problemas de salud a los que se asocia se le pueden achacar o cuales son sus consecuencias a largo plazo.

Quizá que sea denominada medicamento no sea la mejor opción, pues supone una medicalización de la alimentación infantil, pero si traería mejores controles y la exigencia de pruebas científicas sobre su mejor composición y efectos, todas previas a que se venda a las familias.

Sin embargo, y pesar de los datos en su contra y de los problemas de contaminación, de la falta de prospectos y análisis de efectos secundarios, hay otras ventajas a la consideración de la leche artificial como un medicamento. Esto mejoraría la formación sanitaria de los profesionales, los datos de control, la adecuación del consejo de alimentación artificial y, además, supondría una ayuda a las familias en lo económico y en la garantía de seguridad del producto. Mayor información es mayor libertad de elección y mayor tranquilidad. De eso estoy segura.

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