Con la llegada de la Navidad, los niños preparan sus cartas para Papá Noel y los Reyes Magos llenas de deseos. Sin embargo, igual que ocurre con cualquier exceso, también es poco recomendable a la hora de hacer regalos.
Muchas familias caen en la tentación de conceder a sus hijos todo lo que piden, quizá porque ellos mismos no pudieron disfrutarlo en su infancia, pero la clave está en mantener el equilibrio. Acumular demasiados juguetes no beneficia a los pequeños y, además, puede restar magia e ilusión a estas fiestas.
Síndrome del niño hiperregalado
Cuando los niños reciben demasiados juguetes, aparece lo que se conoce como el síndrome del niño hiperregalado. A veces pensamos que cuantos más regalos tengan, más felices serán, pero ocurre justo lo contrario: este exceso termina perjudicándolos. Tener todo sin esfuerzo hace que no valoren las cosas ni comprendan lo que cuesta conseguirlas.
Si obtienen siempre aquello que desean, su tolerancia a la frustración disminuye, porque creen que todo llega de forma inmediata. Esto puede derivar en pequeños que se sienten insatisfechos de manera constante, algo que ningún padre quiere para sus hijos.
Por eso, a la hora de elegir los regalos de estas fiestas, conviene recordar que la moderación es fundamental: un número limitado de obsequios que realmente les haga ilusión suele ser más beneficioso que una montaña de paquetes sin sentido.
Muchos especialistas recomiendan seguir la regla de los cuatro regalos, una guía sencilla para evitar el consumismo excesivo, fomentar elecciones más conscientes y evitar que acumulen juguetes que pronto dejarán de interesarles.
Niños individualistas y con poca tolerancia a la frustración
Los niños hiperregalados tienden a convertirse en niños individualistas, aislados, consumistas y poco interesados en utilizar la imaginación en sus juegos. Cuando tienen mucho, dejan menos espacio a la imaginación y a la creación a la hora de jugar.
Está bien y resulta incluso emocionante regalar juguetes a los niños, pero siempre que sea de manera controlada, ya que corremos el riesgo de que con el tiempo se conviertan en adolescentes o adultos consumistas e incapaces de asimilar un no.
Lo importante no son los regalos
Aunque pueda sonar a tópico, es una realidad: debemos enseñar desde pequeños que la Navidad no gira en torno a los regalos. Es responsabilidad nuestra hacerles ver que lo material no es lo esencial y que existen valores mucho más importantes en la vida. También es fundamental que aprendan desde temprana edad a apreciar aquello que no se compra ni depende del dinero.
Estas fiestas ofrecen una oportunidad perfecta para recordárselo y recuperar el auténtico espíritu navideño: celebrar el tiempo compartido y disfrutar de la familia.
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