Los padres también queremos ser mamá, porque nuestros hijos solo serán bebés una vez

Los padres también queremos ser mamá, porque nuestros hijos solo serán bebés una vez
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Ser madre es muy duro: el embarazo, el parto, el postparto, establecer la lactancia, la falta de sueño, un bebé que requiere atención constante... Pero también es muy gratificante: su mirada que te sigue, la primera sonrisa, cuando cabecea buscando el pecho, la primera vez que dice algo parecido a “mamá”...

Los padres, por muchos pañales que cambiemos de madrugada, por muchas veces que bañemos al bebé, le demos masajes a la mamá o nos encarguemos de la casa, sufrimos infinitamente menos. Claro que, a cambio, también nos perdemos muchas cosas. Por eso, porque nos dais un poco de envidia, a veces los padres también queremos ser mamá.

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Este sentimiento, que geminó en mi interior en el mismo momento en el que posaron a mi hija en los brazos de su madre, y parecía que encajaban como una llave y su cerradura, se acentuó cuando me tocó volver a mi puesto de puesto de “trabajo” tras la baja de paternidad.

Lo pongo entre comillas porque el verdadero trabajo se queda en casa. Un bebé de un mes es tan agotador que, comparado, ir a la oficina es como irse de vacaciones cada día. Pero son unas vacaciones amargas, como cuando te vas de viaje con los amigos para tratar de sanar un corazón roto.

Por suerte, cuando volvía a casa, los dos amores de mi vida sí estaban ahí esperándome. La madre despeinada en el sofá, el bebé llorando en su brazos porque no conseguía dormirse, y yo, tratando de compensar mi ausencia a pesar de que mis “vacaciones” también habían sido agotadoras.

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En mi caso particular, además, esa sensación agridulce no solo se limitó a esos primeres meses tan especiales. Mi pareja no pudo reincorporarse al mercado laboral tras la baja de maternidad, y ahora mismo su trabajo es cuidar de nuestra pequeña.

A partir de los seis meses, los bebés son mucho más divertidos. Empiezan a comer, a señalar cosas, a reírse, a jugar, a decir sus primeras palabras, a gatear... A veces, cuando llego a casa por la tarde, parece que haya pasado una semana desde que me fui, de todas las cosas que han ocurrido.

Todos esos pequeños momentos perdidos, aunque puedan parecer intrascendentes, van haciendo mella lentamente en mi corazón, como el agua es capaz de perforar la roca gota a gota. Con el tiempo, cobran la forma de algo que no llamaría tristeza, pero sí algo parecido a melancolía, me atrevería a decir que temor a la nostalgia, mezclado con una pizca de rabia y frustración.

A eso se le añade el peso emocional que supone ser el sustento económico de la familia, y que mantener esa responsabilidad es lo que no me permite pasar tanto tiempo con mi hija.

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Aunque el trabajo de una madre (o de quien se quede al cuidado del bebé, sea quien sea) es agotador y no tiene pausas para el café, ni vacaciones, ni fines de semana. Aunque parar tu carrera laboral en un momento crucial es una cuestión muy delicada, ser quien se queda en casa tiene una ventaja, para mí, incomparable: disfrutar de tu pequeño. Eso no hay nada que lo supere o lo compense, y no hay manera de recuperarlo. En tu vida vas a trabajar muchos años, pero tu bebé solo va a ser bebé una vez.

Por eso, muchas veces, los padres también queremos ser mamá. Y por eso, más que nunca, debemos luchar juntos por la igualdad. Para que las madres no tengan por qué renunciar a su carrera por quedarse con los hijos, ni los padres tener que ser quienes "traigan el pan a casa" si preferirían cuidar a los pequeños de la casa.

Eso, y unos permisos de maternidad y paternidad equiparables a otros países europeos. Como Alemania, donde los dos progenitores tienen un año de baja que pueden disfrutar de manera simultánea o uno tras otro, repartiéndose así el placer y el trabajo de criar a sus hijos.

Fotos | Derek Owens, Kelly Sikkema, Tina Bo y Picsea

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