Dice palabrotas… ¿qué hacemos?

Dice palabrotas… ¿qué hacemos?
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Parece mentira que por esas angelicales boquitas puedan salir palabrotas tan gordas. Según los expertos, es una forma de llamar la atención de los mayores. Lo hacen para demostrar que son ingeniosos y traviesos, pero sin ninguna maldad. De hecho, ni siquiera saben qué significan.

Entre los tres y cinco años es una etapa en la que se sienten muy transgresores y a la primera de cambio sueltan alguna barbaridad. “¿Dónde aprendió esas cosas?”. Los padres nos horrorizamos, pero son más frecuentes de lo que creemos. A cada paso nos topamos con palabrotas en la vida cotidiana, en el parque, en la calle e incluso en casa puede que nos descuidemos y los niños oigan más de la cuenta.

Pero, ¿cómo debemos actuar los padres? Aunque no sepan exactamente lo que están diciendo, sí se dan cuenta del efecto que causan en los adultos. Cuando digan alguna “mala palabra” debemos intentar mantener la calma, sin sonreir ni demostrar en absoluto que estamos escandalizados. Al darse cuenta que mamá o papá reaccionan, los pequeños traviesos se sentirían más ingeniosos y repetirían las palabrotas hasta el cansancio.

Lo peor que podemos hacer es festejarle las groserías. De esa manera, creerán que son graciosos y se convertirán en el payaso grosero de la casa. Tampoco es bueno regañarles en exceso ni es demasiado pedagógico lavarles la boca con jabón o lejía.

El camino correcto sería explicarles a solas y de manera firme que no nos gusta que digan esas palabras y que al decirlas molestan a los demás. Enseñarles a disculparse con los demás puede contribuir a que lo entiendan.

De todas formas no es necesario dramatizar. Es una actitud desafiante más que tienen los niños en la formación de su personalidad. Una nueva situación que los padres intentaremos superar con mano diestra y coherencia.

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