Cuéntanos tu historia: ¡Renata es una bebé tan esperada!

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Seguimos con la sección Historias de padres en la que los propios lectores nos cuentan sus experiencias, sonrisas y lagrimas con la maternidad/paternidad y comparten sus sentimientos con toda la comunidad virtual de padres. Si queréis participar, podéis enviar vuestros relatos a historiasdepadres@bebesymas.com.

En la historia de hoy Nora y Raul nos relatan sus largos años de espera hasta la llegada de Renata y cómo ha mejorado sus vidas.

Hola. Me llamo Nora y les contaré la espera y llegada de mi pequeña Renata. ¡Renata es una bebé tan esperada! Les contare por qué.

Raul (el orgulloso y feliz papá) y yo llevamos juntos 13 años. Parece mucho verdad, pero en realidad han sido años felices de vivir en pareja. Pero como muchas parejas, pues deseábamos tener hijos.   Desde un principio viviendo siempre con el anhelo de convertirnos en padres. Solamente que pasaba el tiempo y no lográbamos embarazarnos. Al principio, pues pensábamos que eran los nervios, la ansiedad, y que pasado el tiempo pues nos daría la sorpresa. Después pues nos resignamos, pensando que no seríamos padres. Y la posibilidad de visitar a un doctor nos aterraba.   Pero pasaron años, ¡12 años para ser exactos! Y Dios, nos tenía preparada una hermosa sorpresa.   Mis primeros síntomas de embarazo, los tomé como cuando comemos algo que nos cae mal en el estomago, y ¡me tomaba té de manzanilla para tranquilizarme! jajajajajajaja.  Mi sospecha se fue agrandando cuando pasé un mes sin tener la menstruación, y nos emocionábamos cada vez más. Pero como ya habíamos pasado por lo mismo en otras ocasiones, pues no nos queríamos ilusionar, y que fuera una falsa alarma.   Para que no tuviéramos dudas me hice los análisis de sangre para embarazo. Y la gran sorpresa: ¡Señora esta usted embarazada! No lo podía creer, creí que estaba como soñando, fue tantas veces esperada esa noticia que no parecía real.  Y en la prueba de ultrasonido la pude ver. ¡Wuuaauu!! Una cosita tan pequeñita.  Mi ginecólogo me informó que ya tenía un embarazo de 3 meses y medio.  Y me dijo que algunas mujeres al principio siguen menstruando y por eso no se dan cuenta, como a mí.   Se imaginan, estábamos pero emocionadísimos, y se lo contamos a nuestros familiares y  amigos. Y empezó un torbellino a mi alrededor. ¡Tienes que cuidarte! ¿Qué es: niño o niña? ¿Qué nombre han pensado?. Empiecen a preparar todo para su llegada. ¿Ya saben donde va a nacer?. Tenemos que comprar ropa de maternidad. Consultas médicas. En fin, todo un torrente de cosas y preguntas.   Los siguientes meses, se desarrollaron tranquilos. Me dio la noticia el Doctor de que teníamos una niña. Renatita no me dio muchas molestias. Y disfruté al máximo esos meses que me quedaban. Mi cuerpo empezó a cambiar. Empecé a ganar un poco de peso. ¡Ya no entraba en mis jeans! Jajajajaja.   Empecé a sentir como se mueve, una experiencia única, increíble. Y su papá embelezado con la panza, acariciaba la panza donde estaba su bebé, le daba besitos, le ponía crema, le hablaba. Le mostraba todo lo que le compraba. Y el se veía tan tierno mostrando tanta sensibilidad.   Todo estaba muy bien, fue un embarazo sin muchas complicaciones. Al cumplir los 8 meses y una semana, ¡ya tenia una panza enorme!. Y un día, a las 6 de la mañana; cuando todavía estábamos durmiendo placidamente en mi nido de almohadas, donde me acomodaba mejor, empecé a sentir como cuando te dan ganas de hacer pipi, pero poquito.

Y me moví para poder bajarme de la cama e ir al baño; pues cuando pude bajarme (ya sabrán las mamis a que me refiero; lo que implica moverse y cambiar de posición para sentarte y poder pararte de la cama); sentí que algo pasó y que salía mucho liquido de mi cuerpo, pensando en un segundo que era como incontinencia pero no fue así. ¡Era que se me rompió la fuente!  Una emoción me embargó, pero también nerviosismo, porque todavía no era tiempo, todavía le faltaba.   Raul con los nervios, le habló a nuestros familiares para avisar, y me llevaron al Hospital, me revisó una doctora y me dijo que ya tenia 4 de dilatación y que me tenía que quedar ingresada.

Me despedí de el y me llevaron a la sala de Parto, pero lo raro es que no sentía dolores. Los doctores y enfermeras me tomaban la presión, monitoreaban los latidos de mi bebe, y me decían que estaba todo bien, solo que me tenían como hipertensa, cosa que no me sucedió antes. Por ese lado estaba algo asustada, porque quería que todo saliera perfecto y que fuera parto normal, y si se me subía más la presión, me tendrían que realizar la cesárea. Aunque con tal de que mi bebe nazca bien, que me hicieran lo que sea necesario.   Periódicamente revisaban como iba la dilatación; me explicaban como íbamos y conforme pasaban las horas empezaba a sentir contracciones, aunque no eran muy dolorosas, casi no sentía dolor; ya como al mediodía, se intensificaron y ahora si fue cuando empezó a dolerme cada contracción. El doctor me dijo que mi presión estaba regular y que según los monitoreos de mi bebe todo indicaba que sería parto normal.

Después de un ratito, me decía que ya tenia 8 de dilatación, luego 9 y hasta que el doctor me dijo: Lista señora, ya es hora. Solo escuché cuando decían: ¡Expulsión! Y llegaron los enfermeros y junto con el doctor movieron mi camilla y me llevaban por un pasillo, e iban gritando como dando avisos: ¡Expulsión! ¡Expulsión!. Me sentía feliz porque ya venia mi Renata y al fin la iba a conocer.

Me llevaron a la sala de Expulsión, donde empecé a pujar para traer al mundo a Renata, después de ardua labor, la escuche llorar y empecé  a llorar pero de emoción. Me la mostraron, la limpiaron, la pesaron y le pusieron sus pulseritas de identificación.   Cuando la pusieron en mis brazos, ¡fue un momento tan hermoso!, que solo de recordar ese momento, vuelvo a llorar. Es una emoción, un amor, que te llena el corazón y que se desborda por todo tu cuerpo, y que llega más allá del cielo.

Unos enormes ojazos miraban a su mamá y al mundo; su cuerpecito calentito junto a mi, tan suavecita, escuchando mi voz y reconociéndonos. Y cuando agarro mi dedo con su tierna y pequeña mano, lloré mas de felicidad.  Me enamoré perdidamente de ella en un segundo.   También Raul, cuando la conoció, se enamoró de su hija, tan feliz, desbordando amor por todos los poros. Y cuando llegamos a casa, ya éramos tres. Una familia muy feliz.   Ahora mi Renata cuenta con 1 añito y dos meses. Y cada día que pasa me enamoro mas de mi bebé. Con cada cosa que descubre día con día y con las travesurillas que hace. Cuando me regala esos besitos llenos de ternura, cuando me regala esas sonrisas de película por alguna travesurita, mostrándome sus dientecitos; cuando me abraza y trata de abarcarme con sus bracitos; cuando platicamos y leemos cuentos con su papá; cuando se pone a bailar apenas escuche música, cuando la llevamos de paseo muy guapa, descubriendo todo a su alrededor. Tiene mucha energía, que parece que no se cansa nunca; es un torbellino andando.   En las noches, Raul y yo la observamos cuando duerme plácidamente; ya tranquilita en su cuna; después de haber agotado sus energías jugando, haciendo y deshaciendo. Y nos decimos que valió la pena la larga espera. Ahora estamos mucho más unidos, y más enamorados que nunca. Siempre esperando tener la sabiduría para poder educarla.   Y sabemos que nos queda mucho por recorrer, para hacer de la pequeña Renata una persona de bien; estamos dándole lo mejor de nosotros para que así sea, y que sea una niña muy feliz.   Esa es la historia de mi bebé, de mi familia; espero les halla gustado.

 

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