Parásitos intestinales en niños: síntomas, medidas preventivas para evitar el contagio y tratamiento
Salud infantil

Parásitos intestinales en niños: síntomas, medidas preventivas para evitar el contagio y tratamiento

Los parásitos intestinales son microorganismos que se alojan en el tubo digestivo de las personas (y de algunos animales), provocándoles diversos síntomas, complicaciones gastrointestinales e incluso infecciones. Es una de las enfermedades más frecuentes en niños, siendo su transmisión principal fecal-oral.

Te contamos cuáles son los parásitos intestinales más comunes en nuestro entorno, qué síntomas provocan y qué podemos hacer para prevenir su contagio.

Tipos de parásitos intestinales

parásitos intestinales

Coloquialmente, a los parásitos intestinales se les denomina "lombrices", aunque podemos hablar de dos grandes tipos:

  • Protozoos: giardiasis, amebiasis, criptosporidiasis, blastocystis hominis
  • Helmintos (gusanos cilíndricos o planos): nemátodos (en este grupo se encontrarían los oxiuriasis y el anisakis, entre otros), tremátodos, céstodos

A la hora de hablar de parásitos debemos distinguir entre los que son autóctonos de un país y los que son importados, es decir, aquellos que no son propios de la zona pero que debido a los flujos migratorios y a los viajes a lugares tropicales también podrían contraerse.

De este modo, entre la población infantil de nuestro país los parásitos más frecuentes son:

Giardiasis

Se trata de un parásito muy pequeño que no se ve a simple vista, pero que es la causa de las infecciones por parásitos más frecuentes a nivel mundial. Se da especialmente en niños entre dos y seis años.

Este parásito vive en el intestino de los seres humanos y algunos animales, y se elimina a través de las heces. Una vez fuera del cuerpo forma una cobertura llamada "quiste" que es muy resistente, sobreviviendo especialmente en el suelo y entornos húmedos como piscinas, fuentes o lagos, hasta que de nuevo entra en contacto con otro huésped.

Aunque no siempre produce síntomas, de entre los más comunes están el dolor abdominal, las náuseas y los vómitos, las diarreas (heces acuosas y malolinetes) y los gases. En algunas ocasiones incluso se puede llegar a producir una mala absorción de alimentos y, por tanto, una pérdida de peso.

Oxiuriasis

Este parásito es muy común en la población infantil, llegando a afectar al 40-50% de niños en edad escolar. Las lombrices inmaduras se localizan en el intestino delgado, mientras que las adultas viven en el intestino grueso. Desde allí, las hembras migran por la noche hacia los márgenes del ano y sus proximidades, depositando los huevos que contienen las larvas.

El síntoma principal es el picor anal y perineal, generalmente nocturno. Esto se debe a la secreción pegajosa que dejan los huevos para adherirse a la piel. El picor intenso produce molestias en el niño, llanto, irritabilidad, pesadillas, e incluso sonambulismo.

Ascariosis

Se trata de un gusano cilíndrico perteneciente a la familia de los nemátodos que puede llegar a medir hasta 40 cm, siendo uno de los parásitos más frecuentes en el mundo. El contagio se produce al ingerir los huevos a través de tierra infectada, alimentos y aguas contaminadas.

El ciclo de vida dentro del cuerpo humano es complejo, pero pueden llegar a vivir dos años, provocando síntomas respiratorios en su fase inicial (tos y expectoración) y abdominales en su fase final (vómitos, diarreas y retraso en el crecimiento).

Blastocystis hominis

Se trata del protozoo que con mayor frecuencia se encuentra en las heces humanas. Existen varios morfotipos y sus síntomas pueden variar en función de ello.

De este modo, podemos encontrarnos desde cuadros asintomáticos, hasta cuadros gastrointestinales con distensión abdodminal, diarrea prolongada, dolor abdominal crónico y falta de apetito. También es frecuente encontrar síntomas de picor en la zona anal y genital.

¿Cómo se contagian los parásitos intestinales?

parásitos intestinales

La vía de contagio de los parásitos intestinales dependerá del tipo de parásito en cuestión:

  • En la mayoría de las ocasiones, el contagio se produce entre personas por vía oral-fecal. Es decir, el paciente infestado elimina los parásitos a través de sus heces, y otra persona se contagia después a través de la boca, al ingerir alimentos o chupar superficies contaminadas.

Esto ocurre especialmente cuando no hay una correcta higiene de manos, y adultos o niños no se lavan tras ir al cuarto de baño o cambiar un pañal. Así es como contaminamos con las manos todo lo que manipulamos, desde alimentos y bebidas, hasta utensilios que nos llevamos a la boca (cubertería, chupetes, biberones, juguetes, mordedores...).

  • Los huevos de algunos parásitos como los oxiuriasis son especialmente resistentes fuera del cuerpo humano, llegando a sobrevivir hasta dos semanas. Estos huevos se diseminan con facilidad por toda la casa, especialmente en dormitorios (sábanas, ropa interior, alfombras, superficies, juguetes...) y cuartos de baño (inodoro, toallas...). Es por ello que suele ser frecuente el contagio dentro de un mismo grupo familiar.

  • Otros parásitos se contagian principalmente a través del agua, pudiéndose encontrar presente en lagos, ríos, fuentes, piscinas o incluso en suministros municipales de agua que no ha sido correctamente tratada.

  • También existen parásitos que son transmitidos a los humanos a través de animales domésticos infestados. Estos contaminan el suelo o la tierra de los parques con sus heces, y a continuación los niños manipulan estas superficies y se llevan las manos a la boca.

  • En otros casos su contagio se produce a través del consumo de carne cruda o poco hecha de animales infestados (anisakis en el caso de los pescados, o triquinosis en la carne de cerdo), o de otros alimentos en contacto con la tierra, como frutas y verduras.

Medidas preventivas

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La principal medida de prevención pasaría por mantener una correcta higiene personal y del hogar; lavándose las manos varias veces al día (prestando especial atención a la limpieza bajo las uñas), y siempre después de ir al baño, manipular tierra (labores de jardinería, juegos en el arenero del parque...) y antes de comer o cocinar.

También debemos cuidar lo que comemos, puesto que algunos parásitos que pasan a la cadena alimentaria se evitarían si peláramos frutas y verduras, y cocináramos muy bien ciertos alimentos.

Para prevenir los parásitos que son transmitidos por animales domésticos, es fundamental desparasitarles con la frecuencia indicada por el veterinario y mantenerlos siempre limpios y correctamente atendidos.

Y por último, debemos prestar atención a las aguas no tratadas, evitando el baño en superficies acuáticas que pudieran estar contaminadas, y en caso de viajar a zonas de riesgo, beber siempre agua embotellada y hervir el agua con el que nos aseemos y lavemos los platos.

¿Cómo se diagnostican y se tratan?

Si tu hijo presenta alguno de los síntomas descritos deberías consultarlo con el pediatra, quien le hará un análisis de heces para confirmar o descartar el diagnóstico. El análisis pasa por recoger en un recipiente de muestras las heces de tres días distintos, y analizarlas en un laboratorio.

El diagnóstico de los oxiuriasis suele ser más rápido, pues en la mayoría de las ocasiones las lombrices se ven fácilmente por la noche en los márgenes del ano, o en las heces en forma de finos y pequeños hilos blancos.

En otros casos, como por ejemplo el anisakis, harán falta otras técnicas diagnósticas.

Según sea el parásito responsable, el médico determinará el tratamiento a seguir para eliminarlo, siendo en alguna ocasión habitual que toda la familia que convive con el niño también se trate, dada la facilidad de contagio entre miembros de una misma familia.

Fotos | iStock

Vía | AEP, En Familia, Instituto de Salud Carlos III

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