La carta de una médica tras la muerte de un bebé en un parto en casa: cero autocrítica
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La carta de una médica tras la muerte de un bebé en un parto en casa: cero autocrítica

Hace cosa de un mes el debate del parto en casa en Argentina se encendió cuando una médica publicaba en su blog un post explicando el caso de un parto en casa que acabó con la muerte del bebé.

Su escrito se empezó a compartir en las redes hasta hacerse viral y gracias a eso traspasó las fronteras y llegó a España, donde las reacciones son de asombro, de concordancia con las palabras de la profesional, pero también de indignación.

Indignación por la falta de autocrítica y la defensa férrea de una atención al parto que no acaba de adaptarse a los nuevas recomendaciones, que sigue sin tener en cuenta que el parto es un proceso fisiológico y que sigue sin ser lo respetuosa para con las mujeres que debería ser.

La carta de la médica que se ha hecho viral

A continuación os dejo con el post del que hablo, que en internet ya se conoce como la carta de la médica desolada por la muerte de un bebé en un parto en casa:

Muchas veces tuve ganas de llorar agarrándole la mano a una paciente. Pero nunca antes había tenido ganas de llorar de rabia y de impotencia en esa situación.

Hoy llegó a mi guardia una madre con su hijo muerto. Había decidido tener el parto en su domicilio, aunque era su primer bebé y estaba en podálica (de cola). De familia acomodada e instruida, todos habían intentado disuadirla, sin éxito.

Las delincuentes que aceptaron llevar a cabo el trabajo de parto en el domicilio, al verse desbordadas por la situación llamaron al SAME. Y una ambulancia la fue a buscar, cuando ya no había más nada que hacer. Ni siquiera le hicieron el alumbramiento (salida de la placenta), el cual llevamos a cabo acá, en sala de partos, en condiciones de antisepsia, con suero, medicación e instrumental quirúrgico.

Todos los que nos dedicamos al noble arte de curar, queremos que las cosas salgan bien. Estudiamos, nos formamos y especializamos, hacemos cursos de actualización para garantizarles a nuestros pacientes la mejor atención. Aunque en el sistema público no siempre contemos con todos los recursos.

Si te pongo un suero, no te estoy faltando el respeto, estoy impidiendo que si tenés una hemorragia, entres en shock hipovolémico.

Si te doy medicación, es porque es necesaria.

Si te rompo la bolsa, es porque es importante conocer el color del líquido. Nos da información de cómo la está pasando el bebé en la panza.

Si te digo que necesitás una cesárea, no es porque “te quiera sacar de encima rápido”. Yo acá tengo que estar 24 horas. Es porque intento, en el mejor de los casos, evitar complicaciones. En el peor, salvar tu vida y la de tu bebé.

El embarazo y el parto son hechos fisiológicos, es cierto. Pero rápidamente, de un momento a otro, pueden convertirse en patológicos y potencialmente mortales.

Contar con un hospital, con equipo entrenado, con anestesia, con un quirófano, es un privilegio. Privilegio que nuestras antecesoras de siglos pasados no pudieron gozar. Durante siglos las mujeres murieron de complicaciones en el embarazo y en el parto. Ellas no tenían la chance de elegir.

Mi cuerpo, mi parto, mi decisión?

No se trata de tu cuerpo: está tu hijo en el medio.

Mi parto? No sos la única protagonista, en realidad sos apenas un personaje secundario, el protagonista es él.

Tu decisión? No tenés la formación para saber cuando está en riesgo tu vida ni la de tu bebé.

Primum non nocere. Primero no dañar. Nosotros lo sabemos. Ustedes también tienen que saberlo.

Una defensa lógica, aunque carente de autocrítica

Me parece genial que una médica hable de lo que sucede en los hospitales, que dé su versión de los hechos y que defienda su profesión. Claro que sí. El problema es que llevamos muchos años oyendo, leyendo y sufriendo en primera persona (yo no, que soy hombre, pero sí muchas mujeres), partos prácticamente inenarrables sucedidos en hospitales. Historias de profesionales que hacen más mal que bien instrumentalizando el parto, intentándolo acelerar sin sentido, poniendo a las mujeres tumbadas cuando ellas piden estar de otro modo y haciéndolas sentir tontas o incapaces, no sólo de tomar decisiones, sino de dar a luz. Y al final las mujeres han hecho lo que cualquiera haría en su lugar: huir de los hospitales, hartas de esperar a que la atención al parto mejore.

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Por eso he decidido dar mi visión de la carta para pedir que tanto ella como el resto de profesionales hagan autocrítica y empiecen a asumir su parte de culpa: muchas mujeres dan a luz en casa porque prefieren parir en un entorno conocido y con profesionales en los que confían, pero muchas mujeres dan a luz en casa porque no quieren parir en el hospital. Un hospital al que irían si las cosas fueran diferentes; y esto es muy grave.

Hoy llegó a mi guardia una madre con su hijo muerto. Había decidido tener el parto en su domicilio, aunque era su primer bebé y estaba en podálica (de cola). De familia acomodada e instruida, todos habían intentado disuadirla, sin éxito.

Las delincuentes que aceptaron llevar a cabo el trabajo de parto en el domicilio, al verse desbordadas por la situación llamaron al SAME. Y una ambulancia la fue a buscar, cuando ya no había más nada que hacer. Ni siquiera le hicieron el alumbramiento (salida de la placenta), el cual llevamos a cabo acá, en sala de partos, en condiciones de antisepsia, con suero, medicación e instrumental quirúrgico.

Cuanto más absurda le parezca la situación mayor es la certeza de que en los hospitales las cosas se podrían hacer mucho mejor. Si una madre primeriza con un bebé en podálica decide parir en casa y no en un hospital, ¿por qué será? ¿Con cuántas mujeres habrá hablado sobre sus partos para decidir algo así? ¿De qué huía? ¿Por qué los profesionales sanitarios no consiguieron que esta mujer tuviera confianza en ellos a la hora de dar a luz en un hospital? Piense en ello, porque lo que ha pasado con esta mujer no es el problema, sino la consecuencia.

No sé si son delincuentes. Entiendo que las llama así porque debe tener constancia de que no son profesionales sanitarias, ni siquiera matronas. Porque si lo son, hay muchos ginecólogos/as en los hospitales que también podrían merecer el apelativo de delincuentes, me temo. ¿No hay muertes inexplicables en partos hospitalarios?

Por otro lado, ¿se sabe qué sucedió? ¿Esas "delincuentes" obligaron a la madre a parir en casa? Quizás le explicaron que el parto en podálica es más arriesgado que un parto normal y que por eso en los hospitales se recomienda cesárea. Pero quizás le dijeron que es posible un parto vaginal tal y como indica la Sociedad de Obstetras y Ginecólogos de Canadá, siempre que se dé libertad de movimientos, preferentemente se haga en posición vertical y apenas se intervenga en el expulsivo. Y quizás le dieron a escoger, porque la decisión era suya.

¿Mejor cesárea? Pues después de lo visto, es fácil decir que sí. Sin embargo la cesárea no siempre acaba bien. Hace unas semanas murió aquí en España una madre después de que le hicieran una; hace cuatro meses, otra. Y a sabiendas de que en Argentina ya ha saltado la alarma porque cada vez se llevan a cabo más cesáreas innecesarias (se ha sobrepasado la barrera del 30% de partos atendidos por cesárea, que es más del doble de lo que recomienda la OMS), parece obvio pensar que una mujer pueda tener serias dudas a la hora de decidir dónde parir.

Todos los que nos dedicamos al noble arte de curar, queremos que las cosas salgan bien. Estudiamos, nos formamos y especializamos, hacemos cursos de actualización para garantizarles a nuestros pacientes la mejor atención. Aunque en el sistema público no siempre contemos con todos los recursos.

Y las madres más. Ellas quieren que las cosas salgan bien aún más que todos los profesionales que tanto se actualizan. Y a pesar de eso (o quizás por eso) siguen huyendo de los hospitales porque siguen viendo que su parto será una lotería: quizás tengan profesionales respetuosos y actualizados que les informen antes de actuar, que las dejen elegir, que sean amables y que no tengan prisa por actuar. Pero quizás no, quizás ese día toque la matrona que juzga más que informa, el ginecólogo que no te explica nada antes de hacerte una maniobra dolorosa o esa profesional que decide que es cesárea porque después de tumbarla contra su voluntad y quitarle la confianza de que podrá dar a luz con sus continuos mensajes de "no estás dilatando nada, así no lo vas a lograr", considera que el parto se está deteniendo.

Si te pongo un suero, no te estoy faltando el respeto, estoy impidiendo que si tenés una hemorragia, entres en shock hipovolémico.

Si te doy medicación, es porque es necesaria.

Si te rompo la bolsa, es porque es importante conocer el color del líquido. Nos da información de cómo la está pasando el bebé en la panza.

Si te digo que necesitás una cesárea, no es porque “te quiera sacar de encima rápido”. Yo acá tengo que estar 24 horas. Es porque intento, en el mejor de los casos, evitar complicaciones. En el peor, salvar tu vida y la de tu bebé.

No, un suero no es faltar al respeto. Pero sí lo es ponerlo sin explicar por qué es necesario, y sin esperar a que te dé el consentimiento. No, no siempre la medicación que se administra es necesaria. ¿En cuántos partos se ha administrado oxitocina para acelerar el proceso cuando podría haberse esperado? Es posible que usted tenga paciencia y no lo haga, y que sólo haga cesárea en caso de que lo considere realmente necesario. Pero son ya muchos los partos en los que el profesional va mirando la hora más de la cuenta y acelera el proceso para acabar antes (quizás sepa que aquí en España parece haber más partos entre semana que en fin de semana). Y ojalá no fuera así.

A veces es suficiente acercarse a la mujer, explicarle lo que ves, o lo que piensas, ofrecerle las soluciones y permitirle que escoja la opción a seguir. No, no hablo de ir y decirle "te vamos a hacer una cesárea porque...", sino "parece que el bebé podría no estar bien, hemos visto que..., pensamos que la mejor opción es hacerte una cesárea. Si no la hacemos puede pasar esto, aunque si la hacemos puede pasar esto otro".

El embarazo y el parto son hechos fisiológicos, es cierto. Pero rápidamente, de un momento a otro, pueden convertirse en patológicos y potencialmente mortales.

Contar con un hospital, con equipo entrenado, con anestesia, con un quirófano, es un privilegio. Privilegio que nuestras antecesoras de siglos pasados no pudieron gozar. Durante siglos las mujeres murieron de complicaciones en el embarazo y en el parto. Ellas no tenían la chance de elegir.

Un privilegio del que debe hacerse uso cuando es necesario, y cuando la mujer tenga la información y consienta. Hacer uso de todo ello cuando no es necesario es extralimitarse en sus funciones, es poner en peligro el proceso fisiológico y, si se hace sin el beneplácito de la mujer, es violencia obstétrica. Así, se multiplican los partos en que los bebés están bien (gracias o a pesar de la atención recibida) y las mujeres sufren y lloran durante semanas, meses y años cuando recuerdan cómo se sintieron, cómo las hicieron sentir, cómo las trataron...

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Mi cuerpo, mi parto, mi decisión?

No se trata de tu cuerpo: está tu hijo en el medio.

Mi parto? No sos la única protagonista, en realidad sos apenas un personaje secundario, el protagonista es él.

Tu decisión? No tenés la formación para saber cuando está en riesgo tu vida ni la de tu bebé.

Sí. Es su parto y el nacimiento de su bebé, así que sí es su decisión. Claro que está su hijo en medio; precisamente por eso, porque consideran que se les tratará mejor, a ella y a él, muchas mujeres no quieren ni oír hablar de parir en un hospital. De nuevo, debería pensar mucho sobre esto.

Y claro que una madre no tiene la formación para saber cuándo está en riesgo su vida ni la de su bebé, pero ustedes sí; los profesionales sí. Por esto tienen que ser capaces de informar a las mujeres para que ellas decidan. Los médicos no se forman y actualizan para decidir por ellas, sino para ayudarlas a que puedan tomar una decisión informada.

Mientras no se entienda esto, nada va a cambiar.

Primum non nocere. Primero no dañar. Nosotros lo sabemos. Ustedes también tienen que saberlo.

Exacto, doctora. Primero no dañar. Por esto algunas mujeres creen que es mejor huir de los hospitales. Porque han perdido la confianza en su capacidad de primero no dañar. Quizás si vieran que hay un poco de autocrítica, se lo pensarían mejor. Quizás si vieran que son capaces de decir que llevan muchos años haciéndolo mal, pero que van a intentar ser más pacientes, respetuosos y cercanos, se lo pensarían mejor.

Quizás si confiaran más en la capacidad de una mujer de dar a luz y lograran transmitir esa confianza a ellas mismas, los partos irían mejor y no haría falta intervenir tanto. Porque como proceso fisiológico que es, la mente de la mujer influye en el devenir del parto, y lo más que puede llegar a necesitar es acompañamiento; acompañamiento de alguien que le diga que lo está haciendo bien y que la ayude a seguir adelante cuando tenga dudas. Y no de aquellos profesionales que todo lo ponen en duda y que la hacen sentir incapaz sin su ayuda... como si estuvieran ahí para hacerse cargo de su parto porque son imprescindibles.

Mientras todo siga igual, o peor (vista la tendencia con las cesáreas...), seguiremos y seguirán, allí en Argentina, viendo partos de mujeres en sus casas. La mayoría irán bien, y a esas madres les hará pensar que era la mejor decisión que podían tomar. Pero otros no, y los médicos volverán a salir públicamente a decir que mejor en el hospital, cuando todos sabemos que hoy por hoy, no siempre es cierto.

Fotos | iStock
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