Diario de mi tercer “embarazo”: el día del parto‏

Diario de mi tercer “embarazo”: el día del parto‏
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Tras presentaros a Guim hace unos días y prometeros unas líneas explicando más detalles del momento, hoy os hablaré del parto. No voy a entrar en demasiados detalles, porque tampoco hay demasiados detalles en los que entrar. Digamos que, en resumen, fue el parto que cualquier pareja desearía (más o menos, que alguna querría dar a luz sin darse cuenta de nada y tampoco fue así).

La mañana del día 22 de Marzo yo me preparaba para ir a trabajar mientras vestía también al mayor, que ya estaba despierto a eso de las siete de la mañana pasadas. Me avisó Miriam desde el lavabo de que estaba echando el tapón mucoso, algo que no había hecho con ninguno de los dos partos anteriores.

Minutos después empezó a sentir contracciones, una tras otra, y rompió aguas. Tampoco en los partos anteriores había roto aguas, así que era para nosotros otra novedad. Las contracciones se sucedían cada 2-3 minutos, tiempo en el que yo hacía lo que podía para acabar de prepararme y acabar de preparar a los niños (bastante estresante eso de vestirte a plazos y dejar a los niños listos para cuando viniera mi suegra, corriendo de un lado hacia otro para llegar a tiempo de masajear la espalda de Miriam durante las contracciones).

Tras una hora en casa nos fuimos para el hospital

A las ocho y media de la mañana llegó la madre de Miriam y nosotros nos fuimos ya para el hospital. Se suele decir que lo ideal es que una espere en casa el máximo tiempo posible para ir dilatando y no llegar demasiado pronto al hospital, a riesgo de que te tumben y te frenen el parto, pero en nuestro caso, las contracciones eran tan seguidas y tan intensas que se veía que la cosa iba en serio (me agaché más de una vez para mirar si el niño coronaba, porque no recordaba estas contracciones en casa y sí en el hospital cuando Aran estaba a punto de nacer).

Llegamos a eso de las 08:45 al parking y tardamos un ratito en llegar a la planta de maternidad porque las contracciones llegaban aún más constantes. Finalmente llegamos (ella me decía que no sería capaz de llegar), nos recibieron, echaron un vistazo y dijeron: “Va a nacer ya”.

A las 09:41 minutos ya estaba con nosotros

Y el “va a nacer ya” fue realmente un “va a nacer ya”. Me pidieron el carné de la embarazada y las últimas analíticas, me vistieron con unas polainas, una bata y un gorrito y a Miriam, bueno, ella se quitó la ropa en el pasillo de maternidad (donde sólo entran las parteras y sus parejas) quedándose desnuda porque le molestaba todo. Les dio más apuro a ellas que a Miriam y la hicieron pasar al paritorio para “aislar” su desnudez.

Entré con ella y tras unos cuantos pujos y apretones, tras no llegar a tiempo de decirle “ahora para” en el momento en que ya salía, para que no fuera demasiado traumático para su periné, nació Guim. Por suerte, a pesar del susto inicial, no hubo ningún desgarro ni herida (mi mujer, claro, pletórica de felicidad por haber tenido 3 hijos y por no haber padecido ninguna episiotomía ni desgarro).

Y a las diez menos diez, como quien se levanta sin saber qué hacer y decide ir a dar a luz sin encontrar a nadie en la cola estábamos Miriam, Guim y yo en el pasillo de maternidad, esperando a que nos acompañaran a la habitación.

El parto soñado

Cuando la gente me pregunta cómo fue el parto siempre digo lo mismo: si lo llegamos a planear no nos sale mejor. Ella durmió tranquilamente toda la noche. Se levantó habiendo descansado lista para un nuevo día y de repente se puso de parto. Su madre se quedó con los niños en casa, preparada para pasar el día con ellos y sorprendida de que una hora después le dijéramos que ya había nacido.

Yo llevaba en el bolso galletas y cosas para ir picando durante el día y separarme lo menos posible de ella, pero no hizo falta porque no fue cosa de horas, sino de “hora”.

Guim recién nacido 2

A las doce más o menos, con todo ya colocado, los primeros papeles arreglados, Miriam tranquila y el niño mamando, fui a buscar a los hermanos de Guim para que le conocieran. Vamos, que cuatro horas después de irnos de casa los cinco volvíamos a estar juntos.

Si alguna vez tuviera que tener otro hijo elegiría que fuera igual que esta vez. Pero no, no voy a tener más (aunque la gente me anime para que vaya a buscar a la niña, porque claro, esta vez “hemos fallado”).

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