Y después de hacer la manualidad en casa nos fuimos a venderla al mercadillo con gran éxito

Y después de hacer la manualidad en casa nos fuimos a venderla al mercadillo con gran éxito
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Mi hija el otro día se animó a hacer una manualidad que llamó Love Friends. Se trataba de pequeños recortables con forma humana realizados con fieltro y coloreados con rotuladores de variados colores. Además se animó a hacerles una fundita para recogerlos y poderlos llevar agrupados. Estaba pensando, creo, en que se pudiesen coleccionar y cambiar. Además se le ocurrió que les podía hacer vestiditos para intercambiarlos entre los muñecos.

Y entonces se nos ocurrió que podríamos ir a intentar venderlos para observar la respuesta de los clientes y ver si el producto tenía recorrido. Así que nos hicimos con un trapo de cocina, unas piedras para poder sujetar los muñecos y que no se los llevase el viento y mi hija hizo un cartel que indicaba el precio de los Love Friends. Se trataba de un precio simbólico de 10 céntimos de euro que dejamos situado en una zona estratégica del trapo para llamar la atención de los posibles compradores. Y nos colocamos en un espacio en un mercadillo de pueblo de los que inundan en verano los pueblos de la sierra de Madrid.

Y entonces empezó a pasar la gente. Estábamos un poco preocupados por si nos iban a llamar la atención por algún procedimiento burocrático que nos hubiéramos saltado, menos mal que al final no pasó nada y nos dejaron vender sin ningún incidente.

Nos fuimos mi hija, dos amigas y yo que intenté por todos los medios pasar lo más desapercibido posible aunque intentaba ofrecerles un poco de seguridad y racionalidad. Estuvimos un ratito porque hacía mucho calor y porque la gente dejó de pasear por el mercadillo. La verdad es que te das cuenta de la cantidad de cosas que hay que tener en cuenta para realizar una venta e intentamos aprovechar la experiencia para aprender al máximo.

Por ejemplo, no teníamos ninguna moneda para el caso de que posibles compradores nos hubieran pedido cambio, tampoco teníamos pago con tarjeta aunque eso eran palabras mayores, nos dimos cuenta de que si hacíamos un poco de ruido del tipo: ¡sólo nos quedan tres! la gente prestaba atención, también descubrimos que a la menor pregunta o interés era fundamental responder y anticiparse a la siguiente pregunta, por ejemplo: ¿qué es eso?, nos decían, Y mi hija respondía, ¡son unos muñequitos para que jueguen los niños! ¡la semana que viene voy a hacerles vestidos para ponerlos también a la venta! Y sobre todo descubrimos que el proceso de venta requiere paciencia, dedicación y que si no se vende no pasa nada.

Aunque la experiencia fue un éxito. De los seis love friends que se intuyen en la imagen se vendieron cinco. Sólo nos quedó uno y fallamos porque apenas pasaba gente en ese momento. Nuestros clientes fueron mayoritariamente madres y abuelas que se quedaron encantadas con el producto, el desparpajo de las niñas y la ilusión que le ponían en la venta. Otra lección que aprendimos fue que aunque el esfuerzo de la producción fue básicamente de mi hija sin embargo todas las peques colaboraron en el proceso de la venta así que las ganancias se repartieron equitativamente entre las tres vendedoras. ¡Alguna compradora les dejó propina! Así que recaudaron la escalofriante cifra de 120 céntimos de euro que repartieron e invirtieron en chuches. ¡Qué mejor premio a su esfuerzo!

Imagen | Marcos López

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