Si tu hijo te ha mentido, primero averigua la causa, y después muéstrale las consecuencias de las mentiras

Si tu hijo te ha mentido, primero averigua la causa, y después muéstrale las consecuencias de las mentiras
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HOY SE HABLA DE

En un post de hace varios meses, hablábamos sobre la prevención de mentiras en los niños, y recordábamos que no siempre son preocupantes, matizando el hecho de que es aproximadamente a los siete años cuando empiezan a diferenciar plenamente fantasía de realidad.

Hoy me gustaría ahondar un poco más en este tema que preocupa a algunos padres y divierte a otros; aclaro que ambas posturas son perfectamente compatibles, dependiendo de la mentira, aunque es conveniente que los peques sepan que nosotros ‘hemos pillado la mentira’, y dediquemos un rato a realzar el valor de la sinceridad. Simplificando mucho, podríamos decir que nuestros hijos mentirán para reinventar su realidad: llamando la atención o exagerando habilidades, a fin de dar una determinada imagen a los demás; por lo general son niños que no confían en sí mismos o están inseguros. También es posible otra causa: no querer afrontar posibles consecuencias, e intentar salir de una situación apurada (una equivocación que les da vergüenza reconocer, el incumplimiento de las expectativas paternas o maternas…).

Tal y como anotábamos en el post enlazado más arriba, no hay que alentar la mentira, ni complacerse cuando los niños la digan, pero tampoco hay que dramatizar; así que podíamos ponernos como objetivo evitar que mientan de forma reiterada, y también que lleguen a enunciar mentiras graves

Pero eso sí, es necesaria un poco de coherencia, porque con nuestro ejemplo también les enseñamos, ¿cómo querer que nuestros hijos no digan mentiras si somos los primeros que les mentimos? No hay justificación para mentir: ni querer reforzar nuestra autoridad, ni querer eludir compromisos pactados, …

¿Sabes cuándo tu hijo te miente?

Yo siempre les digo a mis niños que ‘los padres se hacen las despistados a veces, pero no son tontos’; normalmente conozco sus mentirijillas, aunque tampoco quiero presumir, porque seguro que me han colado alguna. Haced caso a vuestra intuición, ya que no siempre es necesario indagar para averiguar la ‘verdad’. Lo que sí es importante es intentar que aprecien la sinceridad, que es una de las bases de las relaciones saludables.

No es verdad que al mentir nos ponemos colorados, o sudamos en exceso, y si ocurre son síntomas más ligados a la ansiedad que a la mentira en sí; pero cuando el cuerpo (en especial la parte de arriba) se tensa, y parece haber una actitud de huida, se puede sospechar la mentira. Si además las explicaciones son contradictorias o poco creíbles, hay muchas probabilidades de que no nos digan la verdad. La falta de espontaneidad también es un indicador: uno ensaya un papel para una obra de teatro, no para establecer conversaciones cotidianas.

Entre las reacciones posibles de los progenitores están el enfado, los deseos de castigar, o la tendencia a darles una charla interminable (los niños desconectan a los pocos minutos). Pero también podemos pensar que están creciendo, y su pensamiento abstracto formándose, amén de que no neguemos que mentir a veces es un reto para ellos, porque a partir de las consecuencias puedes ensayar diferentes modelos de reacción.

Mentiras 2

Mentir ¿por qué?

Sin embargo, lo que más nos debería preocupar es el motivo por el que nos han mentido además, nuestra prioridad en todo caso será corregir una conducta (no a la persona). Busquemos soluciones y las encontraremos; intentemos demostrar que sabemos más y podemos ‘corregir a la fuerza’, y conseguiremos más mentiras, o sentimientos no apropiados en una relación sana (vergüenza, miedo, rabia…).

Hay niños que mienten sobre el motivo por el que están ansiosos, debido que que quieren estar integrados en un grupo a pesar de que se les excluye; otros que no confían suficientemente en los padres, y por eso inventan historias absurdas (a veces desternillantes, lo sé, pero no lo demostremos) sobre por qué han comprado un refresco cuando les hemos enviado a por el pan. Independientemente de la gravedad, averiguar la causa puede ser útil.

Nuestros hijos deberían ponerse del lado de la verdad porque es la mejor manera de que los demás confíen en ellos, y porque es una actitud de la que sentirse orgulloso (y de la que no se deberán ocultar). Ser sincero nos da paz, y nos ayuda a conseguir lo que queremos de una forma más creativa.

¿Puede ser que existan las mentiras peligrosas?

Peligrosas para el desarrollo del niño, me refiero. En ocasiones los niños no tienen conflictos éticos (porque nadie se los ha planteado), y además su entorno refuerza las mentiras y las enuncia a la vez; en estas ocasiones puede que se sienta placer por mentir y que la mentira entre a formar parte de una conducta habitual. Esta no es una situación deseable.

Como tampoco lo es la llamada ’pseudología fantástica’ que consiste en invenciones que reemplazan una realidad indeseada y mediante la que se consigue mejorar la reputación, o el aprecio de los demás; estas mentiras aportan ventajas transitorias, pero desvían a los niños de asumir responsabilidades (entre estas podemos incluir la suplantación de personalidad, la construcción de un pasado personal irreal, o unas notas ‘falsas’ pero brillantes.

A veces la mejor forma de enseñar es con el ejemplo; otras veces veremos impotentes como los estímulos de una sociedad les envían mensajes ‘mentira’ (la publicidad, ya sabéis); pero no olvidemos que aceptar las mentiras sin que haya por lo menos una reflexión, puede dar lugar a una situación difícil de gestionar. En general los padres debemos mostrar firmeza (que no despotismo), a la vez que sorpresa, y sobre todo un razonamiento orientado a explicar las consecuencias de las mentiras, no es necesario reprimir, a no ser que no deseemos una comunicación sincera.

Imágenes | RIBI Image Library, Mike Baird En Peques y Más | Consejos para evitar las mentiras en los niños

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