Los padres podemos ayudar para que nuestros hijos superen la timidez

Los padres podemos ayudar para que nuestros hijos superen la timidez
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¿Qué significa para un niño ser tímido? pienso que debe ser algo así como “tener miedo o estar asustado cuando están rodeados de gente, o cuando conocen personas”. Ser tímido no tiene por qué ser malo, al contrario, la timidez va acompañada muchas veces de prudencia, y esta es una característica positiva para afrontar las situaciones nuevas.

Dado que todos los padres tenemos expectativas hacia nuestros hijos, y que estas – en ocasiones – no se cumplen, sería bueno que supiéramos que nadie es tímido por decisión propia, y que podemos entenderlo como una falta de habilidades sociales superable.

¿Es un problema la timidez?, probablemente si se agrava con el tiempo, dificulta la interacción con el entorno, o interfiere notablemente en las relaciones personales, si lo sea. Pero si la aceptamos y ayudamos a los pequeños a superarla, ellos también aprenderán a hacer frente a los problemas o conflictos. Es tarea de los padres detectar problemas emocionales en los niños y ayudar a superarlos. Pero también es responsabilidad nuestra crear un vínculo seguro y libre de respuestas punitivas con nuestros hijos, porque en ocasiones la timidez no es más que una repuesta emocional en forma de inseguridad, a estilos parentales sobreprotectores o autoritarios.

También pueden haber causas genéticas o físicas en esta conducta. Pero en cualquier caso, cuando estemos preocupados porque nuestro hijo muestra cambios como retraimiento o ansiedad ante situaciones nuevas, deberíamos consultar al pediatra.

No se soluciona la timidez de un niño obligándole a enfrentarse a la fuerza a aquello que le produce temor, tampoco comparándole con hermanos, primos o compañeros, “fíjate, ¡qué sociable que es Pablo! ¿no podrías ser tú también así?. De esta forma lo único que conseguimos es agravar el problema.

En cambio podemos hacer otras cosas que además de ayudarles, mejoraran nuestra relación

-Comprenderles poniéndonos en nuestro lugar.

-Dejar que se expresen de la mejor manera posible, compartir con las personas que más quieren les alivia y les da seguridad. Conversaciones, dibujos, canciones, cada uno escoge la forma de comunicación que mejor se ajusta a su personalidad, lo que de verdad marca la diferencia es nuestra receptividad.

-Proponerles nuevas experiencias de interacción en espacios diferentes: los niños que están acostumbrados a relacionarse con otras personas mediante visitas a exposiciones, talleres, reuniones de amigos de padres, actividades cotidianas de los padres, etc. están dotados de habilidades sociales que adquieren por observación.

-No obligarles nunca, pero si sugerir, acompañar, resaltar los valores positivos de cada experiencia.

-No confundir situaciones puntuales con timidez: por ejemplo un niño se puede volver más sensible porque sus padres discuten más, o porque se ha cambiado de casa. Otros niños son cautelosos y prefieren “reconocer el terreno antes de explorarlo”.

-Las etiquetas consiguen el efecto contrario al que pretendemos: cuando decimos “mira que eres tímido”, conseguimos que la timidez se agudice. Podríamos sustituirlo por ¿cómo te sientes cuando estás en tu clase de inglés?, ¿qué tal si hacemos algo por mejorarlo?

-Tener paciencia y dejar que vayan superándose poco a poco.

Todos necesitamos tener confianza en nosotros mismos, y estoy convencida de que una actitud positiva, abierta y normalizadora por parte de los padres ayuda muchísimo a los niños. En ocasiones enfatizamos demasiado determinadas conductas o comportamientos que consideramos más adecuados, pero nuestros hijos tienen que ser ellos mismos, no están en este mundo para reforzar nuestro ego, sino para que les ayudemos a construirse como personas.

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