Niños que no quieren compartir: qué hacer y por qué no obligarlos

compartir-ninos
Sin comentarios Facebook Twitter Flipboard E-mail
laura

Laura Ruiz Mitjana

Estás en el parque, tu hijo juega feliz con su camión de bomberos. Otro niño se le acerca y, sin más, intenta quitárselo. Tu hijo se resiste. Lloriquea. Mira con miedo a que tú intervengas. Y tú... ¿Qué haces?

Muchas madres y padres sienten una presión social inmediata: decirle “¡comparte!” como si esa palabra mágica resolviera el conflicto y, de paso, demostrara que están educando bien. 

Pero ¿y si forzar a compartir no fuera lo mejor para el desarrollo emocional y social del niño? Porque sí, compartir es una habilidad social positiva, pero debe aprenderse de forma orgánica y nunca ser impuesta.

No compartir, como parte del desarrollo

Antes de los 4-5 años, los niños no comprenden el concepto de compartir como lo entendemos los adultos. Y no es egoísmo: forma parte de su desarrollo. En realidad, lo que vemos como negativa a compartir es una etapa necesaria para construir su identidad, entender la propiedad y, poco a poco, aprender a regular sus emociones.

La psicóloga infantil Laurie Kramer, en un estudio (2014), destaca que la cooperación real —aquella que no está impuesta, sino motivada por la empatía y la conexión social— se construye con el tiempo, y no antes de haber consolidado una base segura de autonomía y autorregulación emocional.

Así, forzar a un niño a prestar sus cosas sin que esté listo puede enseñarle obediencia, sí, pero no generosidad.

Lo que vemos como negativa a compartir es una etapa necesaria para construir su identidad, entender la propiedad y, poco a poco, aprender a regular sus emociones.

Obligar no enseña a compartir: enseña a ceder por presión

Cuando forzamos a un niño a compartir, lo que suele aprender no es empatía, sino que su deseo y su derecho a decidir importan menos que el deseo del otro. Aprenden que deben ceder para evitar conflictos o complacer al adulto. El mensaje implícito es: “Tus límites no importan tanto como parecer amable”.

Ahora imagina esta escena: una madre se acerca y dice: “Ahora le toca a él, déjaselo ya”. El niño obedece, pero con lágrimas contenidas. El otro niño se lleva el juguete, feliz.

Y ese primer niño ha aprendido que su voluntad es negociable... pero no por él mismo, sino por el juicio de otro. Aunque parezca una tontería, no lo es. ¿Queremos enseñar a nuestros hijos a ser generosos o a ser sumisos?

El valor del turno y el respeto del deseo

En lugar de obligar a compartir, podemos acompañar. ¿Cómo?

  • Nombrar lo que ocurre: “Veo que te gusta mucho ese camión y no quieres prestarlo ahora”.
  • Anticipar el turno: “Cuando termines, podemos decirle a Leo que ya puede jugar un rato”.
  • Ofrecer alternativas: “¿Quieres que juguemos juntos con otro camión mientras esperas?”.

Esta forma de actuar favorece la empatía real y refuerza la autonomía, el respeto por el otro y el desarrollo de habilidades sociales auténticas.

Según un estudio de Brownell et al. (2010), publicado en Infancy, los niños muestran más disposición espontánea a compartir cuando no se les fuerza, especialmente en ambientes seguros y emocionalmente contenidos.

Compartir desde dentro: cuando nace la generosidad auténtica

La generosidad no nace del “debería”, sino de la experiencia repetida de sentirse visto, respetado y querido. Un niño que siente que sus emociones son válidas es más probable que, poco a poco, quiera también validar las del otro. Compartirá no porque lo obligan, sino porque querrá.

Y eso es lo que realmente importa. En definitiva...

  • No obligar a compartir no significa fomentar el egoísmo, sino respetar el desarrollo natural del niño.
  • Forzar puede interferir en su autoestima y en su capacidad de autorregulación.
  • La generosidad auténtica se cultiva acompañando, no imponiendo.

Así que la próxima vez que estés en el parque y tu hijo se aferre a su juguete, respira. No corras a corregir. Tal vez esté aprendiendo algo mucho más valioso que prestar un camión: escucharse a sí mismo. Ya aprenderá a compartir con el tiempo (y educándolo), ¡una habilidad social también positiva!

Foto | Portada (Freepik)

Inicio