Imagina a una niña que, con una cuchara de madera y un peluche, se convierte en chef de un restaurante donde el oso pardo es cliente habitual y pide sopa de estrellas.
Nada parece real y, sin embargo, todo lo es. En ese pequeño teatro improvisado, sin saberlo, está entrenando habilidades cognitivas, sociales y emocionales que serán fundamentales en su vida. Esto es el juego simbólico.
Qué es el juego simbólico
El juego simbólico es esa capacidad maravillosa que tienen los niños de transformar la realidad mediante la imaginación: una caja se convierte en castillo, una escoba en caballo, un peluche en bebé.
En este tipo de juego, un objeto representa otra cosa, o el niño interpreta un rol distinto al suyo. Es una forma de juego espontáneo, creativo y universal.
Este tipo de juego no necesita reglas externas ni instrucciones. Se rige por las leyes invisibles de la mente infantil, que sabe intuir, inventar y transformar el mundo que le rodea para comprenderlo mejor.
Cuándo aparece y por qué
El juego simbólico suele aparecer en la etapa preoperacional del desarrollo cognitivo según Jean Piaget, alrededor de los 18 a 24 meses y alcanzando su esplendor entre los 3 y 7 años.
Aparece cuando el niño empieza a desarrollar la función simbólica, es decir, la capacidad de representar mentalmente objetos, personas o situaciones. Esta etapa es clave para el pensamiento representacional.
Una cucharita no es solo una herramienta de cocina: se convierte en avión, varita mágica o micrófono, dependiendo del día. El niño ya no necesita tener el objeto real para actuar; basta con su idea.
¿Cómo se manifiesta?
Este tipo de juego se manifiesta en escenas que a menudo resultan graciosas a ojos adultos: el niño habla solo, adopta distintos roles, dialoga con muñecos o inventa normas dentro del juego. Puede jugar a que es médico, madre, dinosaurio, maestra, astronauta o incluso el villano del cuento.
También puede usar objetos que no fueron pensados como juguetes: una piedra es un teléfono, un cojín es un coche. Cuanto más abstracto el objeto, más rica la imaginación.
Qué aprenden los niños gracias al juego simbólico
A través del juego simbólico los niños ensayan conflictos, elaboran miedos, practican el lenguaje, negocian, toman decisiones y aprenden a ponerse en el lugar del otro.
Un estudio (2013) publicado en Psychological Bulletin demuestra que el juego simbólico mejora las funciones ejecutivas como la memoria de trabajo, la flexibilidad cognitiva y el autocontrol.
Además, ayuda a regular las emociones. Un niño que juega a cuidar a un peluche herido puede estar elaborando su experiencia en una visita médica reciente. Otro que finge ser un superhéroe quizás esté buscando experimentar la sensación de poder en un momento en el que se ha sentido vulnerable.
Beneficios del juego simbólico para los niños
- Lenguaje: fomenta el desarrollo de vocabulario, estructura narrativa y expresión emocional.
- Empatía: al adoptar diferentes roles, el niño se pone en el lugar del otro.
- Resolución de conflictos: inventar historias les permite simular situaciones de la vida real y buscar soluciones creativas.
- Autonomía emocional: da sentido a lo que viven, canalizan frustraciones y ejercen control simbólico sobre sus emociones.
- Creatividad y flexibilidad mental: desarrollan pensamiento divergente y capacidades para adaptarse a lo nuevo.
Cómo fomentar el juego simbólico
No se trata de dirigir ni de estructurar el juego, sino de dar espacio, tiempo y materiales para que el juego simbólico surja de forma natural:
- Menos juguetes, más imaginación: materiales abiertos como telas, bloques, cajas o utensilios reciclados invitan a crear mundos nuevos.
Una caja no es solo una caja: hoy es una nave espacial, mañana una casa en el árbol. - Tiempo sin prisas: el juego simbólico necesita calma, aburrimiento y libertad para desplegarse. La creatividad aparece cuando no hay expectativas ni interrupciones.
- Evita corregir: si dice que la cuchara es un unicornio, entonces lo es. No hace falta explicarle “lo real”. Corregir mata la magia; seguir su juego la alimenta.
- Participa sin invadir: puedes entrar en su historia, pero sin imponer tu guion. Frases como “¿quién soy yo ahora?” o “¿y qué pasa después?” son puertas de entrada respetuosas.
- Observa y acompaña: a través del juego simbólico expresan emociones, preocupaciones y deseos. Si escuchas con atención, entenderás mucho más de lo que dicen con palabras.
- Espacios que invitan: no hace falta una sala de juegos, basta con un rincón accesible y acogedor. Unas mantas, cojines y materiales variados a su alcance pueden obrar maravillas.
- Modela con humor y sin juicios: si te ven jugar, imaginar o inventar historias, lo integran como algo natural. Jugar también es una forma de vincularse, no solo de entretener.
Una ventana a su mundo interior
El juego simbólico es una ventana al mundo interior de los niños y una herramienta para su desarrollo. Cuando los adultos respetamos y acompañamos estos juegos, validamos su forma de conocer el mundo y nos acercamos a ellos.
Así que la próxima vez que veas a tu hijo hablando con su muñeco o a tu hija ordenando animales por colores, no pienses que está “solo jugando” (que también). Está construyendo su mundo, su identidad y su futuro.
Foto | Portada (Freepik)
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