La cocina es fuente de aprendizaje para nuestros hijos: 11 beneficios que tiene para los niños cocinar con sus padres

La cocina es fuente de aprendizaje para nuestros hijos: 11 beneficios que tiene para los niños cocinar con sus padres
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La cocina es para los niños una fuente extraordinaria de aprendizaje, en donde no solo aprenden sobre alimentación y propiedades nutricionales, sino también sobre salud, matemáticas, geografía o química, entre otros muchos aspectos.

Las vacaciones escolares son el momento perfecto para cocinar con nuestros hijos, pues aparte de ser una actividad familiar muy divertida en la que seguro que participan encantados, les aporta grandes beneficios. Eso sí, es importante que siempre que los niños nos ayuden a cocinar lo hagan bajo nuestra supervisión y en un espacio habilitado y acondicionado a sus capacidades.

Hoy te explicamos por qué cocinar es una de las mejores actividades que pueden hacer los niños.

Tiempo en familia

Tradicionalmente, la cocina ha sido el punto de encuentro de las familias. Al calor del fuego, padres e hijos han tejido sus lazos, aprendido sobre la naturaleza y nutrido el cuerpo y el alma. Pero con el paso del tiempo, las prisas y la vorágine del día a día nos han ido absorbiendo, y cocinar en familia ha quedado relegado a un segundo plano.

Por eso, el primer y más importante beneficio que aporta a los niños cocinar con sus padres es pasar tiempo juntos. Y es que cocinar es una actividad fantástica para 'conectar' con nuestros hijos, favoreciendo la comunicación, la relajación, el entretenimiento y el conocimiento mutuo.

Favorece la concentración y atención plena

Cocinar requiere de tiempo y atención, no solo a la hora de medir o pesar los ingredientes (hemos de ser muy cuidadosos y atender a las medidas indicadas), sino de seguir una receta, cuidar la presentación del plato o asegurarse de que los ingredientes se van incorporando o mezclando en el orden preciso.

Por eso es una actividad maravillosa para entrenar la concentración y la atención plena en los niños.

Requiere de organización

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Cuando metemos a los niños en la cocina por primera vez es normal que estén nerviosos, emocionados y quiere hacer todo al mismo tiempo. Pero poco a poco entenderán que cocinar es un proceso lento que requiere de diferentes pasos que deben cumplirse en orden para asegurar el éxito de la receta.

Por ejemplo, en primer lugar deberán hacer un listado de los ingredientes que van a utilizar, detectar si falta alguno, saber dónde están guardados (en la despensa, en el armario, en el frigorífico...), disponerlos todos al alcance antes de empezar a cocinar, irlos incorporando a la receta en el orden indicado...

Fomenta su autonomía

La cocina es uno de los sitios clave para comenzar a fomentar la autonomía de los niños, ya que es aquí donde comienza gran parte de la vida práctica. Y es que en esta estancia de la casa no solo se cocina el menú de la familia, sino que se llevan a cabo varias tareas domésticas como poner y quitar la mesa, lavar los platos, colocar los utensilios en diferentes armarios o cajones, o barrer el suelo.

Aprenden medidas de seguridad y prevención

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A la hora de cocinar con los niños hemos de ser muy estrictos con las medidas de seguridad y prevención, asegurándonos de que no hay nada a su alcance que pueda lastimarlos, enseñándoles cómo utilizar los cuchillos, cortadores o tijeras y prestando especial atención cuando estemos usando el fuego o el horno.

Pero no solo es importante que nosotros estemos pendientes, también hemos de inculcarles estas medidas de prevención desde el principio, y asegurarnos de que conocen los peligros o riesgos que puede haber en la cocina y saben cómo evitarlos.

Ejercitan la psicomotricidad fina

La cocina es un buen escenario para que los niños ejerciten su psicomotricidad fina, pues miden, pesan, manipulan materiales y alimentos de diferentes tamaños y texturas, hacen trasvases de un recipiente a otro, remueven, cortan, hacen la pinza con los dedos...

Se trabajan los cinco sentidos

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De igual modo, cocinar permite poner a prueba los cinco sentidos:

  • La vista: los colores que tienen algunos alimentos son especialmente llamativos, y muchos cambian con la cocción. Por ejemplo, la lombarda se oscurece y tiñe las partes más blancas en crudo y el agua de la cocción se queda de un bonito color morado.
  • El olfato: muchos alimentos desprenden olor en crudo, pero otros los van soltando con los vapores de la cocción. También las especias y hierbas aromáticas son ingredientes fantásticos para despertar nuestro sentido del olfato.
  • El tacto: mediante la manipulación de alimentos y sus diferentes texturas, temperaturas y consistencias, los niños ponen a prueba su sentido del tacto.
  • El gusto: probando alimentos aprenden a diferenciar si algo es dulce, salado, amargo, ácido... o si hace falta añadir más sal o azúcar.
  • El oído: la cáscara del huevo al romperse, el burbujear de la leche hirviendo, el ruido de la batidora, el chup-chup de un guiso a fuego lento, el crujir de la corteza del pan enfriándose, el fhsss de los ingredientes en la sartén. ¡La cocina está plagada de detalles sonoros!

Aprenden a conocer diferentes texturas

Cuando cocinamos manipulamos toda clase de materiales. El azúcar es un polvo grueso, mientras que la harina es mucho más fina. La masa de hacer pan es maleable, igual que la de las croquetas o la mantequilla, y la masa de galletas permite hacer diferentes figuras.

La masa para repostería es semilíquida, pero cuando se hornea o cocina se endurece. Esto también ocurre con otros alimentos como la carne, pero sin embargo, en el caso de los vegetales sucede lo contrario, pues al cocinarse se ablandan. Por su parte, el agua, la leche y el aceite son elementos líquidos, aunque unos son más resbalosos que otros.

¡Cuántas texturas y cuántos cambios pueden observarse!

Aprenden sobre ciencia

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La cocina es un gran laboratorio de ciencias, pues, esencialmente, cocinar es transformar la materia prima mediante acciones como la fuerza, la adicción de componentes o la energía.

Por ejemplo, hay compuestos que se disuelven, como la sal o el azúcar, cambiando el sabor de los alimentos. Pero también, si se añaden en exceso a un líquido ya no podrán disolverse, e incluso si superan un determinado volumen podrían hacer que el líquido se derramase. Así mismo, si mezclamos agua con azúcar haremos un líquido dulce, pero si lo calentamos conseguiremos almíbar en diferente concentración, un fluido que va haciéndose más pegajoso hasta conseguir la consistencia del caramelo.

Por su parte, el agua líquida se endurece cuando la metemos en el congelador y se evapora cuando la calentamos, convirtiéndose en gas. Además, al congelarla se expande, algo que también podemos estudiar de manera práctica.

Aprenden sobre matemáticas

En la cocina nos acostumbramos muy pronto a trabajar con cantidades, magnitudes, medidas y tiempo. Todo se combina de manera magistral para lograr el resultado deseado, experimentando con las matemáticas en estado puro.

Por ejemplo, medimos y pesamos líquidos y sólidos, comprendiendo de este modo que peso y volumen son magnitudes diferentes. Los niños se darán cuenta enseguida de que hay cosas que pesan más que otras, entendiendo por qué el aceite flota sobre el agua o por qué los garbanzos caen al fondo de la olla.

Además, cuando utilizan una báscula para medir ingredientes o una jarra para los líquidos, aprenderán sobre gramos, kilos y litros sin necesidad de acercarse por primera vez a esas medidas en un libro escolar.

Aprenden sobre los alimentos

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A la hora de utilizar los ingredientes en la cocina podemos aprovechar para hablar sobre su origen: si salen de la tierra, los árboles o los animales, cómo y cuando se recolectan, cuál es su punto de maduración, qué propiedades nutricionales tienen, cómo ha llegado ese alimento al supermercado, qué condiciones de conservación necesita...

En definitiva, la cocina les permite conocer las distintas materias primas con las que vamos a cocinar, así como agradecer a nuestro planeta Tierra la cantidad de recursos que pone a nuestra disposición para poder alimentarnos.

Aprenden sobre alimentación saludable

La cocina saludable debería formar parte de nuestros hábitos alimenticios, pues con ello no solo estamos cuidando nuestra salud, sino inculcando a nuestros hijos desde pequeños la importancia de amar y cuidar nuestro cuerpo y estado de ánimo mediante una alimentación cuidada y saludable.

Predisposición a probar nuevos alimentos

Saber de donde vienen los alimentos, qué forma y textura tienen en crudo, cómo se cocinan y qué modificaciones sufren en este proceso puede ayudar a los niños a aceptarlos mejor en la mesa. Y es que la neofobia (o miedo a comer ciertos alimentos) suele mejorar notablemente cuando los niños se implican en todo el proceso de cocinado, despertando su interés y curiosidad.

Desarrollan su sentido de pertenencia y contribución

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Cuando metemos a los niños en la cocina y les pedimos que nos ayuden estamos transmitiéndoles el mensaje de que confiamos en ellos y en sus capacidades, y de que su contribución es importante para nuestra familia

Esto les permite sentir que pertenecen, favoreciendo su autoestima y confianza en sí mismos, y creciendo sintiéndose queridos, respetados y valorados. Y es que es increíble como una actividad tan sencilla puede aportar tantos beneficios emocionales a los niños.

Fotos | iStock

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