Prehistoria e infancia

Prehistoria e infancia
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Hemos hablado de las razones biológicas que, por el proceso de hominización que conlleva el aumento del perímetro craneal y la posición bípeda, nuestras crías nacen completamente indefensas y dependerán absolutamente de su madre para sobrevivir.

Además, para permitir el nacimiento en esas condiciones, nuestras crías nacen pronto comparativamente, como si la Naturaleza encontrara esa solución para conseguir que esas grandes cabezas puedan salir por esa pelvis de bípedo. Esto condiciona que los bebés humanos nazcan prematuramente en comparación con otras especies similares, es decir, menos desarrollados en muchos aspectos, desarrollando una heterocronía, como explicaré a continuación.

Veremos con más detalle algunas circunstancias ligadas a esto y que nos hacen aplicar la paleontología y lo que sabemos de la evolución humana al entendimiento de nuestros hijos en su infancia.

Heterocronía en el bebé sapiens sapiens

Esto se conoce como heterocronía y se trata de este proceso biológico descrito en muchas especies: supone un cambio en los tiempos de desarrollo. La heterocronía solo puede ser descrita en comparación a otras especies pertenecientes a la misma rama o, más claramente, a lo que se determina como su desarrollo básico ancestral.

Los bebés humanos están hechos para ir en brazos

El bebé humano ancestral no puede caminar, ni reptar. Si su madre no lo sostiene, cae al suelo. Si ella no lo lleva a su pecho y no lo calienta con su piel, morirá de hambre y frío. No hay pelaje en la hembra humana al que agarrarse ni tan siquiera. O la madre lo toma en brazos o está muerto. Resumiendo, que las hembras humanas lleven a sus hijos en brazos es necesario y estaríamos extintos si ellas no lo hubieran hecho.

Los bebés humanos están hechos para ir en brazos y, consecuentemente, querer ir en brazos es tan natural como querer vivir. No hace más independiente, ni se piden brazos para molestar a la madre: los bebés que no fueron en brazos no sobrevivieron durante miles y miles de años. Estamos aqui porque las mamás humanas portaban a sus bebés.

Eso no quiere decir que debamos demonizar los cochecitos, hamacas o demás objetos destinados a llevar el bebé. Pueden sernos útiles momentáneamente, pero siempre siendo conscientes que no son el lugar natural de nuestros bebés y sobre todo, atenderlos si se quejan o no quieren estar ahi.

El bebé se mueve

No les favorece en nada acostumbrarse a ir en el cochecito, lo que si puede sernos interesante es usarlo en las situaciones en las que sea realmente imprescindible y, en cambio, favorecer el porteo y dejar al niño libremente moverse todo lo posible.

En brazos de su madre están en contacto visual con ella y ven el mundo a su altura, sienten su movimiento y observan todo lo que hace. Moverse libremente cuando pueden reptar, siempre, por supuesto, en un entorno seguro, es lo que necesitan para ejercitarse.

Toda la preocupación por la estimulación precoz o por ofrecer posibilidades de desarrollo de la motricidad fina y gruesa se simplificaría si dejasemos a los bebés desarrollarse normalmente, en brazos y en el suelo, en vez de empeñarnos en que pasen la mayoría de su tiempo en sillas o en cochecitos.

Los bebés humanos nunca han dormido solos

Podemos decir lo mismo sobre el sueño nocturno acompañado. Los bebés humános siempre han dormido con sus madres, rodeados de su calor, su protección y recibiendo alimento (no me imagino a ninguna mujer prehístorica empeñada en contar las horas en las tomar nocturnas). Estas características han garantizado la supervivencia de los bebés humanos desde que pisamos la Tierra, desde los primeros homínidos incluso.

Un par de millones de años de género Homo contradicen todas las pseudoteorias sobre los males del colecho. Los bebés humanos están programados para dormir acompañados, lo único que debemos "modernizar" es el practicar un colecho seguro. Si dormir con mamá es natural no puede crear niños con trastornos emocionales, pues es lo que nos indica la naturaleza que debemos hacer.

Todos hemos dormido acompañados, pero sobre todo, solamente a las lineas genéticas que se extinguieron se les ocurría poner al bebé a dormir sin protección y calor humano. Nuestros hijos, cuando los dejamos solos durmiento y lloran, lo hacen asustados y reclamando la atención que naturalmente están programados para tener. No quieren manipularnos, nos necesitan a su lado.

Eso no quiere decir que debamos demonizar las cunas o el que el niño pueda dormir en otro cuarto, pero si hacerlo cuando el niño esté preparado, lo pida y por supuesto, atenderlo inmediatamente si reclama nuestra compañía. No se gana nada acostumbrándose a dormir solo. ¿Cuantos adultos que se pasaron noches en su cuna ahora duermen acompañados de su parejas como si eso fuera lo más normal del mundo?

En una próxima entrada volveremos a la paleontología, la antropología y la zoología como ciencias auxiliares a la crianza, dejando que nos expliquen el proceso de aprendizaje, la neotenia humana y la socialización natural desde el punto de vista de nuestros antepasados homínidos y humanos, de los que tenemos muchos rasgos inmutables y naturales.

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