Cuéntanos tu historia: carta a mi bebé Adrián

Cuéntanos tu historia: carta a mi bebé Adrián
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En nuestras Historias de Padres publicamos hoy una preciosa carta que le escribe Bárbara a su hijo Adrián contándole la historia de su nacimiento. Es un ejercicio muy bonito que invito a todos los padres a llevar a la práctica. Mi madre me ha escrito una carta cuando nací e igual he hecho yo con mi dos hijas para que el día de mañana sepan cómo han llegado al mundo, con el registro de todos los detalles que con los años nuestra memoria va olvidando.

Os dejo con la carta:

Nueve meses de espera sirvieron para dar “positivo” en un test de embarazo. Eras deseado, lo más deseado que queríamos; y aunque te hiciste esperar, te logramos; no nos lo creíamos cada vez que mirábamos el test. De pronto llegó una alerta, una pequeña mancha de sangre nos hizo temer lo peor, pero tú, mi niño, ya entonces eras muy fuerte.

El embarazo fue genial. A las 16 semanas ya sentía un hormigueo dentro de mi. Tu papi se moría de envidia porque también quería sentirte. Tardó en notarte, pero aún recuerdo la primera vez que lo hizo. Estábamos en el sofá y él tenía la mano puesta en mi barrigola, cuando, de repente… una patada… -si lo vieras- dió un salto en el sofá alucinante, su cara irradiaba sorpresa, locura, felicidad, pero sobre todo emoción.

Todas las pruebas decían que estabas bien. Te veíamos todos los meses porque tenías una pequeña manchita en un riñón, que luego afortunadamente desapareció.

La amnio dijo que eras un varón. ¡Un niño!... esto es un sueño –dijo tu padre-, ya que un varón era lo que más quería. Tocó ponerte el nombre, porque primero te llamamos lentejita, luego habita, ya más grande neno y finalmente tu padre te puso ADRIAN.

El 4 de marzo salía de cuentas, pero como estabas tan a gustito dentro de mi no nos fuimos al hospital hasta el 14 de marzo a las 5 de la mañana. Todo era nerviosismo.

Ingresamos en planta y hasta las 8:30 no nos bajaron al quirófano. A partir de ahí todo se complicó: no dilataba bien, la epidural no me hizo efecto en el lado izquierdo, cada vez que tenía una contracción vomitaba, querías salir pero te girabas y te quedabas atascado, por lo que estabas sufriendo mucho, así que decidieron ayudarnos con la ventosa. Me llevaron al quirófano y tras una eternidad de fuertes empujones, la ayuda de la ventosa, la de la matrona que se me subió encima, la de un gran desgarro y una gran episiotomía… a las 17:15 por fin llegaste al mundo.

Eras la cosita más bonita que había visto hasta entonces. Me puse loca de alegría cuando te vi, aunque pronto me entristecí al ver que te separaban de mi porque algo no marchaba bien. Yo estaba muy asustada. Te pusieron encima de una mesita y los médicos te rodearon, estabas muy blanquito y veía que te levantaban las piernas y brazos y de repente se te caían. Hasta unos minutitos no reaccionaste. ¡Que susto me diste pequeñajo! Luego ya te pusieron en mi pecho. No había más que emoción dentro de aquella sala. Me acuerdo la primera vez que te toqué y te sentí fuera de mi. Recuerdo como buscabas mi pecho y mi calor. Fue ahí cuando ya me dijeron que todo había ido bien.

Viniste al mundo con 4.620 kg y 55,5 cm ¡¡todo un hombre!!

Tuve un parto muy duro pero desde el instante en el que te vi ya ni me acordaba todo lo que había pasado porque cada vez que te miraba me dabas más fuerzas, fuerzas que me sirvieron y todavía me sirven para ser más valiente, ser mejor persona y aguantar todo lo que venga con tal de tenerte junto a mi.

Cuando te vio tu padre todos volvimos a llorar de nuevo. No se lo creía. Estaba tan nervioso que no sabía ni como cogerte. Y ya, cuando te estrechó entre sus brazos, las lágrimas bailaban en sus ojos.

Ahora, después de un año de tu nacimiento, no sabríamos que hacer si ti, porque tu eres quien llena nuestras vidas. Contigo cada día es diferente, ya has conseguido muchos logros: levantarte tu solito, decir tus primeras palabras, gatear, andar, saber donde están tu boca, tu nariz, tus ojitos, pero lo más importante no es eso; lo más importante es que has aprendido a conocernos, a sonreirnos, a encamelarnos, a hacernos reir, a hacernos llorar pero sobre todo a querernos tanto como nosotros te queremos a ti, mi Adrián.

Un beso muy grande de tu mami que te quiere.

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