"Nunca hay justificación para pegarle a un niño". Entrevista al psicólogo Ramón Soler

"Nunca hay justificación para pegarle a un niño". Entrevista al psicólogo Ramón Soler
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En julio entrevisté al psicólogo Ramón Soler en una larga conversación en la que abordamos el tema tan vital de la violencia hacia la infancia, desde sus manifestaciones más extremas hasta las más sutiles y menos visibles como son los desprecios, insultos, castigos y abandono emocional. He querido volver a entrevistarlo para profundizar en el tema y ofrecer a nuestros lectores herramientas para lograrlo.

Y digo vital pues en esto creo que va a radicar la posibilidad real de un avance social, quizá hasta del futuro del ser humano, en cambiar la crianza y desterrar cualquier forma de violencia hacia los niños para que puedan crecer sanos emocionalmente, pacíficos y responsables, empáticos con el que sufre y colaboradores, más que competitivos.

He querido comenzar esta segunda conversación volviendo a los adultos y a las razones por las que pegan a sus hijos. Entendiendo las causas de la violencia podremos evitarlas. Aprender a educar sin maltratar de ninguna manera es posible y Ramón nos da, en esta entrevista, algunas claves para lograrlo.

¿Se pega por el bien del niño o hay otras razones ocultas que los propios padres ignoran?

El círculo de la violencia empieza cuando un niño es maltratado. Ese maltrato puede ser de distinto tipo, azotes, palizas, insultos, vejaciones, pero también abandono y desamparo.

¿Qué sucede en la mente de un niño al que se maltrata?

El niño no tiene posibilidad alguna de defenderse y lo único que podrá hacer es adaptarse para sobrevivir a la situación que tiene que sufrir en su casa.

Este proceso implica renunciar a las propias ilusiones y creencias, que son sustituidas por las de los padres.

Al final, el niño maltratado termina creyendo que él es el que se porta mal, que sus padres le pegan por su bienestar y que, además, les debe estar agradecido.

Piensa, entonces, que pegar no está mal, que se lo merecía, ¿verdad?

Cuando ese niño crece y se convierte en padre, tiene tan interiorizadas esas creencias y está tan alejado de su verdadero yo que ni siquiera se plantea que no se deba pegar e, incluso, estará convencido de que es lo mejor para su hijo y lo hace por su propio bien.

Este proceso es totalmente inconsciente y por eso es tan difícil que los defensores del cachete puedan llegar a entender que no sólo no sirve de nada pegar, sino que, además, están ocasionando un grave daño emocional a sus hijos.

¿Qué puede hacer un padre que quiere evitar los cachetes pero siente que le salen sin poder controlarse?

Ese proceso de ruptura y distanciamiento de su verdadero Yo que comentaba antes tuvo lugar a una edad tan temprana que aún no se había desarrollado la capacidad de analizar o juzgar el comportamiento de los padres.

Fue un proceso totalmente emocional que hizo que esos patrones violentos quedaran muy grabados en su interior.

Por eso, aunque muchos padres se cuestionen, desde su parte adulta, los cachetes y no quieran repetir con sus hijos lo que ellos vivieron de pequeños, en situaciones de máxima tensión es cuando la razón queda nublada, las emociones se desbordan, conectamos inconscientemente con nuestras propias experiencias infantiles y aparecen las reacciones violentas que asumimos de pequeños y quedaron grabadas en nuestro interior.

Pero, ¿hay solución?

La solución no pasa por un control racional desde la parte adulta. Por mucho que se quiera controlar, las reacciones violentas están grabadas a otro nivel mucho más profundo y siempre habrá situaciones que nos desborden y las hagan aparecer.

La tarea más importante es realizar una inmersión a nivel emocional, poder conectar con lo que sentíamos de niños, entender ese proceso de alienación y sumisión que sufrimos por parte de nuestros padres para poder liberarnos de esa carga de violencia y buscar una manera mucho más sana y auténtica de relacionarnos con nosotros mismos, con nuestro entorno y, por supuesto, con nuestros hijos.

Nuestro yo adulto, debe acompañar a nuestro yo niño en la recuperación de sus verdaderos sueños, anhelos y creencias para poder liberarnos de nuestras máscaras creadas por reglas injustas, imposiciones y violencia.

¿Como hacer ese proceso?

La mayor parte de las veces, este trabajo no puede hacerlo uno mismo y lo más recomendable es buscar ayuda profesional adecuado para poder atravesar las barreras inconscientes que nos protegieron en su momento y nos ayudaron a sobrevivir, pero que ya no tienen sentido alguno y que, además, nos están dañando a nosotros y a nuestros seres queridos.

¿Qué mensaje recibe el niño al que le corrigen físicamente?

Son varios los mensajes que recibe el niño y todos ellos muy negativos.

En primer lugar, al recibir este tipo de castigo arbitrario y cruel, al niño se le está diciendo que sus opiniones y sus emociones no son válidas y no son dignas de ser tenidas en cuenta. Como consecuencia de esto, este niño aprenderá a reprimirse, a contener sus emociones, carecerá de autoestima, no desarrollará el altruismo y la empatía, y se mostrará insensible ante los sentimientos de los demás.

Al no ser respetado en sus opiniones y en su individualidad, el niño también recibe el mensaje de que no es bueno pensar por uno mismo, que hay que mostrarse sumiso y dejarse dirigir por lo que dicen los padres y por extensión, por toda figura de autoridad (con el peligro de falta de flexibilidad mental que esto conlleva y las dramáticas consecuencias que puede acarrear).

Por otra parte, también aprenderá que el más fuerte es el que impone su voluntad mediante el uso de la violencia.

Basta con echar un vistazo a nuestro entorno para comprobar las dramáticas consecuencias de usar la violencia contra los niños.

¿Qué herramientas podemos trabajar para mejorar la comunicación con nuestros hijos?

Hay varios pequeños detalles que debemos tener en cuenta para mejorar la comunicación con nuestros hijos y, también, con nuestro entorno.

En primer lugar, es muy importante hablar en primera persona, desde nuestro yo, de lo que estamos sintiendo en cada situación determinada. Es más fácil que los demás puedan ponerse en nuestro lugar y hacerse una idea de lo que nos pasa si podemos expresar lo que sentimos. Además, los niños tienen una especial sensibilidad para captar los estados emocionales de los demás, de modo que si decimos una cosa, pero interiormente estamos sintiendo otra distinta, los niños captarán esa incongruencia.

Otro consejo que complementa al anterior es hablar únicamente de lo que nos hace sentir la situación que estamos viviendo en ese preciso momento. Es muy habitual que una situación nos sirva como detonante para descargar sobre el otro todos los reproches que hemos acumulado en el pasado. Esto no sirve para solucionar el conflicto actual y, lo único que hace es poner más distancia emocional entre las dos partes.

También es aconsejable abandonar expresiones absolutas como: “siempre haces…“ ó “nunca eres capaz de…”. Con toda seguridad, esto no es así y seguro que alguna vez será distinto de cómo decimos. Además, esta forma de hablar, resulta muy frustrante para el que la recibe, ya que no le da ninguna alternativa y le estará determinando su futuro. Por ejemplo, si le decimos a un niño: “nunca recoges tus juguetes”, estaremos impidiendo cualquier capacidad de cambio y, de esta manera, nos aseguramos de que nunca más los recoja.

¿Pegarle una torta a un niño es maltrato en tu opinión?

Cualquier actitud que no respete al niño como persona debe ser considerada como maltrato. Una torta es algo más que la mera agresión física, es una humillación y un abuso de poder del que pega, por lo tanto, debe ser considerada como maltrato.

¿Merece algún niño un golpe o cachete?

En este aspecto no podemos ser tibios, NUNCA hay justificación para pegar a un niño, en ninguna circunstancia. No hay nada que pueda hacer un niño que pueda ser merecedor de un cachete. El problema es siempre del adulto que pega, nunca del niño.

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