Los premios y recompensas en la crianza tienen mala reputación, pero la ciencia demuestra que sí funcionan (cuando son bien utilizados)

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Lucy Ortega

Cuando de la crianza de los hijos se trata, encontramos que existe todo un universo de consejos, métodos, técnicas y estilos. Aunque podríamos decir que en algunas cosas se suele tener un consenso sobre qué es mejor, algunos métodos tienen opiniones divididas.

Aunque esto podemos verlo en diversos aspectos de la vida con hijos, como el colecho, también hay algunos métodos educativos en los que encontramos opiniones a favor y en contra.

Uno de ellos es el uso de premios y recompensas en la crianza, que algunas personas consideran que pueden afectar al desarrollo y aprendizaje de los niños. Sin embargo, la ciencia ha demostrado que sí funcionan, pero la clave está en cómo son utilizados.

Los premios y recompensas a la hora de educar son algo que suele utilizarse como un método educativo relacionado con la conducta de los niños, especialmente cuando queremos que nuestro hijo adopte determinados hábitos o deseamos que deje de tener ciertos comportamientos.

Algunos ejemplos de esto pueden ser cuando queremos que nuestro hijo aprenda a ser más ordenado y recoja sus juguetes después de utilizarlos, o si queremos cambiar un mal hábito, como el dejar las prendas que se quita en el suelo en lugar de ponerlas en el cesto de la ropa sucia.

En psicología, este tipo de refuerzo lo encontramos en algunos métodos como la economía de fichas, una técnica psicológica que pertenece a la orientación conductual, y cuyo objetivo es modificar la conducta de los niños, potenciando las conductas deseadas y disminuyendo las conductas no adaptativas.

Así, cada vez que el niño haga o no haga las cosas (dependiendo de nuestro objetivo), se le otorga una ficha o punto. Éstos se irán acumulando y, al llegar a cierto número, se podrán canjear por un premio o una recompensa que se haya acordado previamente.

Por qué tienen mala reputación

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La principal razón por la los premios y recompensas tienen algunas opiniones en su contra, es porque algunas personas consideran que éstos pueden condicionar a los niños para que hagan las cosas solamente si obtendrán algo a cambio.

Entre otros argumentos en su contra encontramos a quienes los señalan como una forma de chantajear a los niños para que hagan lo que nosotros queremos, o que por ser una motivación externa los niños no están actuando con plena conciencia ni por ellos mismos, y por lo tanto realmente no están aprendiendo.

Sin embargo, estos puntos de vista suelen ser muy extremistas y están más relacionados a situaciones en las que no se usan adecuadamente y en los que se cometen cosas que realmente no son recomendables por los psicólogos, como darlos a diestra y siniestra (porque hizo los deberes, por "portarse bien", por comerse la comida...), premiar a un niño con cosas materiales o comida chatarra, o darlos sin que haya realmente un diálogo con los niños.

¿Qué dice la ciencia sobre los premios y recompensas?

Analizando la literatura científica sobre el tema, encontramos que hay estudios a favor y en contra. Por un lado, los puntos de vista que acabamos de mencionar suelen estar basados en investigaciones que analizan el uso de premios y recompensas, pero cuyos métodos no se aplican realmente en el campo de la crianza de los hijos.

Entre los estudios más reconocidos sobre este tema tenemos uno realizado en la década de 1970 por el psicólogo Edward Deci, de la Universidad de Rochester. En él, Deci cuestiona qué sucedería si se le recompensa económicamente a los niños por hacer ciertas tareas de casa.

Uno de sus principales descubrimientos al realizar una serie de experimentos, fue que al darle a los participantes una recompensa su motivación aumentó, pero cuando se les volvió a pedir que hicieran lo mismo en otra ocasión, esta vez sin recompensa, la motivación interna o propia por hacer las cosas disminuyó en varios de ellos.

El problema, es que Deci no realizó el estudio con niños, sino con estudiantes universitarios, y además solo tuvo una duración de tres días. Es decir, ni era el grupo adecuado, ni se analizó el uso de recompensas a largo plazo.

Pero además de esto, el experimento se realizó con una actividad que los participantes ya disfrutaban y encontraban agradable (hacer combinaciones con un puzzle). Y lo mismo ocurrió con otros estudios realizados a lo largo de los años, incluyendo un metaanálisis y un estudio realizado en niños de preescolar, que continuaron investigando el tema utilizando tareas que ya realizaban de buena gana los participantes, cuando el uso de premios y recompensas en la crianza suele aplicarse ante comportamientos que se desean cambiar o adquirir.

En cuanto a los estudios e investigaciones que hablan de los beneficios de premios y recompensas, encontramos un estudio más reciente, en el que se concluyó que éstos aumentan de forma fiable el tiempo que las personas dedican a tareas poco atractivas y que los efectos negativos que se han reportado en otros estudios están limitados a circunstancias específicas que pueden evitarse.

Otro metaanálisis de 96 estudios experimentales encontró que las recompensas no reducían la motivación intrínseca como lo argumentaban estudios previos, pero que ésta puede reducirse ligeramente cuando se dan recompensas materiales y esperadas por algo que ya se hacía por gusto o por cumplir con una tarea sin importar cómo se haga.

En resumen, la efectividad y el impacto de premios y recompensas dependerá de la manera en que éstos son utilizados. Si premiamos a nuestros hijos por cosas que ya hacen, sí que es posible que pierdan esa motivación interna por hacerla. Porque no es lo mismo decir "Si ya hacía esto pero ahora me dan algo a cambio, mejor me espero a hacerlo cuando me vayan a dar ese premio/recompensa", que decir "Si comienzo a hacer esto, que realmente me resulta difícil/complicado, puedo obtener este beneficio".

La clave está en cómo los aplicamos

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Recordemos que el objetivo de premios y recompensas debe ser motivar al niño ante una situación que le resulta difícil o complicada para que, eventualmente, la repetición cree un hábito o rutina en ellos y terminen haciendo las cosas de manera natural, algo así como cuando nosotros los adultos deseamos hacernos de un hábito nuevo.

Por ello, en el caso de métodos como la economía de fichas o las tablas de recompensas, el resultado puede ser uno muy positivo si se utilizan de manera adecuada. Vaya, si no fueran efectivas los mismos psicólogos hubieran dejado de recomendarlas desde hace mucho tiempo, y actualmente siguen siendo algo muy utilizado en terapia. Nosotros mismos los hemos incluido dentro de las cosas que pueden ayudarnos a enseñar responsabilidad a los niños.

Por otro lado, aunque aquí hemos hablado de recompensar a los niños por hacer las cosas, no podemos dejar de reflexionar en lo siguiente: las recompensas son parte de la vida, incluso para los adultos, aunque no siempre las identifiquemos como tal.

Y como muestra, tenemos el hecho de que las aplicamos constantemente en nuestro día a día. Trabajamos a cambio de una compensación económica, hacemos ejercicio y nos mantenemos activos para que nuestra recompensa sea tener una buena salud, nos premiamos con un momento de ocio y diversión cuando alcanzamos una meta o terminamos nuestra lista de pendientes o tareas, etcétera.

Como comentario final, hay que tener presente que el uso de estos métodos suele ser a largo plazo para ver resultados y preferentemente con el acompañamiento de un profesional, que nos enseñará a utilizarlos adecuadamente: en situaciones puntuales, favoreciendo el diálogo y uso de acuerdos con nuestros hijos, y eligiendo premios y recompensas adecuados que continúen beneficiando a los niños.

Foto de portada | cottonbro studio en Pexels

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