Uno de los momentos más emocionantes cuando tenemos hijos es el momento en el que comienzan a decir sus primeras palabras. Desde la ternura en su voz al hablar, hasta el hecho de que suelen pronunciarlas mal, esta es sin duda una etapa muy especial.
Y como en cualquier otro proceso de la vida de bebés y niños, el desarrollo del lenguaje es algo que se va adquiriendo de manera gradual y con cada niño avanzando a su propio ritmo.
Pero independientemente de la rapidez con la que aprendan a hablar, hay algo que todos los niños tienen en común durante esta etapa de su aprendizaje: muchos suelen confundir unas palabras con otras.
Cuando mi hija era pequeña y ya hablaba un poco, comenzó a decir una palabra que al principio no entendíamos: "bam". El misterio se esclareció cuando, después de decirlo varias veces, se acercó a un coche de juguete que tenía. Entonces supimos que lo que mi hija estaba intentando decirnos era que quería jugar con su coche. ¿Cómo? Haciendo el sonido que éstos hacen: "bruuum".
Naturalmente, como todavía era pequeña y aún no pronunciaba la letra 'r', lo más cercano que podía pronunciar era ese "bam", que para ella tenía todo el sentido del mundo porque era la palabra que relacionaba con los coches.
La asociación en el desarrollo del lenguaje

Como ya lo hemos explicado en otras ocasiones, existen diversas maneras en las que podemos acompañar a nuestros hijos para favorecer su desarrollo de lenguaje. Desde conversar con él aunque todavía no sepa hablar hasta leerles en voz alta, cada una de estas cosas les ayuda a que poco a poco vayan adquiriendo y comprendiendo nuevas palabras.
Mientras nosotros hacemos todo esto, el cerebro de nuestros hijos trabaja de manera acelerada, formando conexiones entre palabras y sonidos, así como los objetos o personas a las que nos referimos con ellas. Dicho de otro modo, comienzan a asociar las palabras y los sonidos con un significado.
El tema, es que al ser tan pequeños y estar aprendiendo de manera tan rápida sobre el mundo que les rodea, a veces su cerebro interpreta las cosas de manera diferente a la de los adultos y terminan cometiendo algunos adorables errores al momento de aprender nuevas palabras.
A veces asocian un objeto o animal con un sonido en vez de una palabra (como en el caso de mi hija), otras veces recurren a la sobregeneralización o sobreextensión, que es cuando asocian una palabra general para referirse a cosas parecidas o que cumplen ciertas normas, y en algunos casos pueden simplificar y/o reemplazar las palabras que les resultan complejas por otras más sencillas.
Así, algunos niños pueden decirle "perro" o "guau" a vacas, caballos y gatos, porque han asociado esa palabra o ese sonido con los animales de cuatro patas, otros pueden decirle "patos" a los zapatos porque les resulta más fácil pronunciarlo, y otros tantos pueden decirle "luz" a la luna o al sol, porque es la palabra que han asociaco con las cosas que brillan.
¿Deberíamos corregirle?
Como lo hemos comentado, estos pequeños errores son una parte normal y esperada de su desarrollo, por lo que en principio no debemos preocuparnos. Si notamos que nuestro hijo lo hace la recomendación de los logopedas es utilizar la corrección indirecta, refiriéndonos a lo que ellos han dicho pero usando la palabra correcta: si señalan a un gato y dicen "perro", nosotros también le señalaremos mientras decimos "gato".
Con la repetición cotidiana y el tiempo, aproximadamente alrededor de los tres y cuatro años, los niños dejarán de cometer estos errores y comenzarán a usar las palabras adecuadas.
Foto de portada | Tatiana Syrikova en Pexels
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