Verano con niños: consejos sobre las altas temperaturas

Verano con niños: consejos sobre las altas temperaturas
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He estado dando algunos consejos sobre seguridad infantil en verano que espero que sirvan para que podamos evitar accidentes y problemas graves que aumentan durante la temporada estival.

Sin embargo, no quiero cerrar este tema sin dedicarme a cuestiones muy específicas relacionadas con el calor y la hidratación, que, aunque generalmente tienen consecuencias menos graves, puede llegar a serlo.

Evitar golpes de calor

El cuerpo humano está preparado para regular la temperatura corporal con medios propios, manteniéndola aproximadamente a 37 grados como media, aunque puede haber variaciones individuales y cambiar normalmente a lo largo del día.

Cuando hace mucho calor sudamos, aumenta el ritmo cardíaco y los capilares se dilatan, consiguiendo refrescar el cuerpo. Pero en verano, y especialmente en niños y ancianos, la termoregulación natural, en altas temperaturas y no habiendo suficiente hidratación, puede fallar y tener como consecuencia un problema muy grave que puede llevar incluso a la muerte: el golpe de calor.

Los síntomas del golpe de calor son un colapso. El pulso se acelera mucho, hay mareos y nauseas. La temperatura del cuerpo asciende y, si supera los 39 grados, es indispensable acudir a buscar ayuda médica. Otros síntomas son la piel seca y enrojecida y la confusión mental. En los casos más graves puede llegar a perderse la conciencia.

Los niños pequeños, los enfermos, los bebés y los ancianos son más propensos a sufrir este problema. No son conscientes de la dureza de las condiciones, olvidan beber o no tienen sensación de sed y pueden tener fallos en su sistema de regulación de temperatura, algo que en los bebés más pequeños es incluso normal, pues este mecanismo puede no estar todavía bien desarrollado. Con ellos hay que extremar las precauciones.

El golpe de calor puede prevenirse facilmente. Fundamentalmente hay que evitar una exposición sin protección a altas temperaturas y garantizar una hidratación correcta.

Debemos proteger a los niños con gorros y ropa fresca, transpirable y de colores claros, evitando que realicen ejercio físico intenso en las horas de más calor.

Para prevenir el golpe de calor en los niños es indispensable tener en cuenta algunas medidas sencillas. Hay que evitar el sol directo sobre la cabeza, usando una gorra. No se debe permanecer en el exterior en las horas de más calor y menos todavía hacer ejercicio físico intenso. En casa hay que permanecer con las persianas bajadas y procurar refrescarse con ventiladores, aire acondicionado a temperatura suave y duchas. En la calle, buscar la sombra, fuentes o lugares más frescos.

La alimentación y la hidratación tienen un importante papel, también, como protectores. Debemos ofrecer abundante agua a los niños e incluir en su alimentación muchas frutas, verduras, zumos y refrescos, evitando comidas copiosas o muy grasientas en las horas de más calor.

Si nuestro hijo ha sufrido un golpe de calor es importante llamar a los servicios médicos y se deben tomar medidas mientras llegan. Estas pasan por mantenerlo en un lugar fresco y humedecer su cuerpo con compresas frescas, no heladas, para tratar de bajas o, al menos, contener, su temperatura corporal.

La rehidratación es importante, con agua que no esté demasiado fría o bebidas isotónicas en los más mayores, pero solamente debemos dárselas si el niño está consciente y es capaz de beber normalmente, pues si está inconsciente es muy peligroso y puede haber riesgo de ahogamiento.

Prevenir la deshidratación

Paralelamente al golpe de calor y como medida que lo previene, debemos hablar de la deshidratación, reconocerla y prevenirla.

Los bebés tienen un mayor porcentaje de agua en su organismo, de un 80% y son los más vulnerables a la deshidratación, sea por exceso de calor, por diarreas o por un aporte de agua limitado, pero igualmente debemos aumentar las preacauciones con los niños pues, cuando más pequeños sean, más delicado es su equilibrio y menos conscientes son de tener sed.

La prevención es sencilla. Debemos evitar la exposición al calor excesivo, vestir al niño con ropas frescas, darle alimentos ricos en agua y ofrecerle líquidos.

Con los lactantes, como decía, hay que ser especialmente cuidadoso. Un bebé que toma el pecho a demanda obtiene de la lactancia materna todo el líquido que precisa, pero debo recalcar que debe realizarse una lactancia a libre disposición, no con horas marcadas, sino dejándole al bebé acceso al pecho para que pueda dar un "chupito" cuando quiera. La leche del comienzo es menos concentrada en grasas y, especialmente cuando hace calor, el bebé tomará un poco de pecho como fuente natural de líquido, incluso si ha "comido" hace un rato corto.

Si el bebé toma lactancia artificial debemos estar atentos a sus signos, nunca concentrar el polvo que se añade al biberón y, si fuera necesario, ofrecer agua si nos lo recomienda el pediatra, teniendo siempre en cuenta que la alimentación artificial carece del mecanismo natural de la lactancia materna para ofrecer a demanda líquidos pero que debe darse a demanda.

Si todo esto falla la deshidratación puede reconocerse por algunos síntomas: pérdida de un 5% del peso corporal, piel seca y pálida, hundimiento de las fontanelas en los bebés, escasez de la orina y deposiciones duras.

Aunque quizá la mejor manera de reconocer los síntomas de la deshidratación es estar atento a la actividad y el ánimo del niño pequeño, ofreciéndole líquido si percibimos algún problema y anticipándonos a ello.

No hemos terminado. Nos quedan más consejos sobre seguridad infantil en verano, y, en próximas entradas, hablaremos de los insectos, animales sueltos, espacios de juego al aire libre y seguridad en el hogar.

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