La explicación psicológica de por qué los adolescentes no ven el peligro: la fábula de la invencibilidad

La explicación psicológica de por qué los adolescentes no ven el peligro: la fábula de la invencibilidad
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¿Tienes un hijo adolescente y tienes la sensación de que a menudo es imprudente? Parece como si no le tuviera miedo a nada, pero en realidad no es exactamente esto; lo que ocurre es que se siente "invencible", y piensa "a mí esto no me va a pasar".

No es que tu hijo "no tenga cabeza", lo que ocurre es que siente que nada malo puede pasarle, y no solo le pasa a tu hijo. Se trata de un sesgo cognitivo propio de la adolescencia que ha sido estudiado y descrito en psicología, llamado fábula de la invencibilidad o ilusión de invulnerabilidad. Te contamos más sobre este fenómeno psicológico y sobre cómo actuar como padres.

Por qué los adolescentes son imprudentes y las consecuencias de ello

En un artículo publicado en 2014 en el Journal of Developmental and Educational Psychology, citan a Mariscal y colaboradores (2009), autores que  hablan de este fenómeno propio de los adolescentes, y explican que tiene que ver con el riesgo que corren los adolescentes al realizar determinadas conductas, y que consiste en la (falsa) sensación de estar protegidos de todo peligro y de ser especiales.

La fábula de la invencibilidad es la (falsa) sensación de los adolescentes de estar protegidos de todo peligro, lo que hace que lleven a cabo conductas de riesgo.

Según los autores, de esta forma, al no tomar precauciones en situaciones potencialmente peligrosas y al estar convencidos de que ellos no corren peligro alguno, hace que realicen acciones que pueden hacer que quede en riesgo su integridad, como el mantener relaciones sexuales sin protección o el consumir drogas como el tabaco, el alcohol u otro tipo de drogas.

Así, los adolescentes asumen riesgos que pueden tener consecuencias desastrosas para sus vidas. Otros autores, como Weinstein (1984), citado en un artículo publicado en la Revista Iberoamericana de Psicología y Salud, define este sesgo como la tendencia a creer que uno mismo tiene menos posibilidades que la persona media de que le ocurran eventos negativos.

Por otro lado, en un artículo publicado en la Revista Electrónica de Psicología Iztacala, explican que el adolescente se forma una imagen irreal de sí mismo, sintiendo que es diferente y único al resto del mundo y que nada negativo le puede suceder.

A este sesgo cognitivo se le añade otro: el de la fábula personal, de la que ya hemos hablado como parte del pensamiento adolescente, que se refiere al sentimiento de que son indestructibles y únicos, sintiendo, también, que nadie ha experimentado en el mundo las cosas como las están experimentando ahora.

La explicación según la neurociencia: el cerebro del adolescente

Hay una explicación desde la neurociencia que describe por qué los adolescentes no perciben el peligro o son imprudentes, que tiene que ver con que el cerebro del adolescente se debate entre la razón y la emoción, es decir, entre lo "correcto" o lo que conviene, y lo que le apetece. ¿Por qué? Hay diversas estructuras implicadas en este fenómeno:

  • Sistema límbico y hormonas

El  sistema límbico es la parte del cerebro que regula las emociones y que canaliza el miedo y la ira (a través de la amígdala), y se encuentra "bombardeado" desde los 10-12 años por una tormenta de hormonas que alteran el comportamiento. Las hormonas responsables de la maduración sexual, en este periodo aumentan 30-40 veces frente a la infancia.

Se activan también la adrenalina y la noradrenalina, sustancias químicas que contribuyen a la agresividad y volubilidad emocional. Además, la hormona THP (precursora de las hormonas sexuales entre otras), fundamental en los adultos para reducir el estado ansioso, en los adolescentes tiene efectos opuestos, ya que ¡activa la ansiedad!

  • Corteza prefrontal inmadura

Por otro lado, encontramos la corteza prefrontal, la zona del cerebro encargada de los procesos mentales superiores (planificar el comportamiento, prever las consecuencias, elegir los recuerdos, regular la conducta social, frenar los impulsos procedentes del sistema límbico y ayudar a reflexionar antes de actuar).

Es la "directora de la orquestra", la que dirige; sin embargo, no alcanza su plenitud hasta los 25 años aproximadamente (se desarrolla más lentamente que otras áreas cerebrales).

  • Núcleo accumbens o "centro del placer" hiperactivado

Después encontramos al núcleo accumbens, "el centro del placer"; dentro de este núcleo se libera la dopamina cuando se produce una gratificación. En los adolescentes, se libera más dopamina que en el caso de los adultos, por lo que, alcanzar la recompensa tiene más peso que la previsión del riesgo.

Todo lo descrito constituye una mezcla explosiva que hiperactiva a los chicos a esta edad. Pero esta tormenta emocional puede ser modulada a través de influencias sociales y familiares adecuadas, como veremos al final del artículo.

Otras razones de por qué los adolescentes minimizan el peligro

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Imagen de Freepik

Más allá de la fábula de invencibilidad, encontramos otras razones que explican por qué los adolescentes son imprudentes (o no llegan a sentirse nunca vulnerables). Por un lado, la inmadurez y la falta de experiencias vitales que les ayudarían a entender que hay situaciones que son potencialmente peligrosas, sin quitarles importancia, y como consecuencia, a ser más precavidos.

También su personalidad (si tienen el rasgo de la impulsividad, es más probable que cometan imprudencias). Por otro lado, el egocentrismo aún presente en la adolescencia. El adolescente, aunque pueda ser empático, muchas veces aún tiene dificultades para ver más allá de sí mismo, y esto se relaciona, otra vez, con la ilusión de invulnerabilidad.

Cómo podemos actuar como padres

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Imagen de Freepik

Ayudar a un hijo adolescente a ser más prudente y consciente de los riesgos de sus acciones (sin meterle miedo) es una tarea importante para su seguridad y desarrollo, que pasa por ayudarle a madurar y a ser también más responsable. ¿Cómo podemos ayudarles? Os proponemos cinco ideas:

  • Establece una comunicación abierta y sin juicios con tu hijo. Anímale a hablar sobre sus pensamientos, sentimientos y preocupaciones. Escucha atentamente y demuestra empatía, para que se sienta comprendido. Esta conexión emocional hará que esté más dispuesto a escuchar tus consejos.
  • Enséñale sobre los riesgos específicos que enfrenta en su entorno, como el consumo de sustancias, el comportamiento sexual de riesgo o el uso de las redes sociales. Proporciona información objetiva y basada en evidencia para que comprenda las posibles consecuencias de sus acciones.
  • Establece reglas y límites concretos en casa. Asegúrate de que entienda las consecuencias de no seguir estas normas. Al mismo tiempo, involúcrale en la elaboración de estas reglas para que se sienta parte del proceso y comprenda la importancia de la responsabilidad.
  • Anima a tu hijo a desarrollar habilidades de pensamiento crítico. Enséñale a evaluar situaciones, analizar riesgos y recompensas y tomar decisiones informadas. Puedes hacerlo planteando preguntas abiertas que le ayuden a reflexionar sobre sus acciones. Por ejemplo: "¿qué crees que puede pasar si te subes al vehículo de alguien que ha bebido?"
  • Modela comportamientos seguros; los adolescentes a menudo imitan el comportamiento de los adultos, por lo que, muestra comportamientos prudentes y seguros en tu vida diaria. Haz un esfuerzo consciente por demostrar cómo tomar decisiones informadas y responsables.

Foto | Portada (Freepik)

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