El estrés en la infancia y la adolescencia puede modificar el cerebro de nuestros hijos

El estrés en la infancia y la adolescencia puede modificar el cerebro de nuestros hijos
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El estrés infantil puede incidir en la salud de los niños, ya sea produciéndoles alergias, dañando su boca y otras complicaciones derivadas de un exceso de actividades o de cambios en su entorno familiar.

Ahora, un estudio español de INCLIVA, CIBERSAM y la Universidad de Valencia, ha confirmado que el impacto de las experiencias adversas y estresantes es especialmente importante durante los primeros años de vida porque ciertas regiones de nuestro cerebro, sobre todo la corteza prefrontal, aún se están desarrollando. Como consecuencia: sufrir estrés durante la infancia y la adolescencia puede modificar el cerebro, especialmente en las mujeres.

Las mujeres, las más afectadas por el estrés

El sexo influye en la respuesta al estrés y las mujeres tienen más probabilidades de desarrollar trastornos psiquiátricos relacionados, aunque el conocimiento sobre sus efectos es limitado. Para analizar los efectos a largo plazo del estrés en la vida temprana sobre los circuitos neuronales de la corteza prefrontal y averiguar si el sexo tiene influencia sobre ellos, se sometió a experiencias estresantes a ratones macho y hembra durante las últimas fases de la infancia y la adolescencia.

Los resultados mostraron que el estrés en la vida temprana tiene un efecto muy importante sobre los circuitos neuronales de la corteza prefrontal, especialmente en la de las hembras.

Las alteraciones se detectaron particularmente en neuronas inhibidoras, un tipo de neuronas especializadas en el control y sincronización de las redes neuronales de nuestro cerebro. Además, se observaron cambios en la expresión de algunas moléculas que regulan la plasticidad de estas neuronas inhibidoras.

Las conclusiones del estudio, dirigido por Juan Nácher, investigador de Psiquiatría y Enfermedades Neurodegenerativas del Instituto de Investigación Sanitaria INCLIVA y del Centro de Investigación Biomédica de Salud Mental (CIBERSAM) y catedrático de Biología Celular de la Universidad de Valencia, han sido recientemente publicados en la revista 'Neurobiology of Stress'.

El estrés daña la salud, demostrado

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No es la primera vez que se llega a esta conclusión. Aunque la muestra de los niños era pequeña (15 menores que sufrían Estrés Postraumático a causa de algún abuso, de alguna pérdida importante o por haber sido testigo de violencia), un estudio publicado en la revista Pediatrics en 2007 ya revelaba que el estrés extremo podría dañar el cerebro de los niños: como vivir un atentado, abusos sexuales, físicos o emocionales, etc.

Según estos científicos de la Universidad de Stanford (EE.UU.), puede provocar cicatrices físicas en el cerebro, precisamente en el área en que reside la memoria y las emociones. Los resultados también encontraron niveles más altos de cortisol en sangre, la hormona del estrés, que destruye las células del hipocampo.

En 2008, un estudio realizado por investigadores alemanes nos ofrecía algunas conclusiones poco alentadoras: los adultos que están en tratamiento por desórdenes mentales tuvieron mayores niveles de estrés en su infancia que las personas sin problemas psiquiátricos.

La investigación, publicada en BMC Psychiatry, comparó las experiencias infantiles de 96 personas que padecían depresión grave, esquizofrenia, adicción a las drogas o desórdenes de personalidad, y 31 adultos sin problemas psiquiátricos.

Cómo evitar que nuestros hijos se estresen

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Algunas sencillas medidas pueden ayudarnos como padres a controlar el estrés en la infancia y adolescencia:

  • Informarle de asuntos familiares que pueden implicarle para que pueda manifestar su opinión, que se tendrá en cuenta. Más aún si hay una determinada situación que puede causarle estrés (nacimiento de un hermano, cambio de casa, nuevo cole...). Averiguar qué puede causarle ansiedad y trabajar para evitarlo.

  • Reforzar las conductas positivas, para fomentar su autoestima y aportarles confianza en sí mismos.

  • Enseñarle a gestionar las emociones, para que entiendan que es normal sentirlas todas pero que eso no puede impedir que disfrute de las cosas buenas que le ocurren cada día.

Lo importante es encontrar tiempo de calidad para pasarlo con nuestros hijos y darles confianza para poder hablar de cualquier tema.

Vía | CIBERSAM

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