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¡Vamos a la playa! Ummm... ¿vamos a la playa con un bebé?

¡Vamos a la playa! Ummm... ¿vamos a la playa con un bebé?
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Preparados, listos ya. ¡Qué ganas de vacaciones! De tostar nuestra piel blanquecina al sol y de no hacer nada excepto bostezar por el hastío de un descanso perenne de 2, 7 o 15 días (quien pueda). Esta rutina que se repetía cada verano ahora plantea ligeras dudas y ciertos cambios ¡hay un bebé en la familia!

Sol para nuestro sol

Somos más playeros que un vigilante de la playa y nos enloquece el sol: ¡Stop! No es recomendable que un bebé se exponga al sol antes de los 6 meses. Su piel, casi transparente como la de un ángel es débil y cualquier rayo, pese a que se encuentre a la sombra o bajo una sombrilla (no olvidemos los reflejos en la arena) pueden causarle daño. Una vez pasada esa primera etapa en la que el bebé se acostumbra al mundo y lo hace su piel, su visión y su cuerpo ¡vamos a la playa! Pocas aventuras serán más apasionantes que la de ir a la playa con tu bebé: los charquitos pasan a ser montañas rusas, la arena, el paraje lunar y las pequeñas olas se convertirán en gigantes molinos a los que batallar alegremente cual Quijote.

¡Bebé a la vista!

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¿Qué recomendaciones dar si estamos con un bebé en la playa? Las mismas que a un adulto pero con una precaución extrema: evitar las horas de sol más dañinas ( de 12 a 5), utilizar siempre sombrilla, aplicarle una alta protección específica para niños de forma repetida (yo jamás bajo de 50 ni para mí misma) y si su piel es muy blanquita y son sus primeras exposiciones al sol vestirle con una camiseta de algodón que no deje pasar ni un rayo (y sí permita toda la diversión).

Queremos tener su cuerpecito resguardado de cualquier daño solar (y vital), por eso una procura nunca olvidarse de aplicarle crema en el empeine de los pies, las orejitas, la nuca y las manos. Eso y agua de forma continuada son los ingredientes principales para que un día en la playa sea una jornada inolvidable. Posiblemente será inevitable que al bebé le de por comerse arena cual manjar exquisito, gatear hasta la toalla de los vecinos y acampar cual okupa en casa ajena y adorar, hasta beberla a sorbitos, u odiar hasta gritarla sin recato el agua de mar. Paciencia es lo que nos falta en el petate playero pero lo que nos sobrará es amor y ganas de diversión.

Una cometa con la que surcar el viento, piezas apilables con las que construir, arena, agua, una pequeña red para pescar pequeños seres (y soltarlos) rastrillos, cubos y palas, piezas para hacer quesitos de variadas formas, son los juegos que el bebé encontrará apasionantes pero aún más apasionante será destruir lo construido sin ayuda y cual Atila de paso por Constantinopla.

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