"Hay una estrecha relación entre crianza y violencia". Entrevista a la antropóloga María José Garrido (I)

"Hay una estrecha relación entre crianza y violencia". Entrevista a la antropóloga María José Garrido (I)
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Hoy, en Bebés y más, os ofrecemos la primera parte de la entrevista que hemos realizado a la antropóloga María José Garrido con quien hablaremos en profundidad sobre lo que su disciplina puede aportar a la crianza, interesándonos en las diferentes formas en las que cada cultura atiende y educa a sus hijos.

María José Garrido es madre, historiadora, arqueóloga y antropóloga, lleva años investigando la relación entre crianza y cultura, así como las consecuencias de los diferentes modelos de educación y atención infantil en la vida adulta y en el tipo de sociedades que conforman. Recientemente ha concluido su tesis doctoral sobre antropología de la crianza, etnopediatría y crianza respetuosa en Internet.

Me gustaría, María José, profundizar en el tema de la violencia. ¿Es innata la violencia?

No, en absoluto. No hay en nuestra biología una tendencia hacia el comportamiento violento. De hecho, el estudio de distintas especies ha mostrado que el estatus dentro del grupo se adquiere, sobre todo, por la actitud de cooperación y por el desarrollo de ciertas funciones sociales que benefician al grupo. La guerra, por tanto, es producto de la cultura y no de la biología.

No existe en nuestra genética o en nuestra neurofisiología nada que nos incite a la agresividad. A estas conclusiones llegaron en 1986 una veintena de científicos internacionales procedentes de distintas disciplinas, al firmar la Declaración sobre la violencia, en la que refutaban las teorías supuestamente científicas que justificaban la violencia y la guerra. La violencia, por lo tanto, se aprende.

¿Existen o han existido, alguna vez, culturas que podamos calificar de no violentas?

Entre otros, el antropólogo francés Pierre Clastres ha analizado la “arqueología de la violencia”, revisando las teorías sobre la agresividad en sociedades primitivas. Llegó, igualmente, a la conclusión de que la guerra es una construcción cultural.

A lo largo de la historia de la humanidad han existido y siguen existiendo culturas pacíficas. Las investigaciones antropológicas, neurobiológicas, psicológicas y psiquiátricas coinciden en que la tendencia natural de nuestra especie, dada nuestra naturaleza social, es la integración y la solidaridad.

¿Qué rasgos comunes tenían esas culturas pacíficas?

Sus relaciones se basan en la cooperación y la negociación más que en la confrontación. No existe competitividad entre los adultos ni agresividad.

¿Nos puedes hablar de algunos ejemplos?

Por ejemplo, los yecuana y los sanema, que investigó Jean Liedloff en Venezuela, no conocen la infelicidad, los conflictos, el concepto de trabajo ni las normas de nuestra cultura.

En esas sociedades, se acepta la diferencia y la diversidad, por lo que no pretenden forzar ni convencer a los demás. La vida gira alrededor de la integración y la reciprocidad. Tienen carácter igualitario y su sistema social suele estar basado en el parentesco y la amistad.

Predomina el concepto grupal y de comunidad sobre lo individual, por lo que carecen del concepto de intimidad o privacidad. Reparten los recursos mediante la reciprocidad, que evita cualquier tipo de desigualdad social o económica.

¿Su forma de criar y educar a los niños era especialmente amorosa?

A la luz de las investigaciones sobre grupos que viven en condiciones similares a la Edad de Piedra, como los yecuana de Venezuela, los bosquimanos del Kalahari, los ache de Paraguay o los arapesh de las islas Trobriand, desde que nacen los niños están en contacto físico con el cuerpo de alguien, adulto o niño.

Además, los bebés y niños permanecen cerca de todos los acontecimientos del grupo. No se deja llorar a los niños y la lactancia se produce a demanda durante varios años. También suelen dormir los adultos junto a los niños.

Entre los kung san del Kalahari, por ejemplo, no dejan sólo al bebé, lo llevan en una especie de cabestrillo que les permite cierta movilidad y tomar el pecho a voluntad. Se estima que, de media, maman cada 13 minutos. Los bebés no suelen llorar y, cuando ocurre, son consolados de inmediato con el pecho. El destete se produce cuando va a nacer el siguiente hijo.

Es habitual que el bebé vaya cargado en posición vertical, como entre los ache, para que pueda desarrollar su capacidad motriz.

En muchas de estas culturas conciben la maternidad a tiempo completo, duermen el primer año con el bebé para protegerlo y permanecen en contacto físico con la madre casi todo el día.

¿Cómo eran las crianzas en las culturas pacíficas?

En estos grupos la crianza era amorosa, aunque no en todos los casos: los gusii de África oriental cuidan de sus niños al considerarlos vulnerables, duermen con ellos, mantienen un contacto físico estrecho y la lactancia se produce a demanda durante varios años; pero no existen manifestaciones afectivas hacia ellos.

Por su parte, la cultura tradicional japonesa considera a los niños seres puros que deben estar unidos a su madre. Fomentan la integración de la familia a través del sueño compartido y de la ternura en el trato hacia ellos, como forma de que se conviertan en adultos conectados socialmente. No valoran la independencia, por tanto. El vínculo, para ellos, es saludable y la dependencia infantil, necesaria para su seguridad emocional. Entre los arapesh también daban mucha importancia a mantener un estrecho contacto físico con los bebés.

Suelen coincidir en respetar los procesos madurativos del niño, sin forzarlos, y aceptar que los niños son sociables por naturaleza y necesitan la compañía de adultos y otros niños como modelo de comportamiento. Paradójicamente, los niños en esas culturas son más independientes y autónomos que en Occidente.

¿Dirías que hay relación de causa y efecto entre crianza y violencia en una cultura?

Sin duda hay una relación estrecha entre crianza y violencia.

La violencia está en relación con la capacidad de vincularse, de desarrollar la empatía, la confianza o la solidaridad.

Numerosas investigaciones han corroborado que niños maltratados se convierten en padres maltratadores. Entre los yecuana y sanema, por ejemplo, los niños no muestran agresividad, celos entre hermanos, infelicidad, ni tampoco rabietas. No se pelean ni discuten entre sí.

La tribu arapesh, que estudiaron antropólogos como Malinowsky y Margaret Mead, se caracterizaba por una lactancia prolongada, la ausencia de represión en la sexualidad infantil y un gran contacto físico con los niños desde el nacimiento. Según sua análisis, estos factores estaban directamente relacionados con el grado de violencia del grupo, basando sus relaciones en la cooperación y el bienestar, siendo inexistente el suicidio.

Por otra parte, el contacto físico está íntimamente relacionado con el grado de violencia.

James W. Prescott estudió 49 tribus de todo el mundo y llegó a la conclusión de que los grupos con poco contacto físico y escasa afectividad con los niños, desarrollaban mayor grado de violencia en la edad adulta. Sin embargo, en aquellas sociedades en que mantenían estrecho contacto con sus hijos, la agresividad era prácticamente nula.

Vamos a seguir hablando con la antropóloga María José Garrido sobre la crianza en estado natural y sobre la forma en la que, la forma en la que tratamos el nacimiento y la infancia, influyen en la sociedad en la que vivimos.

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