Un poquito mas... (I)

Un poquito mas... (I)
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Me acordaba ayer de la frase machacona del "te vas a caer" y hoy os traigo otra, que sigo escuchando continuamente y que me costó conseguir que las abuelas de mi hijo abandonaran, por lo menos en mi presencia. Es el dichoso "un poquito mas".

No niego que existan niños que comen poco, pero cuando eso realmente sucede, o hay un problema físico o psicológico que se manifiesta en la alimentación.

Normalmente me da más bien la impresión que, llevados por manuales generales de nutrición infantil o de las hojas que reparten en las consultas, nos creemos que los niños, si no comen la cantidad marcada se van a poner enfermos o no van a crecer.

Pautas sobre alimentación

Recuerdo las pautas que me dieron sobre las cantidades ingentes de papilla que se suponía que se tenía que comer mi hijo. Algo completamente exagerado para él. Nunca se comió más de 100 centímetros cúbicos de papilla, y desde luego, nunca se terminó esos platazos que le preparabamos al principio.

En realidad las papillas no le gustaban nada de nada. Los cereales industriales le daban arcadas, los preparase con la leche que fuera. Los purés podían tener un pase, siempre que tuviera de verdad mucha hambre y estuvieran sabrosos.

Pero lo que le gustaba de verdad eran los trocitos machados de alimentos no mezclados, la fruta aplastada, las galletas, los cuscurros de pan y la sopa de sémola. Pero incluso de este modo la cantidad que comía era poca comparada con las tablas que daban para su edad en cada caso.

Un poquito más

Cuando no quería más lo sabía dejar muy claro. Apartaba la cuchara con la mano, se enfadaba y, cuando se le insistía, que confieso que alguna vez lo hice, podía llegar a tener una arcada. Por lo que aprendí a respetar su estómago y su apetito y no andar molestándolo con que comiera un poquito más.

Además, mi hijo tomaba leche materna a demanda, y esta cubría buena parte de sus necesidades nutricionales, siendo la alimentación complementaria eso precisamente, el complemento que precisaba su organismo para añadir lo que la leche no podía darle.

De hecho, desde los tres meses, ha estado siempre en los mismos percentiles, el 25 de peso y el 50 de altura, creciendo de forma gradual y siendo un niño delgado, aunque con el tiempo ha ido aumentando la cantidad relativa de alimentos que ingiere y hoy come casi la misma cantidad que yo, que soy grandota (y comilona).

Por ejemplo, este último año he notado que necesita comer muchísimo, seis veces al día y además quema lo que sea, incluso alimentos muy calóricos, aunque físicamente no es un niño especialmente activo.

Nunca le he obligado a comer, pero admito que, conociendo a mi hijo, a veces me hace falta recordarle, cuando está jugando o estudiando, que quizá pueda tener hambre o sed, porque cuando está absorto en algo se olvida de que tiene cuerpo y si no le mete unas cuantas calorías luego se viene abajo. Pero si no quiere, no le obligo.

Tampoco le he obligado a comerse nunca todo lo que hay en el plato, aunque, con el tiempo, observo que cuando comemos en casa ajena trata de comerse todo. Pero basta una mirada para que me avise que no quiere más y sencillamente se para si está saciado.

Come de todo, o de casi todo, mucha verdura y fruta también, aunque siguen dándole arcadas la pera y las espinacas, aunque las lentejas son ahora uno de sus platos preferidos. Y sigue enfadándose si le insisten para que coma o se pone fatal si ve que a un bebé le obligan a comer.

Creo que me ha enseñado que el "un poquito más" no sirve ni para alimentar mejor a un niño ni para educar su apetito. Es mucho más efectivo dejarles sentir su cuerpo y los mensajes que les manda, respetándolos, entendiéndolos y dejando que la regulación de un organismo sano guie su nutrición, siempre, por supuesto, desde la responsabilidad que tenemos los padres sobre la salud y la alimentación completa de nuestros hijos.

En Bebés y más | Te vas a caer..., Alimentación complementaria: ¿Cuánto tiene que comer mi hijo? (II), ¡Mi niño no me come!, Un 40% de los niños son “mal comedores”

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