Las dos increíbles ilustraciones que muestran cómo se hacían las cesáreas cuando se operaba sin anestesia

Las dos increíbles ilustraciones que muestran cómo se hacían las cesáreas cuando se operaba sin anestesia
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Vivimos en la actualidad en un extraño momento en el que los nuevos protocolos, los nuevos profesionales de la salud e incluso los futuros padres y madres están abogando por un estilo de parto menos controlado por la tecnología de lo que lo ha sido hace unos años, pues se está viendo que el resultado es mejor, y también la satisfacción de la mujer que da a luz. Hablamos de un momento en el que no solo hemos puesto el freno de mano, sino que estamos echando un poquito hacia atrás porque se ha visto que el exceso de control médico es contraproducente.

En el otro lado de la balanza se sitúa el principio de todo esto, cuando la ciencia había avanzado aún muy poco en las atenciones médicas y la mortalidad materna y fetal era mucho más alta. Por ejemplo, ¿qué pasaba cuando una mujer necesitaba una cesárea? Pues lo que podemos ver hoy gracias a estas dos ilustraciones que muestran cómo se hacían las cesáreas cuando se operaba sin anestesia.

Las cesáreas en el año 1840

Son ilustraciones de la Wellcome Collection de Londres que hemos visto en el DailyMail y que forman parte de los libros de cirugía del siglo XIX, cuando todavía no se operaba con anestesia. Imaginad lo peligrosa que podía resultar la intervención tanto para la madre como para el bebé y, obviamente, lo dolorosa para ella.

Las dos ilustraciones, ésta y la que tenéis más abajo, datan de 1840, y no fue hasta 1846 cuando se llevó a cabo la primera intervención con la administración de un anestésico. Fue William Morton quien la llevó a cabo en una demostración pública en que usó éter como anestésico administrado por inhalación para extraer una pieza dental cuyo dolor era tal, que el paciente no dudó en ser la primera persona en ser intervenida de ese modo.

Una mortalidad de más del 80%

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Las cesáreas se hacían, obviamente, solo en caso de emergencia (ahora son muchísimo más seguras, pero deberían seguir siendo realizadas bajo la misma premisa, pues siguen siendo más peligrosas que un parto vaginal), dado que el dolor era terrible y las complicaciones demasiado numerosas. Pensad que por entonces no había la misma higiene: las manos de los dibujos no llevan guantes y probablemente ni siquiera habían sido lavadas antes de la intervención, puesto que no fue hasta 1843 que se empezó a pensar en la posibilidad de que muchos contagios fueran a través de las manos de los profesionales de la medicina, y pensad que no había tampoco antibióticos ni manera de solucionar muchas de las complicaciones que se derivaban de la intervención.

Más del 80% de las personas intervenidas fallecían tras la intervención o bien horas o días después por infecciones y/o hemorragias.

Así que sí, ya podemos dar gracias de vivir en los tiempos actuales, pero sin emocionarnos demasiado. Tenemos que seguir haciendo caso al sentido común, ese que nos dice que el parto natural es el más seguro para la madre y el bebé pero que, cuando hay una emergencia, la cesárea puede salvar la vida de ambos, por suerte, porque ya no se hacen como se hacían hace dos siglos.

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