Bebés de alta demanda: durmiendo las siestas en brazos

Bebés de alta demanda: durmiendo las siestas en brazos
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Siguiendo con nuestra particular serie de entradas acerca de los bebés de alta demanda llegamos al momento del sueño diurno, más conocido como “siestas”, palabra que los papás y mamás recordamos por ver dormir a nuestros hijos y no precisamente por dormirlas nosotros (qué bien sentaría una siestecita a mediodía y cuántos años hace que no se hace…).

En la entrada anterior, en la que hablamos de los cochecitos, quedó patente que a los bebés de alta demanda les quema el cochecito. No pueden dormirse en él porque apenas pasan tiempo en él cuando están despiertos. Pues bien, el cochecito no es el único lugar en el que no quieren estar demasiado tiempo.

La cuna, como el cochecito

Con la cuna pasa más o menos lo mismo. Dejarlo despierto es impensable (vamos, que la primera vez igual está un ratito, la segunda vez aguantará si el móvil va girando, pero la tercera dirá que “suficiente”) y, aunque se quedara, probablemente no se dormiría.

Dejarlo dormido es la otra opción. Una vez dormidito, lo pones con cuidado en la cuna para que no se entere y empieza la cuenta atrás. Desconozco cuánto tiempo están los bebés por norma general, aunque sí puedo decir que algunas madres explican que duermen durante tres cuartos de hora, otras te dicen que está más de dos horas y ante tal acumulación de minutos sientes que tu hijo nunca batirá un record (o quizá sí, el de “el siestero más veloz”), ya que en raras ocasiones duerme más de veinte minutos sin despertarse.

Entonces piensas en el tiempo que pasaste escogiendo la cuna (y lo sumas al tiempo que pasaste mirando cochecitos), las sábanas con ositos, esos que sonríen y parecen tan juguetones, esas sábanas que te inspiran ternura al imaginar a tu bebé tapadito con ellas y las protecciones con el mismo estampado, acolchaditas para que, si te toca un bebé movido, no se haga daño con los barrotes.

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Y un buen día llega tu madre, o tu suegra, o quien sea y te dice que “venga, que os regalo la cuna” y te viene a la mente la cuna
a la que ya le habías echado el ojo y un buen día eliges el rincón de la habitación que habéis pintado y decorado para vuestro bebé en el que irá la cuna e imaginas los momentos en que te acercas a tu hijo dormido a la luz del día para verle respirar, mover una ceja, un brazo, sonreír e incluso succionar al vacío y te ves a ti misma sonriendo de felicidad y rebosando amor por todos los poros. Vamos, como en las películas.

Pero pronto te das cuenta, cuando tu bebé ya está contigo, de que las siestas en la cuna son cortísimas, que enseguida gime, se queja y llora y que te pasas más tiempo cogiéndolo, durmiéndolo y volviéndolo a dejar del que él pasa durmiendo.

Y así un día decides que se acabó, que te lo quedas contigo en brazos y que ya se despertará y observas, anonadada, que la siesta de 15-20 minutos, o los 60 minutos partidos en 4 siestas se transforman en una sola siesta de más de una hora e incluso de dos.

Mamá, contigo al fin del mundo

Este es el mensaje: “Sin ti no vivo, sin ti no duermo, sin ti no me atrevo. Pero, ¡ay! mamá, si es contigo. Contigo, al fin del mundo”.

Y el mensaje se extiende al papá, porque por alguna extraña razón el hombro de papá es uno de los mejores reposa-cabezas de bebé y, una vez dormido, los brazos de papá funcionan igual de bien que los de mamá.

Olor, calor y seguridad

¿Y por qué en mis brazos duerme más de una hora si en la cuna no aguanta casi nada?, se preguntarán muchos padres y madres. Pues porque la cuna no es nadie, es sólo una superficie acolchada que te orienta a miras limitadas. Por arriba al techo, por los lados y por el fondo norte las protecciones de ositos y el fondo sur, me temo que queda demasiado alejado.

Sin embargo los brazos de papá y de mamá son mucho más versátiles. Se amoldan más al cuerpo, lo envuelven, lo sujetan con firmeza pero con ternura, acercan al bebé a su cuerpo, que huele a papá y huele a mamá, al calor que desprenden, escuchan el respirar de sus padres y en definitiva aportan lo que los bebés más anhelan y necesitan: seguridad.

En los brazos de papá y mamá no hay peligros, no hay duendes, monstruos ni lobos y aunque los haya, no hay miedo. Como el soldado que se refugia tras las puertas de su castillo, como el niño perseguido que toca la pared y grita “¡casa!”, como el bajar las persianas al caer la tarde, cerrar la puerta de casa con llave y encender luces tenues.

¿Hasta cuándo?

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Cuando un bebé duerme una siesta de una o dos horas su madre o padre tiene una o dos horas para desconectar, para relajarse, para hacer otras cosas, sin embargo es difícil hacer demasiadas cosas cuando sólo tienes una mano libre y sí o sí tienes que estar sentado.

Nosotros (mi mujer y yo) aceptamos simplemente que las siestas tenían que ser así y buscamos actividades para esos momentos. La televisión, un libro o navegar por Internet son actividades que se pueden hacer perfectamente con una sola mano y que sirven perfectamente como momento de desconexión.

Sin embargo podría haber padres que se preguntaran hasta cuándo las siestas serán así, ya que hay personas que prefieren conocer dónde está el final del camino antes de seguir andando.

Lo cierto es que el único que tiene la respuesta es el bebé. Unos empezarán a quedarse dormidos en el cochecito y echarán sus siestas en él (esto es lo que pasó con Jon, que empezó a aceptar el cochecito y acabó por ser su “cuna” diurna), otros se tumbarán un día en su puzzle de foam o su alfombrita de jugar y se dormirán solos y serás tú la que te sorprendas al ver que se ha dormido sin ti y otros seguirán durmiéndose con mamá y papá, quizás en la cama, con sus caricias y su presencia y aceptarán quedarse solos un ratito (como veis en general hablo de algún momento más allá del primer año).

¿Y la cuna?

Pues la cuna acaba como guarda-juguetes, como guarda-ropa o como objeto decorador para que la gente se crea que tienes un bebé y cuando el bebé crece te das cuenta de que la cuna está en el mismo lugar en el que la dejaste, casi con la misma arruga en las sábanas de la última vez que las pusiste recién planchadas, esperando a que el tiempo pase y una cama sustituya su espacio.

-¿Qué tal la cuna?
-Bien, mamá (o suegra o quien seas), duerme de maravilla en ella.

Fotos | Flickr – flash.pro, freeparking, rsgranne
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