Siete potentes razones por las que jamás debes pegarle a un niño

Siete potentes razones por las que jamás debes pegarle a un niño
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Poco a poco, la sociedad va despertando frente a los castigos físicos hacia los hijos si lo comparamos con generaciones anteriores. Pero lamentablemente, todavía es una práctica bastante arraigada que no está del todo mal vista según qué casos, y que provoca daños y acarrea consecuencias tanto físicas como psicológicas en los más pequeños.

Como personas adultas, como padres responsables y amorosos que aspiramos a ser, debemos saber que pegar a los niños es una conducta totalmente reprobable que no conduce a nada bueno. Hay alternativas al cachete, se puede educar sin pegar. Te damos siete potentes razones por las que jamás debes pegarle a un niño.

Demuestras que has perdido el control

Como adultos, somos los padres quienes debemos tener el control de la situación. Y por control, no digo ejercer el autoritarismo, sino tener la capacidad de guiar al niño y explicarle cuáles comportamientos son adecuados y cuáles no en cada situación.

Los padres somos los pilares de nuestros hijos, sus referentes. Al pegarles, les estamos demostrando que hemos perdido el control y ese referente se derrumba, nos desfiguramos como autoridad.

Entiendo que muchas veces es difícil mantener el control, todos somos padres y tenemos malos días. El cansancio, el estrés.... a veces nos dan ganas de explotar, pero ¿es que acaso no somos capaces de controlarnos antes de levantar la mano? Debemos ejercitar el autocontrol, contar hasta 10 (o hasta 100 si es necesario) antes de explotar como un volcán en erupción y pagar la falta de autocontrol con nuestros hijos.

Es un mal camino para resolver los conflictos

¿Qué les estamos transmitiendo a los niños si les damos una colleja, una bofetada o un tirón de pelo ante un comportamiento que consideramos inadecuado? Que de esta forma de zanjan los problemas.

De esta forma, sólo priorizamos la violencia ante las palabras como una manera de resolver conflictos. Si hay un problema lo hablamos de forma civilizada, si ha hecho algo con lo que no estamos de acuerdo, se lo explicamos. Si no es el mejor momento de hacerlo, esperamos hasta que las aguas se calmen y luego conversamos. Hay muchas opciones frente a los azotes, y desde luego, mucho más educativas.

La violencia llama a la violencia

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¿Cómo podemos decirle a un niño que está mal pegar a otro niño si nosotros lo hacemos con ellos?. Es una manera de justificar la violencia, de normalizarla a través de la incoherencia y la autoridad mal entendida. Yo lo hago contigo, pero tú no debes hacerlo con los demás. ¿Cómo?

Está demostrado que los niños expuestos a la violencia en el hogar se convierten en niños violentos. Lo ven en casa y lo asimilan como algo normal. Educar en la no violencia es un camino que se empieza a recorrer desde el día que nacen, o incluso antes, desde el vientre materno.

No es un método educativo

Pegar a los hijos nos deja en evidencia lo poco creativos que somos como padres. Lo fácil es dar un cachete o un azote, pero sólo resuelve en el momento a través del miedo, pero no modifica el comportamiento del niño.

Evitará hacerlo para no volver a recibir un azote, pero no entenderá por qué no debe hacer eso o aquello. Lo complicado, pero nuestra responsabilidad como padres, es utilizar recursos educativos que corrijan comportamientos de manera respetuosa. Hablar, dialogar, explicar y no sólo recursos ante la acción ya realizada, sino también herramientas que prevengan los malos comportamientos.

Daña la personalidad de los niños

Los gritos, las humillaciones, y por supuesto, pegarles deja una huella imborrable en la personalidad de los niños. Es verdad, muchos hemos recibido algún azote de pequeños y no nos ha pasado nada, o eso queremos creer, pero las marcas están ahí. Hubiese sido mejor no recibirlos.

Pero ahora somos adultos y somos capaces de mirar de frente los errores que han cometido nuestros padres. ¿Es ese el modelo que queremos seguir con nuestros hijos?

El maltrato produce cambios en el cerebro. Ya sé que un azote no es lo mismo que una paliza, pero nos hace perder la línea de una educación respetuosa (¿dónde está el límite?). La violencia les hace sentir indefensos y humillados y provoca daños en su autoestima.

Nadie se merece que le peguen

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Pegar está mal, sea quien sea. Porque sean nuestros hijos no significa que tengamos permiso para pegarles. No se pega ni a tu mujer, ni a tu marido, ni a tu pareja, ni a tus padres, ni a tus hijos. Son lo que más queremos, ¿verdad?

Así como no le daríamos una colleja a nuestra pareja ante una mala contestación, o a un compañero de trabajo por algo que nos ha molestado, ¿por qué nos creemos con la potestad de hacerlo con nuestros hijos? La violencia contra la mujer nos parece terrible, ¿por qué lo justificamos cuando se trata de niños?. Hablamos de niños indefensos, que además son nuestros hijos y debemos proteger y educar con cariño.

Porque es delito

Además de no ser un método educativo y provocar daños físicos y emocionales en los niños, en resumen, todo lo que hemos explicado en los puntos anteriores. Pegar a los hijos está prohibido por ley.

Ya sea un azote en el culo, en el pañal, un toque correctivo, o el tan conocido "cachete a tiempo", pegar a un niño es delito. Hay una ley que lo reprueba.

Desde el año 2007 el Código Civil eliminó la última frase del artículo 154: "[los padres] podrán también corregir razonable y moderadamente a los hijos". Por su parte, el artículo 153 del Código Penal prohíbe el castigo físico violento.

Fotos | iStockphoto y ellyn. en Flickr
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