Abrazos para todas las ocasiones

Abrazos para todas las ocasiones
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No hay nada mejor que recibir el abrazo cariñoso de un hijo. No hay nada mejor que dárselo. El vínculo entre padres e hijos se refuerza con el contacto físico tan cercano. Y es que, si nos fijamos, los abrazos (a diferencia de los besos) se reservan sólo para los más cercanos, los más queridos.

Los beneficios emocionales de los abrazos son inmensos, son una fuente de alegría que además a los pequeños les hace sentirse seguros y protegidos, aparte de estimados. Que les ayude a descubrir mundo o a hacer la digestión son otras razones para no negárselos.

Especialmente en los primeros meses de vida del bebé el contacto y el calor que les demos en forma de suave abrazo les proporcionará múltiples beneficios, sobre todo si le hablamos con tranquilidad y nos miramos a los ojos.

Qué decir cuando ese gesto hace que desaparezca el llanto, porque están intranquilos, porque se han despertado o sobresaltado, nada mejor que el calor del abrazo materno o paterno para transmitirles seguridad y bienestar.

Cuando van creciendo, el abrazo se puede convertir en un juego, en un gesto divertido y emocionante que conviene potenciar. Cuando llegamos a casa tras el trabajo, cuando vamos paseando y jugamos a “quién me quiere más”, antes de irnos a dormir o al despertar… ¡Qué mejor manera de empezar el día!

Desde que son recién nacidos y hemos de abrazarlos con delicadeza sin recibir un apretón ni una sonrisa de su parte, hasta que se nos lanzan corriendo y gritando a nuestros brazos, hay todo un proceso de crecimiento mutuo e imparable.

Imparable, porque hay que seguir cultivando ese cariño en forma de abrazo, y que los años ni la distancia nos hagan olvidar ese contacto que expresa tanto sin palabras.

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