Diario de mi tercer “embarazo”: os presento a Guim

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Sé que hace tiempo que no daba noticias de nuestro tercer embarazo, pero es que no había mucho que contar, por un lado, y aún no teníamos del todo seguro el sexo del bebé, por el otro.

Hace cosa de un mes Miriam fue a hacerse una ecografía mientras yo llevaba al mayor al dentista. Ella vio claro que era un niño, el ginecólogo no se pronunció demasiado y yo, cuando vi el vídeo, tampoco fui capaz de mojarme (o mejor dicho, no quise mojarme).

Al salir del gine me llamó para ver dónde estábamos (si ya habíamos acabado en el dentista) y entonces no me dijo nada. En ese momento supe que era un niño, un niño que se llamaría Guim.

Yo quería una niña

Yo quería una niña y ella lo sabía, así que de haber sido niña me habría dicho algo por teléfono. Pero no dijo nada, no me lo dijo hasta que me vio ante sus ojos, momento en el que me dijo con esa mirada de “lo siento por ti” que era otro niño.

Ella contenta, porque quería otro niño y yo triste, porque quería una niña. No es que no vaya a querer a mi tercer hijo, es absurdo pensar una cosa así, pero oye, es que yo ya sé lo que es tener hijos y esperaba poder saber lo que es tener una niña con este embarazo.

“Mejor niño, era egoísta”

A toro pasado, ahora que sabemos que es un niño, la gente me dice que en el fondo era egoísta querer que fuera niña, porque para mis dos hijos siempre será mejor tener otro niño.

Dicen que así compartirán más tiempo, que así jugarán más y yo la verdad es que no lo veo. No lo veo porque me lo explican de una manera que parece que niños y niñas no pueden compartir tiempo ni juegos, como si hablaran diferentes idiomas, como si fuéramos de repente a juntar en un vaso agua y aceite.

Que yo sepa, las niñas y los niños también juegan juntos. Un niño puede jugar a muñecas y una niña puede jugar a peleas o a fútbol. Un niño puede jugar sentado a que da de comer a sus muñecos o a los peluches de la hermana (o a los suyos) y una niña jugar con los Gormiti.

Ya sé que los Gormiti no son rosa, ni vienen en una caja rosa, pero creo que las niñas saben captar más colores que el rosa y pueden jugar también con los juguetes que no están en el pasillo rosa de la tienda de juguetes. Digo yo, vamos.

Por qué quería niña

Quería niña por una razón muy simple: porque ya tengo dos hijos y quería saber qué era eso de criar a una niña. Las niñas son diferentes a los niños. Se comunican de otra manera, actúan diferente, suelen ser más pícaras (dicen), más locuaces y yo simplemente quería vivir la experiencia de tener una hija.

Dicen que las niñas son más de los padres y yo quería saber hasta qué punto es cierto y, si lo es, disfrutarlo. Quería tener a una personita que se pusiera al otro lado de la balanza de mis dos hijos y que les aportara cosas diferentes… una hermanita, con un cuerpo diferente, una voz diferente y una manera de ser diferente.

No es que Guim vaya a ser más de lo mismo, porque nunca se sabe, quizás es el niño perfecto para desbalancear la ecuación y actuar diferente a ellos. Esto es algo que sabré dentro de un tiempo, pero a priori, ante la posibilidad de escoger o de desear, yo elegía niña.

Ahora me queda una extraña sensación de vacío que me dice que “nunca sabrás lo que es tener una hija” y la verdad es que me apena un poco. Sin embargo, la alegría de saber que dentro de pocos meses tendré de nuevo a un bebé en mis brazos, a Guim en mis brazos, alivia cualquier lamento. Vamos, que después de un mes, lo de la niña ya está olvidado (aunque os lo quería explicar).

Con respecto a los vídeos, el que podéis ver arriba es de ayer mismo. Viene tal y como nos lo grabó el ginecólogo, así que dura “solo” 7 minutos y al final podéis ver hasta cómo se apaga el ecógrafo (“sorry”). El que os dejo a continuación es el de hace un mes, cuando Miriam supo que era un niño.

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