Criar sin azotes: técnicas y apoyos

Criar sin azotes: técnicas y apoyos
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Os prometí seguir recopilando ideas, técnicas y herramientas que he usado o que otros padres que un día decidieron criar sin azotes han ido aplicando y que pueden formar parte de los recursos a los que acudáis para solucionar las crisis que puedan ir surgiendo. He aqui algunas de ellas.

La técnica de la risa

La técnica de la risa funciona estupendamente. La risa, incluso si es forzada, desencadena un mecanismo físico y hormonal que nos proporciona una sensación de bienestar y una mejor oxigenación. Reir alocadamente cuando notemos la ira brotar, antes de que ascienda y nos domine, nos permite romper ese momento peligroso y llegar a pensar con más claridad y humor.

Reir, una buena carcajada, es una terapia inmediata e intensiva contra la ira. Son dos mecanismos que desencadenan respuestas fisiológicas incompatibles. La risa mata la ira.

Despues de esa carcajada podemos seguir en la misma situación estresante, pero habremos engañado a la rabia que nos quería dominar. Podemos entonces seguro actuar de manera más racional. Parece un truco muy sencillo, pero funciona.

Para usar esta técnica hay que saber fijarse en esas manifestaciones físicas de la ira para llegar a tiempo. Al sonreir y sobre todo al reir, se cambiarán los mensajes físicos que mandamos al cerebro y despistamos al mecanismo que hace saltar la rabia. Al cambiar el mensaje que llega al cerebro y forzarnos a reir, vamos a cambiar los pensamientos y las sensaciones.

La técnica del talismán

Otra técnica facilmente realizable es la visualización del amor que sentimos hacia nuestro hijo. Cuando sientes el enorme amor que despierta tu niño, lo feliz que te hace que esté en tu vida, parece como si la ira se asustase. Y se va.

La técnica consiste en tener un talismán secreto al que recurrir y considerarlo así, algo que nos acompaña y protege. Repetir mental y verbalmente una frase como “Te amo hijo mio” o algo semejante, habernos acostumbrado a visualizar al niño en nuestros brazos, o en algún momento especialmente feliz y tierno, centra la atención en ese sentimiento y disipa el enfado, permitiéndonos que pase el peligro de actuar dominados por la ira, para dejarnos hacerlo desde el amor, el respeto y la tranquilidad.

Cuando pensamos en el amor que sentimos por nuestro hijo es mucho más facil conseguir la fuerza interior que permite para canalizar los impulsos violentos o de ira en energía positiva.

A veces podemos sentir que el talismán se nos resbala de las manos si estamos muy sobrepasados o muy cansados, pero con la práctica su uso se hace más sencillo. Antes de gritarle al niño o darle un manotazo, piensas “Te amo hijo mio” y dejas que ese sentimiento te invada durante un par de segundos, con total intensidad, imaginándolo incluso, si lo preferimos, como una gran luz que nos inunda. Ya no quedan ganas de dar azotes, sino de acompañar y abrazar a ese pequeño que nos agota pero nos llena de felicidad.

La técnica del observador

Obviamente la complicidad de la pareja y de otras personas que estén usualmente en nuestro entorno, a las que debemos hacer partícipes de nuestra preocupación y de la decisión que hemos tomado de no usar gritos ni azotes con nuestros hijos, es importante. El entorno, por supuesto, puede ayudarnos, aunque a veces puede suponer una dificultad adicional si las personas en las que nos confiamos son partidarias de minimizar la importancia de estas formas de trato.

Explicarles a los que nos rodean que hemos decidido no gritarle y no pegar azotes a nuestros hijos supone un enorme compromiso, ya que no solamente nos observaremos a nosotros mismos o nos observarán nuestros hijos, sino que otros adultos habrán escuchado nuestra intención, nos reforzarán y aplaudirán los avances, o, cuando menos, nos observarán.

Suele ser un fuerte incentivo y se usa igualmente cuando alguien quiere dejar el tabaco, por ejemplo. Funciona si el entorno no nos zancadillea, claro. En caso contrario puede no ser una buena idea.

La técnica del cómplice

Pero, aparte de la ayuda de la pareja o del entorno habitual, podemos acudir al cómplice, el amigo comprometido que ha pasado por lo mismo o está en la misma linea de actuación. Juntos podemos ayudarnos a entender mejor y a consolarnos mutuamente.

Yo tengo dos amigos así. Desde hace seis años empezamos a ayudarnos en la crianza de nuestros hijos. A veces todavía los llamo a horas extrañas para explicarles algo que ha pasado, o que pienso, pidiéndoles consejo y compartiendo vivencias. Nos hemos convertido, con los años, en más que hermanos, nos consideramos familia y conocemos el alma del otro casi tan bien como la propia, diciéndonos verdades de las que duelen con la seguridad de que el otro las asume desde el conocimiento de nuestro cariño enorme.

Buscar amigos que cuiden a sus hijos de esta manera es de enorme ayuda. Incluso si no podemos convivir con ellos, si los vemos de tarde en tarde y el contacto diario es virtual o por teléfono, van a reforzarnos, ayudarnos, comprendernos y darnos ánimos, además de permitirnos compartir experiencias que serán la referencia que nuestro entorno familiar quizá no esté preparado para ofrecernos.

Ser escuchados y sentirnos entendidos es muy importante para no rendirnos ante las dificultades. Después de una crisis, superada o no con éxito, no hay nada como hablar con un amigo, llorar o felicitarnos, sentir que a alguien le importa lo que hacemos y nuestro empeño.

Conclusión

Usar la visualización de amor por nuestro niño, la risa o apoyarnos en observadores que sepan de nuestro compromiso y de amigos que compartan nuestra idea de crianza son algunas de las técnicas que podemos usar para lograr demostrarnos que es posible educar y criar sin azotes.

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