Alimentador o redecilla antiahogo: ¿revolución o fracaso?

Alimentador o redecilla antiahogo: ¿revolución o fracaso?
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Andaba yo mirando una revista de bebés y de repente me he encontrado con un anuncio que publicita el Alimentador antiahogo con el que, y cito textualmente, "puedes alimentar a tu bebé de forma segura. Cárgalo de frutas, verduras frescas, quesitos o galletas con total tranquilidad ya que sólo los nutrientes atraviesan la malla de seguridad".

Esto me ha recordado que con mi hijo el mayor llegamos a tener uno de estos inventos y me ha sorprendido ver que aún se comercializa. Lo compramos pensando que era una revolución, pues teníamos miedo de que con la comida se nos atragantara, pero las expectativas no se cumplieron del todo. Por eso quiero recordar aquellos momentos hablando del invento. Alimentador o redecilla antiahogo: ¿revolución o fracaso?

La idea es buena, el resultado no

Ojo, que la idea es buena si es que pudiera fabricarse un dispositivo con que los niños comieran trozos sin riesgo a que éstos se le fueran para la garganta (hasta atragantarle, se entiende), o eso creo, que es buena, porque lo más parecido a lo que comento ya existe, se llama batidora y tritura la comida para que los trozos sean tan licuados que no se puedan atragantar.

Vale, que hablamos de darle trozos directamente... pues entonces no hay nada. Lo más sensato es ofrecer los trozos en una presentación que el niño pueda manejar fácilmente con la mano y pueda manejar bien en la boca, para masticarlos y/o babearlos y finalmente tragarlos.

Ya, lo sé. Quizás penséis que se van a ahogar. Pues depende, hay niños que pasan perfectamente de la teta a los macarrones y que no llegan a probar los purés hasta más mayores, cuando ya comen prácticamente de todo.

Pero sí, también hay de los otros, de los que les cuesta una barbaridad porque cualquier cosa que se meten en la boca les supone un suplicio en forma de arcadas. Pues lo ideal es a los seis meses, cuando pueden empezar a comer, ofrecer comida en una presentación relativamente simple para ellos y a ver qué pasa. Si más o menos se van defendiendo, adelante, seguimos con el método. Si lo llevan fatal, vale más ir a por el triturado y esperar un poco.

¿Y utilizar el antiahogo?

Entonces habrá quien piense: "pues esperamos un poco a que sea capaz de comer los trozos y mientras tanto le doy la comida con el antiahogo". Y yo digo "pues como quieras, pero eso no sirve de mucho". Dice la publicidad que los nutrientes atraviesan la malla de seguridad. Y yo digo que no, que algunos sí, obviamente, pero que muchos otros se quedan ahí dentro.

Recuerdo meter pera, manzana y galleta y sí, la pera la chupaba de tal manera que quedaba deshidratada. Vamos, que el niño se la comía prácticamente toda y dentro quedaba un trocito de pera minúsculo sin agua alguna (probablemente la parte de la fibra). La manzana la chupaba un buen rato, pero salía prácticamente como entraba. La galleta sí la chupaba un rato, pero gran parte quedaba dentro mal desecha y aprisionada asquerosamente entre los agujeros de la malla. El plátano, que también llegó a entrar, ni te cuento.

Vamos, que los niños, con la malla antiahogo comen muy poco de lo que se les ofrece, se pierden gran parte de los nutrientes que se quedan dentro de la malla y la película llega después, cuando hay que limpiar esa guarrada llena de babas y comida desecha. Que si es por las babas da igual, pero ver que apenas ha comido y que quedan restos de todo por todas partes no es agradable.

Lo limpias como puedes, te estás unos minutos con el agua para desincrustarlo todo y lo dejas secar con la duda de que te hayas dejado algo de comida ahí y que con el agua, ahí secando solo, no vaya a multiplicarse ahí un ecosistema de microorganismos que no querrías que tu hijo chupara.

Entonces lo acabas por meter en el lavaplatos, y tras algunos lavados vas viendo que la red ya no es blanca, sino que se oscurece haciendo que el conjunto dé cada vez más asco. Vamos, que tanta historia y lo único que le ofreces al bebé cuando metes comida dentro es un "chupa-chups" sano, es decir, un cacharro que chupar y babear que sabe bien pero alimenta poco.

Para nosotros, desde luego, resultó ser un fracaso de invento y otro cacharro que compramos porque creímos que era útil y que no llegamos a utilizar con el segundo ni con el tercer hijo.

Foto | Nikidom
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