Alergias en niños: siete claves para ayudarles a convivir con ellas

Alergias en niños: siete claves para ayudarles a convivir con ellas
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La Sociedad Española de Inmnulogía Clínica, Alergología y Asma pediátrica (SEICAP) sitúa en dos millones la cifra de alérgicos en nuestro país, siendo las alergias alimentarias las que más han crecido en los últimos años.

Los niños son el colectivo más vulnerable, principalmente los menores de cinco años, aunque las reacciones alérgicas más graves se suelen encontrar en niños por encima de esa edad. Si tenemos un peque con una alergia, ¿qué podemos hacer para ayudarles a convivir con ella de la mejor forma posible?

Una vez diagnosticada la alergia de nuestro hijo, y puestos los medios necesarios para evitar el alérgeno que le causa reacción, podemos poner en práctica estas sencillas medidas que le ayudarán a sobrellevar su alergia de forma natural:

1. Hablad de su alergia con naturalidad

El niño tiene que aprender cuanto antes a convivir con su alergia por lo que se hace imprescindible que los padres hablemos con ellos de forma natural. Hagámosle ver que su alergia forma parte de su vida y, como tal, tiene que aprender de ella.

Conociendo su su alergia no sólo sabrá evitar las situaciones que la provocan, sino también hablar de ella con quienes le rodean, ayudando en la importante labor de informar, difundir y crear conciencia social.

2. Buscad recursos si se trata de niños muy pequeños

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Cuando la alergia se presenta de forma muy temprana, se hace complicado hablar con los peques de ello. Su capcaidad para entendernos aún es limitada, máxime cuando hablamos de temas tan complejos como los relativos a la salud.

Pero ayudándonos de dibujos o cuentos podremos enseñarles de una forma divertida y adaptada a su edad qué es una alergia, qué ocurre en su cuerpo cuando se desencadena una reacción y cómo hacer para evitarlo.

¿Recordáis la maravillosa serie de dibujos animados "Érase una vez la vida"? Pues echemos a volar nuestra imaginación buscando recursos similares que nos ayuden a comunicar este problema a nuestros hijos, por muy pequeños que sean.

3. Identifica su alergia

Aunque los niños sean plenamente conscientes de su alergia y sepan hablar de ella con soltura, no debemos olvidarnos que sólo son niños por lo que conviene buscar recursos que les ayuden a tener su alergia siempre presente en cualquier entorno o situación.

Cuando el niño varíe su entorno habitual (por ejemplo, si se va de campamentos o colonias, excursiones escolares, vacaciones en hoteles...), identificar claramente su alergia con ayuda de pulseras, chapas o cartelitos puede ser una gran ayuda para ellos.

El peque se sentirá tranquilo llevando su identificación y el adulto que le trate y no le conozca, sabrá que ese niño requerirá de unas medidas especiales que tendrá que controlar y vigilar.

4. Implícale a la hora de hacer la compra

Si tu hijo padece una alergia alimentaria y ya sabe leer y escribir, implícale a la hora de hacer la compra: desde preparar la lista de las cosas necesarias, hasta hacer la compra en el supermercado.

Haciendo la lista con nosotros le estaremos implicando en su alimentación y en la de toda la familia y le haremos ver la multitud de alternativas que existen al alimento al que es alérgico.

Llevándole con nosotros a comprar, estaremos ayudándole a que aprenda a interpretar etiquetados, a leer con minuciosidad los ingredientes de los alimentos y a aprender a desechar los que no sean aptos para él.

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5. Implícale a la hora de cocinar

Igualmente podemos implicarles a la hora de cocinar platos sencillos y que puedan despertar su interés, aprovechando para enseñarles que medidas son importantes que adopten cuando tienen una alergia alimentaria.

Lavarse bien las manos antes y después de cocinar, lavar bien con agua y jabón los utensilios que usemos, preservar el plato del alérgico una vez se haya cocinado para evitar la contaminación cruzada... ¡Son muchas las situaciones en las que los peques se pueden ir involucrando al tiempo que aprenden acerca de su alergia!.

6. Anímales a que hablen de ello cuando lo necesiten

A veces los adultos, con el fin de quitar hierro a una situación que puede resultar dolorosa, evitamos hablar de ella o preguntar a nuestros hijos su opinión al respecto.

Si por ejemplo, tu peque acaba de ser diagnosticado de alergia al pelo de los gatos, puede que se sienta muy triste porque ansiaba tener un gatito al que cuidar y mimar. O si es alérgico alimentario puede que se sienta fuera de lugar cuando va de invitado a una fiesta de cumpleaños.

No dejes que tu hijo viva esos sentimientos en soledad. Anímale a hablar de lo que la alergia supone para él. Pregúntale cómo se siente y qué podeis hacer para mejorar la situación. Sólo así comprobará que existen alternativas igual de felices y buenas, al tiempo que se siente escuchado y acompañado en su problema.

7. Enseñále a confiar en el personal sanitario que le trata

Los niños diagnosticados de alergias viven con frecuencia inmersos en pruebas médicas, consultas con especialistas y medicación. Desde los típicos pinchazos en el brazo (prick-test) para evaluar los alérgenos a los que son sensibles, hasta extracciones de sangre, endoscopias, pruebas de provocación oral, adrenalina inyectable, inhaladores...

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Todo este compendio de médicos y pruebas puede resultar difícil de llevar para un niño. Por eso, los padres debemos ayudarles a confiar en el personal sanitario que les trata y si podemos, intentar explicarles con antelación las pruebas qué les harán y en qué consistirán.

Los niños, al igual que nos ocurre a los adultos, manejan muy mal la incertidumbre. Lo que para un adulto puede ser una prueba rutinaria y menor, para un niño que la vive por primera vez y desde el desconocimiento, puede suponer un trauma.

Acompañémosles siempre, hablémosles con confianza de lo que van a vivir y de cómo se van a sentir y, sobre todo, no les mintamos. No servirá de nada decirle que "su médico le va a curar la alergia que padece" cuando no sabemos si será así. Porque hay alergias que se curan y otras que perduran hasta la etapa adulta.

Suavicemos la información que vayamos a darles en función de su edad y capacidad de entendimiento pero no les mintamos nunca, y ayudémosles a confiar en el personal médico que les trata.
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