Por qué es tan difícil a veces educar a nuestros hijos (II)

Por qué es tan difícil a veces educar a nuestros hijos (II)
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Tengo una amiga pediatra que adora a los niños que un día, hablando de la educación, me confesó que no había tenido hijos porque consideraba que educar a un hijo era algo dificilísimo y una gran responsabilidad para la que no se sentía preparada.

Tener hijos es fácil (o relativamente fácil), porque la mayoría de parejas los tiene. Pero claro, tener hijos supone tener que responsabilizarte de ellos, de su bienestar, de su educación y en definitiva supone tener que prepararlos para la vida que tienen que vivir cuando decidan hacerlo sin nosotros, por sus medios, tomando sus decisiones y relacionándose con los demás sin nuestra presencia.

Todo esto es un proceso que empieza el día que nacen y que no acaba nunca, porque incluso cuando son mayores y los padres deciden no intervenir están educando, y es una responsabilidad de los padres, pero también del resto de la sociedad. Si ya es difícil para los padres educar a un hijo, si a veces nuestras neuronas sacan humo tratando de buscar soluciones, imaginad qué difícil se hace cuando además tenemos que explicar las conductas de otros adultos (o de nosotros mismos).

Hace tres días os dejé la primera parte de esta entrada. Una entrada escueta llena de preguntas, llena de porqués, siendo preguntas que cualquier niño podría hacer a sus padres. Algunas las inventé yo y otras las plasmé tal cual mi hijo el mayor me las ha ido haciendo a lo largo de los últimos meses.

Es cierto que todos cruzamos cuando el semáforo está en rojo y no pasa ningún coche, pero yo no lo hago si veo niños esperando (e intento no hacerlo incluso cuando no hay niños), por respeto a ellos y a sus padres. Están aprendiendo que cruzar en rojo es peligroso y no es ético que mientras ellos esperan yo cruce con toda mi parsimonia, como vemos mi hijo y yo a menudo mientras esperamos al semáforo, que casi dan ganas de decir “gracias por ayudarme a educar a mi hijo”.

Pero el semáforo es sólo un ejemplo de tantos. Gente que tira cigarrillos con el coche en marcha, que baja la ventanilla para tirar cosas, que las tira mientras camina por la calle, ver a tus hijos agachados en la arena de la playa cogiendo colillas de cigarros, envolturas de bolsas de patatas y basurillas varias preguntado “¿esto qué es?” y tú respondiendo “basura, hijo… unos marranos la han dejado ahí, cuando podrían haberla tirado a la papelera”.

Son infinidad de cosas que la gente hace mal porque ha perdido, probablemente hace tiempo, el respeto por las demás personas. Lo más gracioso es que luego todo el mundo pide para sí ese respeto que no profesa.

Los adultos somos los que tenemos la llave de la educación de nuestros hijos. De nosotros depende en grandísima parte que nuestro hijo sea una gran persona o que no lo sea, que sea respetuoso con el medio ambiente, con las personas y en general con su entorno o que piense que el mundo le pertenece y que todo gira a su alrededor, y no hablo de cuando son niños, sino de cuando crecen y llegan a adultos.

El futuro de nuestra sociedad depende de la herencia que dejamos a nuestros hijos y, sinceramente, a mí me da bastante vértigo poner la mente en blanco y observar la sociedad en la que vivimos, bastante putrefacta (quizás haya una palabra mejor para definirla, pero ahora mismo no la encuentro) tanto a pie de calle como a un nivel superior (las personas que nos reinan y gobiernan, que nos dirigen y controlan) y llego a una única conclusión: educar a un niño, ciertamente, es una de las tareas más difíciles que existen porque la sociedad no ayuda a hacerlo. Es algo casi exclusivo de los padres y la escuela (y me fío más de los padres que de la escuela) y además de no ayudarnos con nuestros hijos, nadie nos ayuda para que les eduquemos, con horarios horribles y una conciliación laboral y familiar lamentable.

Que nadie se extrañe si el día de mañana nuestros hijos, ya adultos, nos señalan con el dedo. Es más, que nadie se extrañe si el día de mañana nuestros hijos, ya adultos, ni siquiera son capaces de señalarnos con el dedo porque creen que la sociedad en la que viven es lo único que hay, sin alternativas, sin pastilla roja que tomar.

Foto | Rodrigo Basaure
En Bebés y más | El movimiento “Educación para todos”, ¿Cuándo debe empezar la socialización en los niños?, Cambiar la educación para cambiar el mundo, Decálogo de la “Educación para todos”

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