El “tiempo de pantalla” es algo más que poner límites

El “tiempo de pantalla” es algo más que poner límites
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Vivimos en un mundo rico en contenidos multimedia (o saturado de medios de comunicación, dependiendo cual sea tu punto de vista) y no es difícil encontrarse con padres preocupados sobre la manera en la que sus hijos interactúan con las nuevas tecnologías. Últimamente se habla mucho del control del “tiempo de pantalla”, sobre todo durante los meses de vacaciones cuando los niños tienen más tiempo libre.

He pasado la mayor parte de mi carrera estudiando a los niños y la seguridad online y muchos padres me preguntan la cantidad de tiempo recomendada para el uso de dispositivos con pantalla. ¿Mi respuesta? Existe mucha más información sobre el consumo de contenidos digitales que sobre lo que opinan los expertos en cuanto a los límites diarios de su uso.

Limitando el tiempo de pantalla

La idea de limitar el tiempo que se pasa delante de una pantalla cobró fuerza en 1999, cuando la Academia Americana de Pediatría recomendó a los padres que evitaran el uso de smartphones, tablets, ordenadores y de la televisión para los niños menores de dos años, así como limitar su uso a no más de dos horas para niños mayores de dos años, incrementando el tiempo con la edad.

Aunque la Academia Americana de Pediatría suavizó estas indicaciones en 2016 (se incrementaron las políticas para incluir el uso de medios digitales positivos y proponer planes para los contenidos multimedia en la familia), la idea principal de que se debe reducir el tiempo delante de las pantallas apenas ha cambiado.

Los padres deben dejar de preguntarse por la cantidad de tiempo y centrarse más en el contenido, el contexto y las conexiones que hacen los niños.

Puede que estas instrucciones básicas para padres tengan su encanto, pero las recomendaciones sobre los límites del tiempo de pantalla cada vez reciben más críticas por parte de una amplia gama de expertos.

En el mundo académico, los estudios a favor de limitar el tiempo delante de las pantallas no se pueden tomar muy en serio porque los estudios de laboratorio no siempre se pueden adaptar a las condiciones de la vida real. No pocas veces, los estudios sobre el tiempo de pantalla demuestran que existen conexiones entre problemas con el bienestar y el uso de los recursos multimedia, pero no demuestran la relación entre sí.

Por ejemplo, mientras que la investigación sugiere que hay una conexión entre el tiempo delante de las pantallas y la obesidad infantil, simplemente podría significar que los niños que son menos activos son más propensos a sufrir obesidad y pasar más tiempo frente a las pantallas. La investigación no sugiere que el tiempo delante de las pantallas provoque la obesidad.

El tiempo de pantalla diario

La manera en la que nos comunicamos ha cambiado y los adultos cada vez pasan cada vez más tiempo online, de ahí que la idea del tiempo delante de pantalla haya quedado obsoleta. El mundo cada vez está más saturado con todo tipo de experiencias y contenidos audiovisuales positivos, tanto para niños como para adultos. La idea de poner límite al tiempo que pasamos delante de la pantalla asume que todas las experiencias son negativas para los niños y que les están quitando de vivir experiencias positivas en actividades que no incluyen ninguna pantalla.

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Sin embargo, sabemos que los niños son capaces de hacer todo tipo de cosas positivas con los medios digitales, a menudo en formas que apoyan y son compatibles con las actividades de la “vida real”, tal y como ocurre en el caso de los adultos. Los más pequeños se conectan para pasar el rato con sus amigos, ponerse al día sobre lo que pasa y buscar entretenimiento e información, al igual que cualquier otra persona.

En mi propio trabajo, he argumentado que algunos de los problemas que tienen los padres con los niños y la tecnología no tienen nada que ver con la tecnología. Con cada nueva generación, los niños cada vez se ven más restringidos a salir a la calle por su cuenta. Al haber menos espacios privados para los niños, no es ninguna sorpresa que tiren de las aplicaciones de los medios sociales para pasar el rato y socializarse (enfadándose cuando les privamos de ello).

Lo que parece una “pérdida de tiempo” o una “adicción” a menudo simplemente es su forma de pasar el tiempo con sus amigos.

¿Qué tienen que hacer los padres?

¿Cómo deberían determinar los padres el uso adecuado de las pantallas por parte de sus hijos? Como siempre, es complicado. Si no existe un asesoramiento profesional, los padres se deben guiar por sus propias experiencias reales y cotidianas. Dicho esto, hay algunas pautas generales que pueden ayudar.

El uso de herramientas para controlar el consumo de los niños es importante, pero no hay sustituto para el tiempo en familia
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En primer lugar, los padres deben dejar de preguntarse por la cantidad de tiempo y centrarse más en el contenido, el contexto y las conexiones que se hacen con cada medio de comunicación. Existe una diferencia abismal entre pasar horas jugando a videojuegos en línea con los amigos o a meterse en foros llenos de mensajes de odio.

En segundo lugar, los padres deben plantearse preguntas realistas sobre el bienestar de sus hijos, independientemente de su uso de los medios. ¿Sus hijos llevan una vida saludable, son socialmente activos, les va bien en la escuela y son felices en general? Si es así, probablemente no haga falta ningún tipo de restricción de los dispositivos tecnológicos.

Si no es el caso, lo mejor es no precipitarse a sacar conclusiones sobre todos los aspectos negativos de las tecnologías. Una buena opción es hablar con los niños sobre lo que están haciendo y cuáles creen que deberían ser las reglas para su uso. Quitarles a los niños el uso de dispositivos de forma unilateral sin comprender sus problemas a menudo solo va a empeorar las cosas.

Por último, los padres no deberían olvidar que no hay nada que pueda reemplazar a una relación de apoyo entre padres e hijos. Si existe una relación de confianza que es estable, incluso las experiencias negativas en Internet pueden llegar a ser experiencias de aprendizaje positivas. En todos los años en los que he trabajado con familias, he aprendido que si les preocupa el uso que hacen sus hijos de los medios digitales, es que probablemente ya “hacen lo suficiente” para proteger a sus hijos.

Autor: Nathan Fisk, profesor asistente de Educación en Ciberseguridad de la Universidad de Florida.

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.

Traducido por Silvestre Urbón.

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