Estas son las verdaderas razones por las que los niños tienen malos comportamientos

Estas son las verdaderas razones por las que los niños tienen malos comportamientos
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A veces los niños tienen comportamientos que a ojos de los adultos son "inadecuados" o desafiantes, y en la mayoría de las ocasiones desconocemos por qué se producen.

"¿Cuál es el motivo por el que mi hijo ha estallado en semejante rabieta?" "¿Qué ha ocurrido dentro de su cabecita para que explote como un volcán?" "¿Hay alguna forma de anticiparme a sus rabietas y evitar ciertos comportamientos?".

Si a menudo te preguntas este tipo de cuestiones, te ayudamos a comprender los motivos más frecuentes por los que los niños tienen malos comportamientos y qué puedes hacer en cada caso.

Quieren hacer las cosas por sí mismos, pero no les dejamos

malos comportamientos

A medida que los niños crecen y comienzan a explorar el mundo que les rodea, su necesidad de independencia y autonomía se hace cada vez más evidente. Esto les lleva a querer hacer las cosas por sí mismos, negarse a lo que les pedimos, tomar sus propias decisiones y ejercer cierto control sobre su entorno.

Es lo que se conoce como autoafirmación, una etapa del desarrollo que a menudo choca con las restricciones impuestas por los adultos.

Cuando la necesidad de autoafirmación del niño entra en conflicto con las restricciones impuestas por los adultos pueden aparecer los berrinches, la desobediencia y los "malos comportamientos".

¿Qué hacer? Comprender por qué se produce esta etapa y fomentar un ambiente adaptado a las necesidades del niño para que pueda actuar con autonomía e independencia, es clave para mitigar comportamientos no deseados y potenciar el desarrollo de importantes habilidades.

Están aprendiendo y los adultos no se lo permitimos

aprendizaje

Los niños son, por naturaleza, exploradores incansables y ávidos aprendices. Su curiosidad innata y su deseo por aprender desde la experimentación les lleva a tener comportamientos que a menudo son malinterpretados por los adultos, e incluso vistos como un desastre.

Saltar en los charcos, ensuciarse, experimentar con la comida, embadurnarse de pintura, garabatear las paredes... son comportamientos naturales que reflejan su deseo innato de aprender y dominar su entorno.

¿Qué hacer? Es importante que los adultos reconozcamos y fomentemos este impulso natural hacia el aprendizaje, en lugar de reprimirlo. Pero para que su 'explosión' de creatividad y aprendizaje vivencial no entre en conflicto con nuestros límites, debemos proporcionarles un entorno seguro y enriquecedor donde puedan explorar y aprender de manera constructiva y positiva. En este sentido, el aprendizaje en la naturaleza es una de las mejores herramientas.

Tienen una necesidad física que no está siendo atendida

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Los niños pequeños dependen de los adultos para satisfacer sus necesidades físicas básicas, como el hambre, la sed, el sueño, la comodidad o la temperatura.

Cuando estas necesidades no se satisfacen de manera adecuada, los niños suelen manifestarlo en forma de agitación, berrinches o comportamientos considerados "malos" por parte de los adultos.

El sueño, por ejemplo, es una de las principales necesidades fisiológicas de los niños. Si un niño no ha descansado lo suficiente por la noche, si su agenda de actividades extraescolares está sobrecargada por las tardes y llega al final del día agotado, o si hay un cambio en su rutina que altera la hora de irse a dormir, es probable que llore o se comporte de una forma inapropiada como forma de comunicar su incomodidad.

¿Qué hacer? La mejor forma de garantizar que los niños pequeños tienen sus necesidades físicas cubiertas es respetando al máximo sus rutinas de sueño y alimentación, no sobrecargarles con actividades que les resten tiempo de descanso y evitar la sobreestimulación sensorial.

Tienen una necesidad emocional que no está siendo atendida

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Pero los niños no solo tienen necesidades físicas, sino también necesidades emocionales igualmente cruciales para su bienestar y desarrollo. Estas necesidades están relacionadas con su deseo de pertenencia, de seguridad, afecto, validación emocional...

Cuando los adultos no somos capaces de reconocer o satisfacer estas necesidades emocionales, los niños se sienten confundidos e inseguros, y a menudo 'explotan' o recurren a comportamientos para llamar nuestra atención. Los comportamientos más habituales como forma de comunicar su angustia son los berrinches, rabietas, gritos, o comportamientos agresivos y desafiantes.

¿Qué hacer?  Es fundamental que los adultos estemos atentos a las señales emocionales de los niños y les brindemos un entorno seguro y receptivo. Escucharles de forma activa, no menospreciar sus problemas, manifestarles nuestro amor incondicional y ayudarles a gestionar sus emociones de forma saludable les ayudará a enfrentar de forma positiva y resiliente cualquier desafío.


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