¿Por qué pega si yo nunca le he pegado?

¿Por qué pega si yo nunca le he pegado?
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Una de las razones (de tantas) por las que no se debe pegar a un niño o niña es por el ejemplo que le estamos dando al hacerlo. Algo así como pretender enseñar a hacer bien las cosas mediante el cachete y el dolor, enseñar lo que está bien con algo que está mal. Al absurdo llega la situación cuando un niño pega a otro y para enseñarle a no pegar les decimos "¡No se pega!" y entonces les damos un cachete como castigo por haber pegado: te pego para que no pegues.

Vamos, que se dice eso de "no pegues a tus hijos para que ellos no aprendan a pegar", y muchas veces cuando alguien pregunta "¿Por qué mi hijo pega?" hay quien responde: "porque alguna vez le habréis pegado o porque ha visto a alguien pegar". Sin embargo no es una respuesta del todo correcta, porque hay más razones y no siempre es por aprendizaje visual. A mí, de hecho, me ha pasado. En casa no les pegamos ni castigamos, pero mis hijos han pegado a otros niños o niñas (de pequeñitos). ¿Queréis saber cuál puede ser la razón? ¿Por qué pega si nunca les hemos pegado?

Si llorar es la manera de decir que no estás bien, pegar puede ser la manera de decir que estás enfadado

Lo sabemos, lo tenemos claro: cuando un bebé llora te está diciendo que necesita algo. No dice qué, porque llora y punto, pero nos dice que no está a gusto y somos nosotros los que tenemos que saber qué le pasa. Cuando ya crecen y tienen una mínima edad aprenden a pedir muchas cosas de otra manera, señalando, con señas que acabamos entendiendo, etc., y el llanto queda más relegado al dolor o al deseo no concedido por nuestra parte, el sentimiento de que estamos siendo injustos o que no estamos atendiendo sus expectativas por negarles algo que quieren.

¿Y por qué lloran? Pues porque no saben decirnos eso de "pues me hacía mucha ilusión que me dieras eso, justo ahora, porque no puedo pensar en otra cosa y me encantaría poder tocarlo un rato y ver qué es. Me has defraudado y me va a costar reponerme de este disgusto... quizás no te hable en los próximos 4 minutos". Lo de los 4 minutos lo he añadido a modo de humor, porque muchas veces nos encontramos con dos niños peleando a muerte por un objeto, como si su posesión significara la diferencia entre vivir o morir, y después de nosotros interceder y tratar de solucionar el gravísimo problema, nos damos cuenta, 4 o 5 minutos después, de que el objeto yace abandonado mientras los niños que minutos atrás se enfrentaban en una guerra donde sólo uno podía sobrevivir juegan a otra cosa como si fueran los mejores amigos desde antes de nacer.

A lo que iba, como no son capaces de expresarse hacen uso de las herramientas que tienen y conocen, en este caso el llanto, para pedir lo que quieren. Ahora bien, ¿cómo expresan su enfado? Porque un enfado hace aflorar la rabia, aumentan las pulsaciones y el cuerpo se prepara para la huida o la lucha, activándose nuestro cerebro más primitivo y bloqueándose el cerebro racional.

Los adultos a los que más nos ayudaron de pequeños a controlar nuestra rabia, porque nos explicaron las cosas con cariño y supieron argumentar el porqué sí y el porqué no de las cosas somos capaces de controlar mucho nuestros accesos de rabia y buscar maneras eficaces de expresar el enfado y hallar una solución (o tratar de hallarla). Los adultos a los que nos controlaron la rabia a base de reprimendas para que nos calláramos o ignorando nuestras quejas, sin tomar en serio nuestros sentimientos, aprendimos a ahogar nuestras necesidades y nos cuesta enfadarnos porque, simplemente, nos hemos vuelto conformistas. Y los adultos a los que nos permitieron toda la rabia, nos dejaron quejarnos, gritar, pegar y nadie nos dijo que es no se hace, sino que "eran cosas de chiquillos", pues posiblemente sigan siendo personas con poco control de su rabia y una gran facilidad para perder los estribos.

Ahí radica la gran diferencia, que hay adultos que se comportan como niños, y hay otros que son tan racionales o están tan apagados en sus deseos y expectativas, que han bloqueado en gran parte el impulso del enfado y lo saben controlar.

Todo esto lo explico para haceros ver que los niños pequeños están en ese momento en el que sienten que el cuerpo se les pone a cien, con ganas de soltar todo ese pico de energía de cualquier manera y, como su parte racional no les permite controlarse, dejan soltar su enfado con gritos, llantos, rabia y pegando, arañando o pellizcando con toda su fuerza. En los adultos, pues este proceso va desde el "ni me enfado" hasta el "grito y rompo cosas", pasando por el "sólo grito", "digo todas las palabrotas que se me ocurren", etc.

Vamos, que los niños no pegan porque han aprendido a pegar (puede suceder también, ojo), sino porque aún no han aprendido a explicar con palabras cómo se sienten, qué esperaban que sucediera y por qué están molestos.

"No pegues, habla"

Es una de las frases que más suelo decir a mis hijos cuando veo que no encuentran la manera de gestionar un conflicto y acaban tirando de sus manos. Les separo, les digo que no se pega y les ruego que hablen. "No pegues, habla. Dile por qué te has enfadado. Dile cómo te sientes". A nadie le gusta hacer enfadar a los demás, y menos si los demás son tus hermanos, así que vale la pena decir el motivo del enfado para que el otro lo conozca, que a veces el otro ni sabe de qué va la historia cuando ya ha recibido el primer golpe.

Pelea por una pelota

Poco a poco hay que trabajar esas situaciones para que poco a poco aprendan a expresar sus emociones y para que, de rebote, ellos mismos entiendan sus sensaciones y sentimientos. Que se den cuenta de que están enfadados, de por qué están enfadados, y que vean que nos damos cuenta de ello y que sabemos que para ellos es importante. "Parece que te has enfadado y sé que le quieres pegar, pero no puedes. No se pega. Si ha hecho algo mal tienes que decírselo. Explicárselo para que sepa qué te ha molestado". Y luego se trabaja en base a eso, porque vete a a saber, igual se ha enfadado porque en ese momento su hermano ha cogido un juguete que le pertenece (al hermano) y con el que él quería jugar. Y entonces habrá que explicarle que sí, que está enfadado, pero que no debe olvidar que el juguete no es suyo, pero que puede pedirle a su hermano que, cuando acabe de jugar con él, se lo deje.

Es solo un ejemplo de tantos, pero básicamente lo que quiero aclarar es que hablamos de un instinto, que es normal, que es una solución que ellos prueban por si sirve, pero que como padres no debemos permitir. Aceptamos el enfado, aceptamos sus sentimientos, pero no la solución.

Si, como he dicho, ni siquiera aceptamos el enfado "no te enfades que no es para tanto", "no te puedes enfadar por esa tontería", "cállate que no tienes razón" podemos lograr el control de los impulsos, pero en base a controlar sus sentimientos de justicia o injusticia, y esto es peligroso porque un niño puede perder la capacidad crítica sobre las cosas que le rodean para cederla a los adultos, que parece que son los que saben cuándo hay que enfadarse y cuándo no. Y cuando eso se cede a los demás, puedes ser víctima de cualquier cosa sin parecerte "tan grave" (desde una pareja controladora hasta un gobierno que te deja sin derechos).

Fotos | Thinkstock
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