Frustraciones infantiles: las causas de la frustración en los niños y cómo ayudarles a tolerarlas

Frustraciones infantiles: las causas de la frustración en los niños y cómo ayudarles a tolerarlas
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Inevitablemente, las frustraciones se presentarán a lo largo de la infancia de nuestros hijos. Aunque procuremos protegerles de frustraciones evitables, habrá otras que no podremos evitarles, y tampoco debemos, ya que también enseñan lecciones valiosas.

Ahora bien, algo esencial para poder ayudarles es reconocer las causas de las frustración en los niños, para saber identificar así el motivo que las provoca. Reconocerlas os ayudará a entender mejor a vuestros hijos. La clave está en poner mucho cariño, paciencia y mano izquierda para que consigan superarlas y sacar de ellas una enseñanza.

En el camino hacia su propia independencia experimentará situaciones que no podrá controlar y le crearán frustración. Muchas de ellas podrán evitarse, pero otras aparecerán irremediablemente en su camino. Las frustraciones son causadas por necesidades o impulsos no satisfechos y forman parte del crecimiento normal del niño. Pueden convertirse en enseñanzas, pero demasiadas experiencias frustrantes puede dañar su amor propio y hacerle perder tiempo y energía en arranques de furia.

Una clasificación muy interesante de las frustraciones infantiles según las causas que las provocan es la que hace Penélope Leach, psicóloga infantil y autora de varios libros sobre crianza.

Frustración provocada por los adultos

Cuando el niño quiere hacer algo y los adultos se lo impiden es frustrante para él. Los adultos, y en mayor medida los padres, pueden frustrar a un niño muy fácilmente impidiéndole hacer aquellas cosas que consideran que no están bien o no deberían hacer.

La pregunta es, ¿es tan grave dejarle hacer eso que le impedimos? Si es peligroso para el niño, como por ejemplo que meta los dedos en el enchufe, desde luego que se lo impediremos aunque se frustre y llore, porque las consecuencias de que lo haga son muy graves. Pero muchas otras veces decimos que "no" porque no nos viene bien, frustrando a los niños sin ningún motivo.

Los niños, por su propia inmadurez, no son capaces de tolerar demasiada frustración. Un niño constantemente presionado, tiranizado y controlado se siente cercado, sin libertad para actuar, y se pondrá a la defensiva reaccionando con malas conductas.

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Sin embargo, pequeñas dosis de frustración les hacen crecer. Si cuentan con el apoyo y el cariño de los padres para superarlas, las frustraciones se transforman en una enseñanza positiva, el niño aprende de ellas y se fortalece para arriesgarse a experimentar nuevas frustraciones.

La clave está en intentar evitar las frustraciones innecesarias y apoyarles cuando se presentan las frustraciones inevitables.

Frustración provocada por otros niños

Los niños pequeños son todavía incapaces de ponerse en el lugar del otro. Un niño no le quita los juguetes a otro por maldad, sino porque le interesa el juguete y es incapaz de entender los sentimientos del otro niño. El más dominante se quedará con el juguete y el otro niño se pondrá a llorar.

Los niños son egocéntricos por naturaleza. La infancia es una etapa en la que el niño está centrado en sí mismo, y es normal. Esto que parecería un signo de egoísmo en los adultos, en los niños es parte de su crecimiento.

Se preocupa por sí mismo, y no es malo que así sea porque está desarrollando su propia autoestima y su personalidad y necesita reafirmarse. El juguete que le gusta será para él, porque sólo piensa en él, al menos hasta los tres o cuatro años cuando empiezan a sociabilizar y a interactuar con otros niños de una forma más empática.

A partir de esa edad, su visión egocéntrica del mundo que le rodea se empieza a ampliar y se preocupa más por las emociones de los demás niños.

Pero las habilidades sociales se desarrollan con la práctica, no ocurre de un día para el otro, y nos necesitan en esa práctica. Por tanto, los padres debemos guiarlos para ayudarles a tolerar mejor las frustraciones provocadas por otros niños y actuar como mediadores de los conflictos, siempre a través del cariño y ayudándoles a encontrar una solución pacífica.

Frustración provocada por los objetos

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El niño empieza a descubrir que hay cosas que no puede hacer por él mismo, como ponerse solito un calcetín o encajar una pieza en un puzzle, y esto muchas veces le provoca frustración. Los objetos, al igual que sucede con las personas, no se comportan siempre como él quiere.

Su madurez, su coordinación y su fuerza a menudo le juegan malas pasadas. Sin embargo, las frustraciones que el niño experimenta con los objetos son muy educativas. Es en la exploración, en la perseverancia de los intentos que el niño consigue comprender cada vez mejor el mundo que le rodea.

Sin duda, es una forma de aprendizaje. Empieza a descubrir las cosas que es capaz y no es capaz de hacer.

Cuando la frustración provocada por el objeto le desborde es necesario que los adultos intervengan ofreciéndole su ayuda. No significa hacer las cosas por él, sino brindarle una pequeña ayuda que le permitirá tener éxito en su empeño.

Volviendo al ejemplo del calcetín: no tiene sentido que se los coloquemos nosotros, porque así no aprenderá a hacerlo solo y se seguirá frustrando cada vez que lo intente. Basta con ayudarle un poco (pasar el talón es lo que más suele costarles) sin importar que termine con el calcetín dado vuelta y uno de cada color.

Frustración provocada por la edad o el tamaño

Es una frustración que aparece cuando el niño no consigue hacer algo que le exige más de lo que puede ofrecer para su edad o tamaño. Es aún demasiado pequeño para hacer cosas que hacen los mayores como servirse agua, abrir la puerta o montar en bicicleta. No es consciente de esa incapacidad y se siente decepcionado al no conseguirlo.

Por eso es tan importante ofrecerle los juguetes adecuados para su etapa de desarrollo. A través de los juguetes los niños aprenden, así que no sólo no aprovechará un juguete para niños mayores, sino que le causará frustración.

Todo lo que pongamos a su alcance debe adaptarse a sus capacidades, tanto físicas como mentales, y a su etapa de crecimiento. El niño tiene que sentirse capaz, fuerte y poderoso en su pequeño mundo.

Fotos | iStockphoto, Ba Phi, mentatdgt (Pexels)
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