Los miedos infantiles, algo natural

Los miedos infantiles, algo natural
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En los bebés y los niños existen miedos que los adultos descubrimos con asombro o con preocupación, miedos distintos y de intensidad y manifestación diversa por los que pasan todos ellos y que debemos ver como una etapa natural ante la que sólo podemos ofrecer nuestro apoyo y compañía para ayudarles a superarlos.

El miedo es un estado natural de alerta, una especie de radar que los avisa y protege ante algo que los pequeños captan como peligroso. Cuando nos enfrentamos a estímulos (situaciones, objetos y pensamientos) que implican peligro o amenaza, se activa el miedo, y la respuesta instintiva es de huida, por lo tanto forma parte de nuestro instinto de supervivencia y del desarrollo evolutivo del ser humano. El miedo sólo es negativo si se convierte en patológico, en una fobia, o si deriva de algún hecho traumático.

Los adultos, evidentemente, también sufirmos miedos, pero tenemos recursos para frenarlos y evitarlos, algo de lo que carecen los bebés y niños. Los adultos podemos racionalizar y darnos cuenta de que el miedo es infundado o podemos iniciar un proceso de enfrentamiento gradual al miedo por nosotros mismos, pero los niños no. Ellos pueden tener miedos diversos, siempre porque perciben algún peligro, aunque sea a algo desconocido.

Son muy frecuentes los miedos a la oscuridad, a los lugares, objetos o personas desconocidos, a los muñecos, al agua, a ciertos animales, a los médicos, a los sonidos fuertes, a la separación, a la escuela, a seres imaginarios...

En los primeros meses de vida los bebés no responden con cautela o precaución ante estímulos novedosos, pero responden con gritos, lloros o agitándose alertando a la madre en busca de protección cuando tiene hambre, dolor, frío.

Lo más parecido al miedo sería cuando reciben una estimulación violenta como ruidos fuertes (instrumentos, cohetes, motores...), o si sienten que pierden el apoyo, la protección o la compañía de sus seres queridos. Es una reacción de adaptación, ya que le ayuda a sobrevivir ante lo que perciben como posibles peligros.

Recuerdo que a mi bebé, por ejemplo, le daba miedo escuchar el sonido del exprimidor o la batidora, y es habitual en muchos pequeños esos miedos a sonidos e incluso a juguetes o formas nuevas a su alrededor. Con el tiempo, perciben que no existe peligro y se acostumbran a dichos sonidos u objetos, considerándolos "familiares", aunque pueden seguir asustándose ante lo desconocido.

Cuando son algo mayores, las manifestaciones del miedo son distintas en cada niño: existen diferentes tipos de estrategias de conducta que van desde la inmovilidad total hasta los ataques de pánico con huida desesperada de la fuente de peligro. Las manifestaciones fisiológicas más comunes son: aceleración del ritmo cardiaco, sudoración, tensión muscular, sequedad de garganta y boca, sensación de náuseas, temblor... La intensidad de esas manifestaciones están acordes a la intensidad de la sensación de miedo, y sólo en casos extremos estas reacciones fisiológicas naturales del organismo (al descargar adrenalina) pueden resultar peligrosas.

Por tanto, los miedos son naturales y universales, y suelen ser pasajeros, aunque cambian y evolucionan en la misma persona y se pueden superar. Como padres debemos fomentar la prevención y superación de los miedos, así como el comportamiento prudente ante situaciones peligrosas. Y aunque los miedos infantiles forman parte de un proceso de crecimiento, también pueden resultar señales de alerta, por lo que no hay que minimizarlos y, antes nuevas manifestaciones, pensar si se derivan de nuevas circunstancias en la vida de los pequeños (separación de los padres, escuela...)

Los adultos debemos calmar los miedos infantiles, acompañar y saber escuchar a nuestros hijos, hablarles con calma, ritmos y movimientos pausados, que sientan nuestra cercanía y contacto físico y explicarles la naturaleza de sus miedos... Aproximarlos al estímulo provocador de miedo de forma progresiva y siempre en un ambiente de bienestar del niño darán paso a la superación de los miedos. Al menos de los infantiles.

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