Publicábamos el viernes la primera parte de esta entrevista al psicólogo Ramón Soler, terapeuta y un verdadero especialista en ayudar a las familias a educar sin violencia. En esta segunda entrega de la entrevista profundizaremos en las manifestaciones de la violencia que deberemos estar preparados para solucionar.
Hemos visto las causas ocultas por las que los adultos confundimos educación con violencia y el daño que, escondido, sufrieron en su infancia las personas que maltratan a sus hijos.
Ramón nos contaba que nunca hay que pegarle a un niño y que, maltratar, es tratar mal. Sin embargo, incluso sabiendo eso, hay personas que se encuentran sin herramientas para tratar a sus hijos sin perder ellos mismos el control, o se ven ante situaciones en las que la agresividad es evidente en los comportamientos de sus hijos.
¿Cómo debemos reaccionar ante una rabieta o una actitud agresiva de un niño?
En primer lugar, debemos mantener la calma. Si nos ponemos nerviosos añadimos más tensión a la situación y será mucho más difícil que el niño se tranquilice.
Tenemos que aprender a reconocer los signos anticipatorios (un gesto de desagrado o un “no quiero”) que nos pueden indicar lo que de verdad desea el niño. Muchas veces, las rabietas surgen por la frustración que siente el niño al no sentirse comprendido. Debemos prestarle atención y preguntarle qué es lo que le pasa, qué es lo que quiere.
Cuanto más comprendido se sienta el niño y mejor pueda comunicar lo que desea, menos rabietas tendrá.