Ya hablamos hace unos días de los acostumbramientos o desacostumbramientos al mencionar el tema de los brazos (“No lo cojas, que se acostumbra”). Hoy quiero entrar a hablar de otra de las conductas más censuradas en la sociedad como es meter al bebé o al niño en la cama de los padres, para evitar que se acostumbre.
En diversas ocasiones he explicado que mis hijos duermen conmigo en la cama. No es algo que vaya explicando al primero que me encuentre en cuanto tenga oportunidad, pero si hablamos de sueño, de camas o cosas similares, no escondo que duermo en la misma cama que mi mujer y mis hijos.
En muchos casos la gente no hace comentarios al respecto, ya que respetan mi decisión, sin embargo en otros casos (y pese a que yo no le digo a nadie dónde tiene que dormir su hijo), raudos y veloces, me advierten de lo mal que lo estoy haciendo ya que “se acostumbran y luego no podrás sacarlos nunca“ y me insisten en que “los niños tienen que dormir en su cama”.
Se acostumbran a lo que viven a diario
Los bebés, los niños y los adultos nos acostumbramos a lo que vivimos a diario. Es decir, si metemos a un niño en nuestra cama, se acostumbrará a dormir así. Si lo ponemos a dormir en una cuna, se acostumbrará a dormir en una cuna y si cuando ya es mayorcito lo ponemos a dormir en su cama en su habitación se acostumbrará a dormir en su cama, en su habitación.
Esto no quiere decir que el niño que metemos en su cama vaya a dejar de despertarse, ni que vaya a dejar de llamar a papá o mamá, ni siquiera quiere decir que en mitad de la noche un niño no hará viajecitos a la habitación de los padres para que le dejen dormir con ellos.
Ellos se acostumbran a dormir solos si es lo que queremos, pero la costumbre no sabe de necesidades y, mientras unos tardan muy poco en acostumbrarse a algo, otros tardarán probablemente mucho más. La diferencia radica en una cuestión de necesidades. Si a un niño le acostumbramos a lo que quiere, no hará falta apenas esfuerzo para lograrlo, sin embargo, si luchamos contracorriente, tratando de acostumbrarlo a algo que no necesita, el esfuerzo será mucho mayor.
Para explicarlo más gráficamente, cuando te dicen que debes evitar meterlo en la cama contigo la frase es “como lo metas una vez, querrá dormir siempre con vosotros” y normalmente es así, porque cuando pones a dormir a tu hijo en la cama estás haciendo lo que necesita, lo que pide y con lo que disfruta. Sin embargo, cuando alguien intenta que su hijo duerma solo, sin los padres, son necesarios muchos más intentos, precisamente, porque se actúa contra lo que el niño necesita que suceda. Por eso nadie dice nunca “no lo pongas a dormir solo que como lo hagas una vez ya no querrá dormir nunca más con vosotros”.
Que no se acostumbre a dormir con papá y mamá, pero sí con “Pepito”
Si habéis leído el libro del método Estivill o similares, os daréis cuenta de lo absurdos que son algunos de los consejos que ofrecen.
Según comentan, lo ideal es que los niños aprendan a dormir sin la presencia de un adulto y que durante la noche no requiera su presencia (vamos, que aunque se despierte no llame a papá ni a mamá). Es decir, el objetivo es que el niño aprenda a dormir solo.
Para ello se promueve la eliminación de cualquier elemento que requiera la presencia de un adulto, como un biberón, el pelo de mamá, mamá, etc. a la hora de dormirse. Claro, si el niño se duerme con algún objeto que, al irnos desaparece, le estaremos acostumbrando a algo que, en el momento de despertarse solo en su habitación, ya no estará.
Es por eso que se sugiere ofrecer al niño objetos propios que sigan ahí toda la noche: un póster o un dibujo en la pared, muchos chupetes para que si se despierta sin él agarre uno, un móvil en la cuna y a Pepito. Se trata de un peluche, elegido por los padres (según se comenta el peluche debe ser escogido por los padres y no por el niño, porque “no podemos permitir que sea el niño el que diga cómo se hacen las cosas”), que le acompañará en las noches.
Se hace una advertencia de que es posible que el niño rechace a Pepito los primeros días (normal, si no se le ha dejado escoger), pero que después, tras unos días, el niño se dará cuenta de que, al despertarse “a las tres de la mañana, su ‘fiel’ amigo seguirá allí y, aunque no sea mamá o papá, estará a su lado y no lo abandonará en ninguna circunstancia”, lógico si tenemos en cuenta que es un peluche, incapaz de decidir si quiere irse o quedarse.
En resumidas cuentas, se pretende a diestro y siniestro evitar que los niños duerman con sus padres para que no se acostumbren y sin embargo se potencia que se acostumbren a un peluche.
Curiosamente, hay pocos niños de 6 o 7 años que necesiten a su madre para dormir y sin embargo sí hay unos cuantos que siguen aferrados a su peluche.
Curiosamente, hay pocos adultos que necesiten a su madre para dormir y sin embargo sí hay unos cuantos que necesitan su almohada o algún elemento clave que les haga sentir bien.
¿Qué necesita un niño?
Lo importante no es valorar si es bueno o malo acostumbrarse a algo, sino valorar qué es lo que necesita. Todas las personas del mundo necesitan sentirse seguros en el entorno en el que estén ya que, si sienten que algo no va bien o que hay posibilidad de algún tipo de peligro, dormir y descansar puede ser muy difícil.
Los niños, por su inexperiencia, no suelen ser capaces de sentirse seguros si están solos. No es que tengan un miedo determinado a algo, sino que simplemente no quieren estar solos, porque así no se sienten seguros. De esto se deduce que lo que un niño necesita es compañía. Por eso soy un firme defensor del colecho o de la cohabitación, de permanecer junto al niño en su cama hasta que se duerma y acudir siempre que llame o bien de permitir que acuda a la cama de los padres si por la noche necesita hacerlo.
Si en cambio un niño duerme plácidamente en su cama y de ese modo ya se siente seguro y no necesita del contacto de sus padres no hay necesidad de ponerlo a dormir en la misma habitación de los padres ni en la misma cama (aunque si los padres quieren y el niño lo acepta no hay ningún problema en hacerlo).
Resumiendo
El “se va a acostumbrar” o el “haz esto para que se acostumbre” son frases muy comunes que hacen que se corra el riesgo de no dar a un bebé lo que necesita verdaderamente.
Lo cierto es que es lógico pensar que, si se da a un bebé lo que necesita, se acostumbra a ello. Es como los adultos cuando llenos de amor deseamos compartir cientos de momentos con nuestra pareja. ¡Es tan fácil acostumbrarse a estar con ella!, sin embargo, si nos dice que se tiene que marchar unos días, seguro que cuesta mucho más acostumbrarse a estar sin ella, ¿no?
Fotos | Flickr – iandeth, inferis, katharina72, Karen Sheets
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