Mitos y verdades sobre la protección solar en los niños

Mitos y verdades sobre la protección solar en los niños
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El verano se acerca a pasos de gigante y con él llega el ocio familiar al aire libre y alguna que otra escapada a la playa o a la montaña.

Por eso, antes de que las aperturas de las piscinas den el pistoletazo de comienzo oficial de la época estival, te explicamos qué hay que tener en cuenta para que los niños se beneficien de las bondades del sol, pero bien protegidos.

La doctora Elena de las Heras, dermatóloga del Hospital Ramón y Cajal, experta en melanomas de la piel, y miembro de las Sociedades de Dermatología de España, Alemania, Europa y de la Sociedad Internacional de Dermatoscopia, echa por tierra algunos mitos que circulan en torno a la protección solar y nos alerta sobre otras medidas a tomar que sí son verdad.

El sol es perjudicial para los niños. SÍ Y NO

No todo es blanco o negro. "No hay que demonizarlo pero sí tomar algunas precauciones", asegura la experta. Tomar el sol en dosis pequeñas:

  • Mejora su estado de ánimo. Es el mejor antidepresivo, también en niños y adolescentes.

  • Tiene efecto calmante. La luz del sol induce la síntesis de opioides endógenos, hecho que se traduce en bienestar y tranquilidad.

  • Unos 15 minutos diarios de exposición al sol es suficiente para sintetizar la vitamina D, indispensable para fijar el calcio en nuestros huesos.

  • Regula el sistema defensivo. La dermatitis atópica y otros trastornos de la piel, como la psoriasis o el acné, mejoran cuando al exponerse al sol.

Sin embargo, un exceso de tiempo al sol y sin protección puede:

Y es que, tal y como asegura la dermatóloga, aproximadamente el 80% de la exposición solar a la que estamos expuestos durante nuestra vida se produce durante los primeros 20 años. Por eso, es en la infancia cuando más debemos cuidarnos.

Los bebés no pueden estar al sol. VERDADERO

Según la dermatóloga, todos tenemos que evitar la exposición al sol de forma prolongada siempre y más aún entre las 11 y las 17 horas, sobre todo en caso de niños menores de tres años.

Además, añade que los bebés menores de seis meses no deben exponerse nunca al sol, ya que se queman y deshidratan con facilidad.

Eso implica que hay que evitar llevarlos a la playa o a la piscina y, si están, siempre a la sombra y protegidos con crema solar, gafas y ropa fresca.

Además, según explica el Plan Nacional de 'Actuaciones Preventivas de los efectos del exceso de temperaturas sobre la salud 2018', del Ministerio de Sanidad, "los menores de cinco años y en especial menores de uno, son uno de los grupos de población más sensibles a los cambios de temperatura" y, por tanto a sufrir un golpe de calor.

Su menor reserva de agua y sudoración y un aparato respiratorio aún en desarrollo los hacen más vulnerables a un sobrecalentamiento excesivo del cuerpo que llega a impedir el funcionamiento adecuado de los órganos vitales. Esta situación de riesgo aparece cuando el pequeño está expuesto a "situaciones con humedad y temperaturas elevadas, sin protección ni hidratación adecuada".

Las cremas solares protegen contra la radiación solar. SÍ Y NO

La radiación solar es la transferencia de energía por ondas electromagnéticas provenientes del sol que emite un amplio espectro de radiaciones, desde rayos gamma hasta longitudes de onda largas, de tipo infrarrojo. Algunas radiaciones solares afectan a la piel, como la radiación UV:

  • La radiación UVB, prolonga el bronceado y está parcialmente atenuada por la capa de ozono Es necesaria para que organismo sintetice la vitamina D y facilita la formación de la melanina, un pigmento presente en las células de la piel que ayuda a prolongar el bronceado. pero también es la causa principal de las quemaduras solares, daños oculares y melanoma.

  • La radiación UVA, es más peligrosa porque no causa dolor y penetra más profundamente en la piel, donde produce radicales libres y altera las células. Acelera el envejecimiento de la piel y puede provocar la intolerancia al sol, conocida normalmente como alergia solar y enfermedades pigmentarias (melasma, manchas).

  • La radiación UVC es muy perjudicial, pero es absorbida por la capa de ozono.

Los fotoprotectores nos protegen de la radiación UVB y UVA, y probablemente también de la radiación infrarroja, aunque sus efectos aún están en estudio. Hay que asegurarse de que aparezca en el etiquetado especificada esta doble protección.

Las cremas solares pediátricas son diferentes. VERDADERO

Sol

La piel de los niños es mucho más sensible que la de los adultos, por lo que se quema y deshidrata con más facilidad, ya que aún no está suficientemente fortalecida.

De esta forma, las cremas solares infantiles están más adaptadas a sus necesidades. De ahí, que sea más adecuado protegerles con una específica para ellos, aunque lo adultos sí podamos usar la suya, porque también sirve para nosotros.

Entre las diferencias:

  • Utilizan menos perfumes o ninguno.

  • Su consistencia es más densa y tienen un tono más blanquecino. ¿La causa? Incluyen un mayor porcentaje de filtros físicos, mientras que los solares de los adultos utilizan mayor proporción de filtros orgánicos. Aún así, cada vez tienen una textura más similar y fácil de extender, como la de los mayores.

  • Suelen ser más resistentes al agua.

  • No llevan alcohol, porque al menos hasta los quince años de edad, la piel aún no se ha desarrollado por completo.

Los niños de piel morena no necesitan protección. FALSO

¿Cuántas veces hemos oído que 'como tengo la piel oscura, no necesito protección' o 'me pongo menos factor solar porque sino no me pongo morena'? Las dos afirmaciones son totalmente erróneas y más graves aún en caso de los niños.

"El bronceado no protege del sol, sino que es un mecanismo de defensa contra él, un síntoma de que está dañando la piel".

Así lo asegura Elena de las Heras, quien añade que:

"Estar moreno se vinculó hace décadas con un estatus de bienestar. Sin embargo, la medicina dice lo contrario: la piel reacciona ante un daño solar produciendo melanina, bronceándose, y eso desencadena una serie de procesos acumulativos que terminan pasando factura en la salud de la piel”.

Por esta razón, es indispensable usar protector siempre, con un filtro más alto o menos, según el tipo de piel. El factor de protección solar (SPF) indica el tiempo durante el que un protector solar aumenta la capacidad de defensa natural de la piel antes de llegar a quemarse, frente a los UVB. Es decir, un SPF 30, por ejemplo, hace que la piel tarde 30 veces más en enrojecer, que si no se aplicara protección.

Eso significa que las personas con fototipos I y II (las pieles más claras) tardan mucho más en broncearse y además necesitan mayor protección para no dañar su dermis.

Aún así, ante las dudas la máxima protección es lo más recomendable para los niños y explica que: “Europa ha puesto el límite de SPF en 50 porque se ha visto que por encima de este factor no se consigue mayor absorción de rayos ultravioletas”.

Solo hay que proteger la piel en invierno. FALSO

Las radiaciones ultravioletas A son invisibles a nuestros ojos, pero están presentes todo el año y dañan nuestra piel. Por eso, es fundamental que protejamos nuestra piel y la de nuestros hijos siempre, incluso en invierno, estando a al sombra o en días nublados.

Hay que echarse la crema media hora antes de exponerse al sol. FALSO

Una investigación de la Universidad de Málaga, publicada en el diario de la Academia Europea de Dermatología, terminó con esta creencia, al demostrar que los protectores solares son efectivos en la piel a los cinco minutos de aplicarlos.

Así que lo importante es protegerse en cuanto estemos bajo el sol, da igual que salgamos de casa con la crema puesta o esperemos a llegar a la playa. Quizás en caso de los niños resulta más cómodo aplicarlo en casa, ya que una vez cerca del agua, nos tocará perseguirlos para echarles la crema.

Una sola aplicación no es suficiente. VERDADERO

No hay reglas sobre cada cuánto tiempo hay que reaplicar el protector. Depende del tipo de piel y de la actividad que realice el pequeño.

Así lo explica la doctora de las Heras, que recomienda volver a echarla cada 2-3 horas (en caso de adultos) y cada hora, si son niños, o incluso más frecuentemente en función de los baños o posibles fricciones por ropa.

Además, añade que "aunque hoy en día los protectores solares cada vez son más resistentes al agua, es recomendable seguir aplicándola tras un baño prolongado o tras cada baño, en caso de los niños".

El protector se puede reutilizar de un año a otro. FALSO

Muchos de nosotros lo hacemos, sobre todo porque "da pena tirar una crema tan cara" y que está casi entera. Pero no somos conscientes de que ya no protegerá igual nuestra piel ni menos la de nuestros hijos.

Según explica la dermatóloga, una vez abierto el envase, hay que utilizarlo antes del año, ya que el calor al que están expuestos en la playa o la piscina degrada sus ingredientes y hace que pierda su efectividad.

El aftersun es una loción hidratante más. FALSO

Aunque apliques protector solar, el sol, el agua del mar o el cloro, hacen que nuestra piel y la de los niños se deshidrate, e incluso provoquen quemaduras y rojeces, escozor y tirantez.

La función de las lociones aftersun es precisamente la de calmar y regenerar la piel tras la exposición al sol:

  • Hidrata y nutre la piel.

  • Refresca y alivia el escozor y el calor provocado por la radiación solar.

  • Previene los signos del fotoenvejecimiento y mantiene la piel más joven.

  • Prolonga el bronceado y logra que sea más uniforme.

Hay que proteger sus ojos. VERDADERO

Muy pocos somos conscientes de los efectos nocivos de los rayos de sol sobre los ojos de los niños: pueden provocar alteraciones agudas de la córnea, lesiones degenerativas y quemaduras agudas en la retina, además de patologías tan duras como cataratas o degeneración macular asociada a la edad.

Por eso, igual que nos preocupamos de proteger su piel, también debemos velar por sus ojos y procurando que lleven las gafas de sol siempre desde bebés, ya que el cristalino a edad temprana aún no se ha desarrollado por completo y deja pasar la luz.

De hecho, antes del primer año de vida, deja pasar el 90 por ciento de la radiación UVA y el 50 por ciento de la UVB, llegando directamente a la retina, lo cual puede provocar daños a corto y largo plazo.

Así que siempre que el sol brille en lo alto, protégelo con gafas y un gorro.

Fotos | iStock

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