Qué hacer y qué no hacer para que los bebés duerman mejor (II)

Qué hacer y qué no hacer para que los bebés duerman mejor (II)
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Seguimos con esta entrada el tema iniciado la semana pasada en el que tratamos de abordar los consejos que se suelen dar para que los bebés duerman un poco mejor (si es que puede ser).

Cansarlo mucho por el día para que duerma de noche

Esta es otra de las recomendaciones más universales y que menos suele funcionar. Cuando un niño está excesivamente cansado su cerebro y su cuerpo se encuentran sobrecargados. Esto hace que estén irritables, llorosos y que les cueste más relajarse y conciliar el sueño.

Una vez se duermen, al hacerlo en un estado de falta de relax, suelen tener un sueño intranquilo y con más despertares de lo habitual. De hecho muchos adultos sufrimos en nuestra propia piel estos síntomas los días que estamos excesivamente cansados.

Digamos que un poco cansados está bien (el cansancio habitual del estar despiertos y el jugar que necesita todo niño), pero demasiado no.

La cena

Según qué tomen para cenar el sueño puede alterarse. Esto se debe a que algunos alimentos provocan que estén más despiertos.

Los alimentos ricos en proteínas, como la carne o el pescado activan la dopamina, que en exceso dificulta el sueño.

El chocolate o cacao contienen cafeína y teobromina, que son sustancias estimulantes.

Se recomiendan alimentos que activen la secreción de serotonina como el plátano o el tomate.

Para evitar los proteínicos pueden comer también pasta, patatas, pan, verdura,…

Llenarles el estómago de noche

Existe una recomendación, también muy común, que dice que llenándoles el estómago lo máximo posible dormirán más y se despertarán menos.

Tengo intención de hablar de manera más concreta sobre este tema en una entrada destinada a ello, pero como anticipo comento que muchos de los despertares de niños de más de seis meses (cuando podrían empezar a comer cereales, que es la comida que se recomienda a tal efecto) no se deben a hambre, sino a cambios del sueño producidos por las diferentes fases cerebrales.

Algunos niños puede que sí duerman un poco más antes de despertar la primera vez, pero se desequilibra la alimentación a demanda quitándoles a los niños la capacidad de manejar sus necesidades, se corre el riesgo de alterar las fases de sueño y muchos se despiertan incluso más al regurgitar el exceso de comida o por la misma pesadez de su estómago.

Como digo, dedicaré una entrada a hablar de ello.

¿Solos o acompañados?

El sueño es un momento de desconexión con la realidad y por ello tanto los adultos como los niños necesitamos sentir la seguridad de que nada nos va a pasar.

Los adultos conseguimos esa seguridad bajando persianas, notando el silencio de la noche y cerrando con llave la puerta de casa. La mayoría de adultos necesitan incluso dormir acompañados (o lo prefieren) antes que dormir solos.

Pues en los niños el sueño funciona exactamente igual. Necesitan sentir seguridad y dormir sin miedos. El simple hecho de estar solos les genera miedo, ya que al no ver, oler, oír o sentir la presencia de mamá o papá, piensan que han sido abandonados.

Nosotros sabemos que no es así, que estamos en la habitación de al lado, pero los bebés no entienden de habitaciones y todo aquello que escape a sus sentidos deja de existir para ellos.

El contacto físico activa la secreción de opioides y oxitocina, que inducen al sueño. Escuchar nuestra respiración también les calma. De hecho, una de las recomendaciones a la hora de dormir a los bebés es la de respirar como si estuviéramos dormidos, de manera lenta y profunda, para que ellos imiten nuestra respiración.

Busca una estrategia

Dormir es una necesidad humana que nos provee descanso y relajación de las funciones vitales de nuestro cuerpo. Esto significa que el momento del sueño debería ser agradable y relajante para que las noches sean tranquilas y el sueño tenga un efecto reparador.

Teniendo en cuenta que dormir acompañados les genera tranquilidad y seguridad debemos buscar una estrategia que le guste a nuestro pequeño, pero que nos guste también a nosotros.

Según la edad puede ser amamantarle, mecerlo, cantarle, contarle un cuento, hacerle compañía,…

A los bebés pequeñitos les suele gustar aquello que les recuerde al útero materno: tenerlo en brazos, envolverlo con una mantita, mecerlo,…

Más adelante, cuando ya tienen unos meses, cantarles, mecerlos o hacerles compañía pueden ser buenas estrategias.

Hacia los dos años (o antes), hay técnicas que pueden pasar a ser molestas para los papás, como dormirlo en brazos por el peso considerable de los pequeños. Deberíamos usar nuevas estrategias para cambiar de manera paulatina, ya que a estas edades normalmente se conforman con la compañía, con caricias e incluso con un relajante masaje antes de dormir (muy recomendable)…

Hacia los tres años esa compañía de la que hablamos puede ser de algún hermano mayor y pueden dormirse mientras les contamos algún cuento o les cantamos.

Evidentemente cada niño es un mundo y la que mejor conoce a su bebé es su madre. Estas son algunas estrategias, pero cada cual debe hacer las que se adapten mejor a sus costumbres e ideas (hay niños que quieren dar la manita a su madre, o acariciarle el pelo, o tocarle la nariz, o tocarse la oreja él mismo…).

La semana que viene finalizaremos con el tema hablando del momento en que el bebé ya está dormido y vuelve a despertarse: ¿lo cojo, lo dejo, le doy de comer,...?

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