Por qué deberíamos ir menos a los parques y más a la montaña

Por qué deberíamos ir menos a los parques y más a la montaña
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Hace poco que hemos vuelto de pasar unos días en la playa y siempre que vamos vuelvo con la misma sensación de que me gusta más la montaña, que no ofrece agua (a menos que des con lagos y ríos) pero sí mucha más variedad visual, más tranquilidad y más zonas a explorar. Es cierto que los niños se lo pasan bien en la playa, y que allí hay parques, pero igual que no soy muy fan de la playa, no lo soy tampoco de los parques.

Los parques son otro ejemplo de diversión enlatada, una especie de trocito de montaña artificial, creada por nosotros, para acercar un poco de naturaleza a los niños: árboles, tierra en el suelo, zonas de césped, columpios con madera, pero todo ello limitado, con los niños haciendo cola para estar un rato en uno de ellos y en un entorno cercado por vallas. Vamos, que creo firmemente que deberíamos ir menos a los parques y más a la montaña y ahora os diré por qué.

Los parques, esa montaña de hierro y madera

Ir al parque es un beneficio para los niños porque les ayuda a nivel psicomotor. Suben, bajan, ruedan, giran y todo lo hacen pasándoselo bien. Es ese pequeño rinconcito en la ciudad destinado a que los niños quemen un poco de esa energía rebosante que tienen, ideal para el día a día. Pero el fin de semana, o los días que pueda haber escapatoria, deberíamos huir de ellos porque, al fin y al cabo, no deja de ser una emulación cutre de la naturaleza en la que muchos niños deben disfrutar por turnos, momento en que se generan conflictos por aquello del "no te cueles", "espera, que aún no te toca" y "no le pegues al nene, que él va antes".

Pero, ¿no es positivo que aprendan a respetar los turnos?

Sí, claro que es positivo. Ya que vamos al parque podemos aprovechar para enseñar a los niños muchas cosas:

  • A no robar: no puedes quitarle los juguetes a los demás niños.
  • A respetar los turnos: no te toca a ti, ponte detrás.
  • A tener cuidado de los más pequeños: ten cuidado, que es más pequeñito.
  • A subir el tobogán de abajo a arriba solo cuando no haya nadie tratando de bajar.
  • A saber qué es eso de compartir: no le dejas tu juguete, vale, pero ten en cuenta que los otros niños no querrán dejarte entonces los suyos.

Pero oye, un niño va al parque a pasárselo bien. Se pasan el día atosigados a normas en el colegio y se supone que el momento de ocio debe suponer diversión sin tener que andar esperando a que otros acaben o limitándote a lo que cada columpio ofrece. Es decir, en un parque puedes hacer muchas cosas, pero los columpios son siempre los mismos y lo que ofrecen no varía. Una vez los conocen, no hay más misterios que resolver o investigar. Además, si no hay niños, pueden explorarlo y jugar de mil maneras, pero si hay muchos niños la libertad es menor, el tobogán se sube por la escalera, a la casita se sube por donde se sube, y no trepando por las paredes, etc.

Además, todo lo que aprende un niño a nivel social está muy bien, si están los padres para ir promoviendo esas normas, pero ¿y si no están? Porque yo vigilo de que mis hijos no se cuelen, pero toca mucho las narices que mientras yo le explico a los míos que deben respetar los turnos, otros niños se cuelen constantemente porque nadie les ha explicado que no están solos. De esto hablé hace ya un tiempo y quizás os haya pasado, cuando hice esta pregunta: ¿Hasta qué punto tenemos que educar a los niños de los demás en el parque?‏

Por qué bosque, por qué montaña, por qué naturaleza

A la montaña 2

Ya hemos explicado los pros y los contras de un parque, y ahora toca defender mi posición a favor de la montaña y la naturaleza. ¿Cuál es la diferencia entre un parque y la montaña? Pues todo. Se diferencian en prácticamente todo. En la montaña y el bosque la extensión de tierra es mucho, pero mucho mayor. Hay desniveles, caminos, tierra, hierba, plantas, árboles, ríos, lagos, riachuelos, piedras, etc. Cientos de elementos con los que jugar y cientos de recovecos que descubrir. No hay límite para la exploración y, si lo hay en una zona, se busca otra, que anda que no hay naturaleza.

Eso a nivel de posibilidades, que son muchísimas, si entramos a comparar lo demás, pues imaginad: no hay que hacer colas, no hay que esperar. Hay un árbol para cada niño y ya no hay que vigilar a que otro niño se les cuele y lo mejor de todo, la montaña está viva y es "móvil". Tú no puedes construir un columpio en un parque, pero sí puedes construir en la montaña con ramas, hojas, piedras y lo que se te ocurra. Ahí ya entra la imaginación de cada niño, las ganas de hacer algo y su capacidad de asociarse con otros niños para, juntos, idear algo mucho mayor. Vamos, lo que llamamos trabajo en equipo.

"Mi hijo se aburre en la montaña"

¿Qué pasa cuando un niño está acostumbrado a jugar a lo fácil? Pues que si te lo llevas a la montaña se aburre. Claro, están acostumbrados a la diversión dirigida, ya sea por nosotros, ya sea por otros adultos en las extraescolares, ya sea por la misma estructura donde se divierten (el parque, como digo, tiene muchos límites) y no saben qué hacer. Cuesta romper con eso y ahí es donde nosotros podemos ayudarles a abrir la mente que tanto hemos colaborado en cerrarles.

A la montaña 3

Tenemos que darles las primeras ideas, algo así como "este montículo parece difícil de subir, pero seguro que desde arriba te veo más pequeño", "este riachuelo no me deja pasar al otro lado, pero podría hacer un puente", "yo de pequeño subía a los árboles", "qué ganas tengo de pisar la hierba descalzo, y el agua...", etc.

No sé, digamos que es darles algunas ideas para que luego ellos empiecen a darle vueltas al asunto, inventando juegos, manualidades, intentando cosas posibles y cosas imposibles, todo ello en un sitio que, curiosamente, lleva ahí años y siglos. El mundo tal y como sería si el hombre no lo tapizara de grises paredes y barreras. La libertad de un lugar con que disfrutar y que también se debe respetar.

Sé que entre semana no se puede ir, claro, pero ¿y el fin de semana? No cobran entrada y puedes ir cuantas veces se quiera, estando el rato que queráis. Hasta podéis llevar la comida y disfrutar así de un día en la montaña paseando, jugando, corriendo, inventando. ¿Se puede pedir más?

Fotos | Thinkstock
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