¿Puede un niño de cuatro años ser sexista?

¿Puede un niño de cuatro años ser sexista?
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El gobierno de la región australiana de Victoria ha anunciado que planea introducir en los colegios su programa de relaciones de respeto para niños en edad preescolar como una manera de tratar y prevenir los comportamientos sexistas. Este programa (que ya se imparte a adolescentes en institutos) pretende abordar de forma más amplia aquellas cuestiones relacionadas con la violencia familiar, así como desarrollar las capacidades sociales de los jóvenes y promover el respeto en su relaciones.

La justificación para extender este programa a los jardines de infancia procede de un documento oficial en el que se afirma que cuando los niños pequeños empiezan a entender los géneros pueden adquirir valores, creencias y actitudes sexistas que podrían acabar en faltas de respeto y en desigualdad de género. ¿Acaso pueden los niños a esas edades ser sexistas? ¿A qué edad empiezan a ser conscientes de las diferencias de género y qué es lo que les hace comportarse de forma diferente?

¿A qué edad son los niños conscientes de su género?

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Los investigadores han demostrado que ya con un año (y en algunos estudios tan pronto como a los tres meses) los niños muestran preferencias claras por los juguetes correspondientes a su género (por ejemplo, camiones para niños y muñecas para las niñas). Esto es algo que ocurre tanto si solamente han sido expuestos a juguetes no sexistas como si han tenido acceso por igual juguetes de “chicos” y de “chicas”.

¿Esto quiere decir que con tres meses los bebés ya son conscientes de su género?

No. Hasta las tres años los niños no son conscientes de la identidad de género a nivel general porque para ellos es un concepto muy vago.

A dicha edad, no es raro que los niños todavía estén confundidos en cuanto al género: por ejemplo, una niña puede pensar que cuando sea mayor va a ser un hombre o un niño puede que se dirija a su madre en masculino.

Sin embargo, la aparición de este tipo de identidad básica de género nos ayuda a explicar por qué cuando tienen tres años los niños prefieren jugar con amigos de su mismo sexo y participar en juegos estereotípicos de su género.

Los investigadores sugieren que es algo que les ayuda a comprender las diferencias entre sexos y a ser conscientes de que “encajan” mejor con un sexo que con el otro.

La constancia de género (el hecho de comprender que ser hombre o mujer es un atributo personal fijo) no se desarrolla completamente hasta los seis o siete años.

La constancia de género forma parte del desarrollo cognitivo (al igual que ocurre con la compresión de otros conceptos abstractos como es el caso del género), así como el hecho de entender las expectativas sociales de su comportamiento, algo que los psicólogos denominan como “socialización”.

¿Expectativas y diferencias de género?

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Pocas personas se creerían que con sus estereotipos han conseguido influir a los niños en cuanto a su comportamiento y a sus juegos, pero los niños son más de hacer lo que ven que de hacer lo que se les dice.

Los niños imitan el comportamiento de los modelos de conducta más importantes de sus vidas: sus padres, sus cuidadores y sus profesores.

Esto es algo que se manifiesta de forma evidente cuando el modelo es del mismo sexo: las niñas son más propensas a imitar los comportamientos de las mujeres y los niños los de los hombres adultos.

Por lo tanto, aunque les digamos cosas como: “las chicas pueden hacer cualquier cosa que los chicos también pueden hacer”, si nunca han visto a su madre arreglando el coche, las palabras no van a tener mucho impacto.

No es que los padres se levanten un día y decidan que “hoy es el día en el que le dejo claro a mi hijo a mi hija las expectativas en cuanto a género”. Es algo mucho menos dramático.

La realidad es que sí que reforzamos las diferencias y las expectativas de género a diario sin pretenderlo, a través de procesos de aprendizaje de observación.

Piensa en tus propias experiencias. ¿Cuántas de tus acciones se han basado en la idea de género? Sacar la basura, planchar y cocinar, etc.

Probablemente en su momento no hubo una discusión en la que se decidieron estas tareas y se acabaron “convirtiendo en un hábito” en tu vida. Es algo que nunca se cuestionó como tal y es lo mismo que ocurre con las expectativas de género en los niños.

Los niños están expuestos a las diferencias y a las expectativas de género desde su nacimiento y con el tiempo esta información se internaliza y forma parte de su comprensión sobre cómo funciona el mundo (la primera vez que empiezan a entender las diferencias y las expectativas de género es a los tres años).

Sin darnos cuenta, fomentamos estos comportamientos de género cuando aprobamos los que son consistentes con el género (como cuando alabamos a un niño si no llora cuando se hace una herida) y cuando condenamos los que no lo son (como cuando no se suele animar a una niña a participar en juegos de contacto físico).

Esto significa que cuando alcanzan los seis o siete años y ya son conscientes de la constancia de género, también han interiorizado las diferencias y las expectativas de género.

Los niños aprenden muy muy rápido y a veces ni siquiera nos damos cuenta de su proceso de aprendizaje.

Para hacerlo aún más complicado, los niños filtran información según lo que tenga sentido en su cabeza.

A los tres o cuatro años, los niños ven casi todo “blanco o negro”: las cosas son o buenas o malas, o correctas o incorrectas. Esto hace que para ellos el género se simplifique en “niña o niño” y clasifiquen su mundo de forma correspondiente (por ejemplo, los juguetes, la ropa o las actividades).

Si un adulto, que tiene una forma de pensar más flexible y no lo ve todo blanco o negro, tuviera pensamientos de este estilo, se le tacharía de sexista. En cambio, para los niños de estas edades, es algo normal.

Por sí mismo, no se trata de un problema porque es un proceso natural del desarrollo. El problema viene cuando las expectativas sobre las diferencias de género llevan a la desigualdad de género.

Se ha demostrado que la desigualdad de género aumenta el riesgo de violencia de género.

Los defensores argumentan que ahí es donde tiene sentido el programa de relaciones de respeto.

Al proporcionar un entorno en el que se enseña y se explica la igualdad de género, defienden que se pueden cambiar las ideas sobre las diferencias de género para fomentar relaciones más respetuosas hacia los demás desde una edad temprana, disminuyendo el riesgo de comportamientos sexistas y violentos en el futuro.

A la hora de educar a niños de cuatro años sobre este tema, es más importante lo que ven que lo que les decimos.

No hace falta que sepan lo que es el sexismo: no lo van a entender si nuestras acciones no son congruentes.

Lo que es importante es fomentar el respeto hacia todos los demás, sin patologizar los procesos naturales del desarrollo. Está bien que los niños pequeños prefieran jugar con amigos de su mismo sexo y que los niños jueguen con camiones y las niñas con muñecas. No es algo sexista, es una parte normal de su crecimiento.

¿Entonces pueden ser los niños sexistas de forma consciente?

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El hecho de que una niña o un niño de cuatro años tenga una comprensión básica sobre las diferencias y las expectativas de género y se comporte en consecuencia, no es lo mismo que participar deliberadamente en comportamientos sexistas. Simplemente refleja lo que ha visto y lo que es capaz de comprender.

La intención de estos niños es simplemente darle sentido al mundo a su alrededor y cómo encajan en él, no pretenden hacer daño o debilitar al resto.

En un mundo en el que las acciones hablan más que las palabras, no es lo que dices, sino lo que haces, lo que va a influir en las expectativas de género de tu hijo. Actúa de forma que fomentes la igualdad de género.

Puede que no sepan lo que es el comportamiento sexista a las cuatro años, pero de esta forma van a ser menos propensos a comportarse de forma sexista cuando tengan 14.

Autor: Kimberley Norris, Profesora titular de Psicología de la Universidad de Tasmania.

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.

Fotos | Pixabay, iStockphoto
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