Peleas entre hermanos: cuándo y cómo deberíamos intervenir los padres

Peleas entre hermanos: cuándo y cómo deberíamos intervenir los padres
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Los padres tememos a las peleas entre hermanos, es algo con lo que lo pasamos mal (son nuestros hijos y nos gustaría que se llevaran bien... todo el rato a poder ser) y que nos genera muchas dudas con respecto a cómo actuar. Pero esto de entrar en conflicto entre hermanos es algo habitual y de hecho tiene hasta su parte positiva. Te contamos cómo y cuándo intervenir en una pelea entre hermanos para que sea algo constructivo y no destructivo.

Los conflictos, riñas y disputas entre hermanos son de lo más habitual. Partamos de la base de que son niños que están en plena formación de su identidad, aprendiendo del mundo y de ellos mismos... y por tanto, entre otras cosas, a regularse y a entender sus necesidades y las de los demás.

En este contexto no es de extrañar que con unas habilidades para gestionar sus emociones y el mundo que les rodea en pleno desarrollo, haya momentos en que “tropiecen el uno con el otro”.

Lo cierto es que para muchos padres la confrontación entre hermanos es algo realmente desagradable, algo que preocupa mucho, por eso mismo es importante que, para empezar, eliminemos miedos al respecto:

  • Que se peleen (sin traspasar ciertos límites que explicaré un poco más abajo) no es síntoma de que no se quieran.
  • Que se peleen no es señal de que tengan una mala relación.
  • Que se peleen ahora, siendo niños, no hará que irremediablemente tengan una mala relación en el futuro.

Con un poco de ayuda nuestros hijos aprenderán a convivir y compartir, a quererse a tope y a cuidarse. Y bueno, alguna vez que otra se engancharán, pero sin más consecuencias. Así que tranquilidad, papis.

No son algo exclusivamente negativo

Las “peleas entre hermanos” suponen un buen contexto de aprendizaje para ellos:

  • Un escenario en el que probar (y aprender) estrategias de negociación y solución de problemas, que es algo que suena muy adulto pero que los niños necesitan desarrollar desde bien pequeños... porque están en el mundo con otras personas con las que tendrán que interactuar.
  • Un laboratorio para las emociones propias y ajenas: enfado, celos, frustración...
  • Y también un espacio en el que aprender y entender que los demás tienen necesidades (y derecho a expresarlas), un contexto en el que probar y mejorar su empatía.
  • A compartir, a cuidar de su hermano, a preocuparse por su estado, a hacer piña.
relación entre hermanos

¿Hay que intervenir en una pelea entre hermanos?

Decía antes que ante una disputa no debemos intervenir, pero es importante poner algo de contexto en esta afirmación, porque no intervenir no significa no estar, y porque habrá momentos en los que sí que tengamos que participar.

Si detectas que tus hijos han iniciado una “pelea” mantente al margen pero escuchando en todo momento cómo transcurre la escena para controlar que no se pasan ciertos límites, límites que te explico en seguida.

Si les dejas, si no entras tú poniendo orden, estás permitiendo que sean ellos los que busquen soluciones al conflicto que ha detonado. Puede parecer que no lo van a encontrar, pero los niños son maravillosamente flexibles cognitivamente y en numerosas ocasiones sí que lo harán.

Nuestra no intervención (con supervisión, eso sí) hace que sean ellos los que busquen entre su repertorio de herramientas, de técnicas y de recursos para salir del atolladero lo más airosamente posible. Y la práctica de estas habilidades es importantísima para que cristalicen y las puedan llevar hasta la vida adulta.

Cuándo y cómo intervenir

A pesar de que, como he comentado, en principio conviene dejar que ellos intenten gestionar la situación por sí mismos, lo cierto es que hay determinados momentos en los que sí que es conveniente que entremos en escena. Por ejemplo:

Cuando de palabras pasan a lo físico. Si hay insultos o faltas de respeto. Cuando hay gritos.

Y en cuanto al cómo, algo que solemos hacer los padres al intentar zanjar las discusiones entre hermanos es intentar averiguar qué ha pasado, quién ha empezado, quién ha provocado antes... pero esto no es un tribunal, ¿verdad?

Esto que seguramente hacemos con la mejor de las intenciones no siempre es lo más recomendable cuando hemos pasado esas zonas rojas y los niños están bastante alterados, porque:

  • Si el conflicto ya ha llegado a un punto complicado ellos no tienen capacidad para aislar sus emociones y prestar una atención racional. Buscar “el motivo”, intentar que razonen en pleno fulgor es pedirles demasiado.
  • La verdad. ¿Qué es la verdad? Determinarlo es complicado en frío, y más aún en caliente, sobre todo para ellos que, te recuerdo, están en desarrollo.
  • Porque al mostrar nuestro razonamiento ellos se pueden sentir atacados, no comprendidos
  • Y porque supone entrar en su discusión, en su “juego” (lo pongo entre comillas porque es una expresión, no estoy diciendo que se trate de algo baladí): en lugar de calmar nos podemos convertir en parte de la discusión.
Hermanos niños

¿Qué hacer ante una pelea de hermanos que se ha complicado?

Lo primero es intentar mantener la calma. Este tipo de situaciones nos suele poner bastante nerviosos, y si nosotros estamos mal contribuiremos a que ellos estén más agitados. Precisamente para buscar el efecto contrario debemos procurar abordar la situación de la manera más tranquila posible.

Para ello te puede ser de ayuda recordar que no hay maldad, que se trata de algo propio de la edad, del desarrollo, y que necesitan tu ayuda para aprender a gestionarlo.

Como los niños están nerviosos, es interesante que intentemos separarlos físicamente. Ojo, no es un castigo, no es un tiempo fuera.

El objetivo con poner un poco de distancia entre ellos es evitar que sigan añadiendo madera al fuego y/o que haya riesgo de que se hagan daño. A su vez favorecemos que se calme un poco la cosa.

Cuando estén más tranquilos hablamos de lo sucedido. Es importante siempre que adaptemos el lenguaje a la edad de los niños, claro.

A ambos dos, por turnos si se quiere, les preguntamos:

  • Qué creen que ha pasado.
  • Cómo se han sentido.
  • Cómo creen que se ha sentido el otro.

Validamos sus emociones: “seguro que ambos estáis molestos y habéis pasado un mal rato”. Con las preguntas de antes y esto es muy posible que ellos se sientan escuchados, atendidos, y por tanto más reconfortados. Esto además puede reforzar la calma y la disposición a buscar soluciones.

Y ahora a los dos juntos les preguntamos qué se les ocurre que podemos hacer para que los dos, que lo han pasado regular, estén mejor, siempre desde la calma.

De todas las soluciones que se les ocurran elegimos entre todos una y la ponemos en práctica, con la condición de revisar en un ratito si los dos están contentos con esa salida. Si es así, estupendo. Si no es así, elegimos otra de la lista y vamos probando.

Estos pasos son los mismos que explicamos a los adultos cuando abordamos las habilidades de negociación. Los niños, una vez que estén más tranquilos (o si están tranquilos de entrada), pueden poner en marcha perfectamente.

¿Lo mejor? Que no solo solucionamos el conflicto actual, sino que les estamos dando herramientas para el futuro. Esto es sacar algo bueno de una situación negativa, ¿verdad? Pues vamos con calma, papis. ¡Ánimo!

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