El desafío del rinoceronte naranja: un reto para dejar de gritar a tus hijos

El desafío del rinoceronte naranja: un reto para dejar de gritar a tus hijos
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En Bebés y más hemos comentado en varias ocasiones que los gritos también dejan huella en la personalidad de los niños, que también les afecta (y digo también porque la gente cree que solo los cachetes afectan) y que son el reflejo de nuestro fracaso como padres y educadores en ese momento. Los gritos son la muestra de que debemos mejorar y buscar otras estrategias para criar a nuestros hijos y afrontar esos momentos en que nos sentimos desbordados.

El caso es que, aún sabiéndolo, muchos padres hemos acabando por gritar más de lo que hubiéramos deseado, como os expliqué hace unos días, así que, para tratar de remediarlo, puedes unirte al desafío del rinoceronte naranja.

Todos tenemos un modelo en el que fijarnos

Todos conocemos a alguna madre o padre que hace gala de una gran paciencia y de una manera envidiable de tratar a los niños que nos hace pensar eso de "me gustaría ser como él", "qué paciencia tiene" o "yo ya le habría metido cuatro berridos".

Hay quien tienen como referente a alguien conocido y hay quien hasta tiene a la madre de Caillou, que como he comentado otras veces, tiene una paciencia infinita al encontrarse al niño en la cocina con todo por los suelos sin perder la compostura. Yo también tengo la mía, el Armando de hace un par de años, mi "yo" del pasado, al que tengo que volver para tener más paciencia y gritar menos.

Para ello tengo que volver a concienciarme en no hacerlo, tengo que tener claro que mis hijos son niños para rebajar un poco mis expectativas y mis exigencias, y que tengo que crearme menos obligaciones personales, para no vivir casi ahogado durante todo el día, pagándolo con los niños, que son quienes menos lo merecen.

Que no es para tanto, ojo, que yo no he cambiado tanto, es sólo que antes no gritaba, y ahora sí lo he hecho en alguna ocasión. No puedo contabilizarlas, quizás sean 5, quizás sean 10, pero esas veces han sido más de las que yo hubiera deseado, porque mi deseo es no gritar. O sea, que sólo que les grite una vez, habré gritado una vez más de lo que quiero y creo que debo hacerlo.

El desafío del rinoceronte naranja

Seguro que os preguntaréis: ¿y qué tiene que ver todo esto con un rinoceronte naranja? Pues el rinoceronte naranja es el nombre de una página web creada por una madre estadounidense con cuatro hijos de 6, 5 y 3 años y uno de 21 meses, que no trabaja y está con ellos. Un día se planteó tratar de hacerlo mejor al darse cuenta de que en casa les gritaba cuando no sabía cómo abordar los problemas, pero que en la calle no lo hacía para evitar los comentarios de los desconocidos.

Pensó que era absurdo preocuparse por lo que opinarían los desconocidos y que de lo que de verdad debía preocuparse era de lo que sus hijos pensaran de ella, pues eran ellos los que realmente le importaban, y decidió retarse a sí misma a estar 365 días sin gritarles.

Cómo hacer desafío:

  • Tener claro que hay un problema en la relación con tus hijos y sentir la necesidad de cambiar, así como las ganas de hacerlo poniendo empeño.
  • Fijar un objetivo realista, uno que sepamos que vamos a poder cumplir, y luego si hace falta ir creando nuevos desafíos. No hace falta que sea un año entero, puede ser una semana, diez días, un mes...
  • Comentarlo con gente, con tu pareja, con tus padres, con amigos, con conocidos de internet. Es la manera de asumir que inicias el desafío y de sentirte obligado a cumplirlo.
  • Sumarte al grupo de Facebook de El desafío del rinoceronte naranja, donde podrás encontrar apoyo de otros padres y madres que lo están haciendo también y donde podrás además prestar apoyo a otros padres, explicando estrategias o desahogos.
  • Tratar de conocerte un poco, haciendo un diario de gritos en el que anotar cuándo gritas, a quién, por qué, y poco a poco ir sabiendo cuáles son las situaciones en que pierdes los estribos. Así podrás anticiparnos, prever esos momentos y actuar antes de que se dé la situación estresante.
  • Practicar un poco al principio, gritando, pero no a ellos. La madre americana explica que al principio gritaba en todas partes, pero no a sus hijos (en los armarios, en el cuarto de baño, dentro de los jarrones, en los zapatos). Logró no dirigir los gritos hacia ellos. Luego cambió los gritos por simples ruidos o rugidos, que utilizaba para desfogarse. Así hasta que logró controlar el impulso de gritar.
  • Tener claro su lema, y repetírnoslo si es necesario: "No puedo controlar siempre las acciones de mis hijos, pero puedo controlar siempre mi reacción".

Por qué no me apunto

Os animo a apuntaros al desafío, si ello os va a ayudar a gritar menos a vuestros hijos, si con ello os vais a llevar mejor, si os vais a enfrentar menos a ellos, si vais a rebajar vuestras expectativas hacia ellos y les vais a exigir menos, y con esto me refiero a entender que por ser niños cometen muchos fallos no intencionados y a tener claro que por más que les expliquemos las cosas, no siempre van a ser capaces de tomar las decisiones que consideramos correctas.

Yo no me apunto porque me conozco. Basta que me ponga una meta, basta que sienta la obligación de hacerlo, con una fecha, para que le pierda el interés (como que estaba estudiando inglés por mi cuenta haciendo lecciones y ejercicios a diario y en el momento que me apunté a un curso y tenía ejercicios obligatorios me daba palo hacerlos). La motivación viene de mí, soy yo el que quiero cambiar, sé que puedo hacerlo, porque como os he dicho más arriba, yo ya era así, así que, aunque suena al típico "tranquilo, yo controlo", sé que puedo hacerlo por mí mismo. Sólo tengo que buscar dentro de mí al Armando paciente y hacerlo brotar de nuevo haciendo todo lo comentado en el párrafo anterior (gritar menos o nada, cambiar mis expectativas para con ellos, ser menos exigente, verlos de nuevo como niños, etc.).

Al final da igual cómo lo hagáis, si por vuestra cuenta o tomando parte del desafío. Los beneficiados sois vosotros y vuestros hijos, que merecen y necesitan unos padres comprensivos, pacientes y dialogantes. Ya tendrán tiempo de encontrarse en la vida con personas menos tolerantes y más irrespetuosas. Entonces sabrán lidiar con ellos o, como mínimo, tener claro que no merecen ser tratados así, o eso espero.

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