Mi hijo es muy inseguro: ¿a qué se debe y cómo puedo ayudarle?

Decimos que un niño es inseguro cuando no quiere hacer cosas por miedo al fracaso, o incluso evita relacionarse con los demás por temor a ser rechazado o juzgado. Son niños sin confianza en sí mismos, con una autoestima baja y sin iniciativa a la hora de tomar decisiones.

La inseguridad es un rasgo de la personalidad que el niño va conformando a medida que crece en función de la educación y atención recibidas, sus capacidades físicas y cognitivas, su forma de ver el mundo y las experiencias que haya vivido.

Así pues, ¿cuáles son las causas por las que un niño se manifiesta inseguro? ¿Qué podemos hacer los padres para ayudarle a superar sus miedos?

Características que presentan los niños inseguros

  • Miedo exagerado a cometer errores, lo que les lleva a limitar sus actividades y a realizar solo aquello que están seguros que harán bien.
  • Derivado de este miedo al fracaso, los niños inseguros carecen de iniciativa a la hora de tomar decisiones y asumir responsabilidades
  • Necesitan la guía de otros por lo que siempre que pueden se parapetan o esconden detrás de los demás, evitando así tener que dar su opinión o tomar una decisión.
  • No les gusta equivocarse, por lo que ante cualquier fallo o crítica muestran una baja tolerancia a la frustración.
  • Dificultad para reconocer sus propias capacidades; es decir, son niños a los que les cuesta identificar sus habilidades, reconocer cuando algo se les da bien, o incluso reconocer sus propios méritos.
  • Les afectan mucho las críticas y las opiniones que otros tienen sobre ellos.
  • Excesivo perfeccionismo en cada cosa que hacen, pues viven continuamente con la duda de si lo habrán hecho bien, si a los demás les gustará, si pueden mejorar...
  • Como consecuencia de todo lo mencionado, temen jugar o entablar nuevas relaciones con otros niños por temor a ser rechazados o criticados.

Causas de la inseguridad en niños

Como decíamos al principio, no hay una sola causa que explique por qué hay niños que se muestran especialmente inseguros a la hora de hacer algo, manifestar una opinión o entablar relaciones con otras personas.

En este sentido, la inseguridad podría venir derivada de experiencias, situaciones o formas de educar como por ejemplo:

Sentimiento de inferioridad

El niño con complejo de inferioridad se siente inseguro e inferior a otras personas, aunque no tenga razones objetivas, realistas o racionales para creerlo. Este complejo viene derivado de ciertos aspectos físicos o psicológicos (sobre todo, físicos) que al niño no le gustan y que además entiende como un "defecto".

Por ejemplo, la estatura, tener granos, llevar gafas, tener sobrepeso, llevar aparatos dentales o tener las orejas grandes son algunos de los complejos típicos en niños y adolescentes que pueden llegar a causar una gran inseguridad.

Sobreproteccionismo

Los padres a veces caemos en el error de sobreproteger a nuestros hijos, tomar las riendas de su vida y/o no darles la oportunidad de hacer las cosas, bien porque vamos con prisa y no podemos perder tiempo o porque tememos que lo vayan a hacer mal.

Cuando actuamos, pensamos o hablamos por nuestros hijos no solo estamos anulando sus capacidades y no preparándolos para la vida, sino que estaremos criando a un niño inseguro y con una autoestima y autoconfianza muy dañadas, pues crece sintiendo que no es válido para hacer las cosas, que todo lo hace mal o que sin papá/mamá al lado no es capaz de tomar decisiones o hacer nada por sí mismo.

Educación autoritaria

El tipo de crianza y educación que demos a los niños influye en el desarrollo de su personalidad, pudiendo acarrear problemas de baja autoestima, miedos o inseguridades si no educamos de forma positiva y fomentamos un apego seguro.

Así, educar en la sumisión y la obediencia en lugar de fomentar la autonomía del niño, su pensamiento crítico y asertividad, y la toma de sus propias decisiones - aún a riesgo de equivocarse- fomenta la inseguridad personal.

Ver los fallos como algo negativo

Ante un error cometido por un niño, los padres no siempre actuamos correctamente, pues en muchas ocasiones tendemos a remarcárselo continuamente, nos quedamos anclados en lo que ha pasado y en las consecuencias que ese error ha tenido, y somos incapaces de dirigirnos a nuestros hijos con una actitud positiva.

Nuestra mirada, nuestros gestos o incluso lo que podemos llegar a decir movidos por el enfado dañan terriblemente la autoestima del niño, le desmotivan, le avergüenzan y le generan una gran inseguridad.

Movido por el miedo a fracasar, el niño deja de intentar hacer cosas nuevas, se guarda su opinión, opta por no tomar la iniciativa o no asumir ninguna responsabilidad.

La excesiva exigencia

A veces los padres mostramos un nivel de exigencia muy alto con respecto a nuestros hijos, especialmente en lo que respecta a su comportamiento (queremos que sean de una determinada forma o hagan las cosas de un modo concreto) y en las calificaciones académicas que esperamos que obtengan.

En otras ocasiones proyectamos nuestros propios sueños, deseos o ambiciones en nuestros hijos, exigiéndoles demasiado y pasando por alto que ellos son personas independientes a nosotros, con sus propios ritmos, sus propias habilidades y su propia vida.

Las comparaciones y las etiquetas

Cuando un niño crece siendo comparado continuamente con otros niños (algo que generalmente sucede en el entorno familiar con las comparaciones entre hermanos), acaba por asumir una etiqueta o un rol que le lleva a actuar en base a ello (lo que se conoce como "profecía autocumplida").

Es decir, si el niño crece con la idea de que es "miedoso" y "no se parece a su hermano", asumirá su inseguridad y su miedo como parte de su personalidad, y no solo dejará de intentar hacer aquello que le gusta porque otros le han hecho creer que "es miedoso y no puede asumir retos", sino porque se sentirá inferior al hermano con quien le comparan ("¿para qué voy a intentar hacer esto si no me va a salir tan bien como a mi hermano?").

Los castigos

Los castigos no son una forma respetuosa de educar, y sus consecuencias negativas afectan al niño tanto a corto como a largo plazo.

Tan solo una de estas consecuencias es el retraimiento, una condición que hace que el niño se vuelva inseguro, tímido, temeroso y cobarde. Todo esto acaba también reduciendo su autoestima, pues el niño acaba creyendo que no es válido para hacer las cosas y formándose una imagen negativa de sí mismo.

Cómo ayudar a los niños inseguros

La educación positiva, respetuosa y amorosa es clave para evitar que nuestros hijos crezcan inseguros, temerosos y con baja autoestima.

Os compartimos algunos tips que debemos tener en cuenta:

Fomenta la autonomía de tu hijo

Cuando hablamos de "fomentar la autonomía" del niño no nos referimos obligarlo o forzarle a hacer las cosas, si no a brindarle la posibilidad de participar activamente, creer en él y darle confianza para hacer las tareas acordes a su edad.

De este modo, conseguiremos implicación y aprendizaje, además de una autoestima sana.

Acompáñalo a desarrollar la asertividad

La asertividad es la capacidad para decir las cosas que pensamos sin ofender, de forma respetuosa y clara y siendo fieles a nosotros mismos; también, la habilidad que nos permite poner límites.

Se trata de una muy buena herramienta a la hora de potenciar la autoestima y la seguridad del niño, pues a través de los límites los niños aprenden a identificar qué necesitan, cómo conseguirlo y qué cosas les molestan o les hacen daño.

Anímalo a tomar decisiones

También es fundamental incentivar al niño para que desde pequeño vaya tomando sus propias decisiones en ciertas parcelas de su vida. Por ejemplo, dejar que elija su propia ropa, pedirle su opinión en determinados asuntos familiares o hacerle partícipe cuando pongamos ciertos límites, le permitirá crecer sabiendo que su opinión es importante y que puede manifestarla siempre con la certeza de que será escuchada y respetada.

Redefinir el concepto del error

Los niños inseguros tienden a "machacarse" mucho por lo que hacen mal. Por ello, es importante cambiar nuestra visión sobre el error y hacer de nuestros fallos un ejercicio de responsabilidad, de aceptación y una oportunidad de aprendizaje.

Evita la exigencia excesiva

La exigencia excesiva resulta innecesaria y contraproducente para los niños, ya que les genera malestar. Por ello, te animamos a que optes por intentar sacar lo mejor de tus hijos, por motivarles desde el amor y el respeto de sus propios ritmos, en lugar de actuar desde la exigencia tóxica.

Refuerza sus logros y habilidades

El reforzamiento positivo no solo es beneficioso para conseguir potenciar conductas positivas en los niños, sino también para reforzar su autoestima. Así, reforzar las habilidades y logros (aunque sean pequeños) de tu hijo puede ayudarle a identificarlos más fácilmente y a sentirse satisfecho por ellos.

Comunicación positiva

Comunicarnos de forma positiva con nuestros hijos no solo es fundamental si queremos conseguir que nos escuchen y confíen en nosotros, sino que es la base de una relación sana y un vínculo fuerte y afectivo.

Así, favorecer el diálogo en familia, pedirle su opinión, empatizar con sus preocupaciones, respetar su intimidad y demostrarle a diario que confiamos en él y en sus capacidades, harán que nuestro hijo crezca seguro y confiado.



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